Capítulo13: Hasta el final, Parte II

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No tenía armas para defenderse, más que sus propias manos que, contra el plomo disparado violentamente por las pistolas, eran nada. La herida en su pierna ardía y laceraba con tortura, el viento silbaba fríamente; podía escuchar las secas ramas de los árboles agitarse.

Pasos. Se estaban acercando. Alzó la mirada hacia el cielo; seguía oscuro, como terrible boca de lobo. Le gustaba la noche, pero no cuando la luna se ocultaba tan tímida entre los mantos negros de las nubes.

Las hojas secas crujían bajo las sigilosas pisadas de los Jeon. Estaban jugando con él, lo sabía. Estaban disfrutando de cada suspiro entrecortado, de cada pizca de sudor, de cada gota de sangre que estaba derramando por lo que ellos consideraban nada.

—¿Dónde estás, Jungkook? — preguntó Eun Jin, con voz angelical y diabólica al mismo tiempo, con sus esmeraldas esferas escudriñando cada obscuro rincón.

Siempre se había preguntado por qué Taehyung y él, a pesar de tener muchos rasgos diferentes, sus ojos eran tan similares. ¿Quién diría que, como productos de un incesto generado desde hacía décadas enteras, fuera característico de los Jeon el poseer el mismo color en la mirada?

—Jungkook...

Dejó de respirar, mientras buscaba algo que le pudiera ser de ayuda. Nada, más que estériles raíces de árboles tiradas sobre la tierra. Tomó dos de ellas, las que prometía ser más fuertes y puntiagudas, y esperó.

Eun Jin no tardó en aparecer frente a él, con su esposo al lado. Ambos le sonrieron de esa manera en la que se le sonríe a un niño que ha sido descubierto en una travesura demasiado osada. Jungkook cuadró la mandíbula y endureció su mirada. Por nada les demostraría temor.

El caballero volvió a señalarle con la pistola.

—¿Ultima oportunidad? — Su silencio fue la respuesta — Qué lástima...

Y la detonación vino un segundo antes que un adolorido jadeo. Jungkook había logrado ser lo suficientemente audaz y hábil como para poder ensartar una de las ramas en el ojo izquierdo de su agresor; no pudiendo evitar que la bala se insertara en algún lugar de su cuerpo que, por el momento, no le importaba, pero sí logrando obtener el arma que había caído casi a sus pies.

Cogió la pistola y, retrocediendo para tener más libertad, apuntó hacia la pareja. Eun Jin irradiaba furia completa, mientras Jungkook, su pareja, gemía de dolor y apretaba con sus manos la cuenca sangrante.

—¡Mátalo! — gimió éste.

La señora no le escuchó dos veces y jaló el gatillo.

Como la vez anterior, Jungkook ignoró el daño adquirido por el plomo e, imitando los movimientos de su agresora, intentó hacer lo mismo; sin embargo, Eun Jin le propinó una patada con uno de sus tacones y el arma salió arrojada junto con un chorro de sangre desterrado de su boca.

Gimió al caer contra el fango, pero sus manos no dejaban bajo ningún momento de sostener con firmeza las cenizas de Jimin; inconscientemente, aún tirado y sangrando, su cuerpo no dejaba de cubrir la cajita, de protegerlo, de amarlo... Se arrastró hasta volver a coger el arma, mientras el señor Jeon le arrebataba el revólver a su esposa y apuntaba en su dirección, totalmente dispuesto a matarle.

—¡Jungkook! — clamó Taehyung, al escuchar el cercano sonido de un disparo. Después, comenzó a correr con más fuerzas, con Hoseok pisándole los talones bajo la fuerte lluvia.

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Para no merecer el cielo ni el infierno, es necesario cometer un pecado que ofenda el orgullo de Dios. Mentir, robar, codiciar bienes ajenos son realmente acciones que el ser humano ya debería de saber son insuficientes para considerarlas dignas de una terrible condena. Lo mucho que podrías ganar con ello sería irte al averno, pero el averno, comparado con este mundo, es el paraíso.

Almas enamoradas - KookminOù les histoires vivent. Découvrez maintenant