Capítulo 3: Fantasma

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El castaño esperaba, sumergido en un eterno y precario silencio, la supuesta reacción atemorizada del muchacho. No tenía mucha noción del tiempo. Toda su concentración estaba en él, en lo que se venía. Estaba seguro que, de haber necesitado realmente respirar, su pálido rostro se hubiera tornado morado por la falta de oxígeno, pues, desde su imprudente confesión, se había quedado completamente inmóvil, con la espalda totalmente erguida, como una estatua de un divino ángel oscuro que guarda por una profecía.

Más, sin embargo, pasaron un minuto, y dos, y tres y cuatro... y él seguía ahí, frente a él, con sus gemas verdes disipadas en el vacío, canalizando las pocas, pero significativas, palabras dichas e intentando relacionarlas con la fantasía, la realidad y lo lógico.

Al fin, ya contados varios suspiros. La mirada masculina penetró en sus pupilas color chocolate, traspasando su alma, sus sentidos, su muerte. Las manos de él quemaron al apretarse gentilmente contra las suyas. Hacía ya tanto que se había resignado a ya no sentir y ahora... Todo parecía tan distinto, al menos por ese pequeño lapso de tiempo.

—Significaba alguien muy especial para ti, ¿no? — Preguntó él, con voz baja — ¿Quién era? ¿Tu padre...?

Jimin no lo pudo creer. ¿Es que acaso nunca se iba a dar cuenta?

Pero, la verdad, el problema no radicaba tanto en entender o no, si no, más bien, todo era cuestión de querer aceptarlo.

Él no se imaginaba, ni si quiera de lejos, todo el debate interno que surcaba la mente del muchacho. La rotunda resolución de no consentir lo que era obvio. El afán de suplantarlo por lo que, humanamente, era lo más racional. ¡Y es que no podía ser! ¡Aquello era absurdamente imposible! Tal vez mirar tantas películas de temas sobrenaturales le habían afectado el raciocino. Esta conjetura también era mucho más factible que la que se empeñaba en salir y él desistía con dejarle en libertad.

Pero, ¿Por qué, a pesar de que el tiempo transcurría, él no contestaba? ¿Qué era lo que pasaba? ¿Qué esperaba para hacerlo? ¡Necesitaba que le respondiera! Era preciso que le tranquilizara con un "¡Si, era mi padre" o algo por el estilo!

—¿Era tu abuelo? — insistió suavemente, pese a lo confundido que estaba gracias a la espera.

Por primera vez, Jung Jungkook no podía dominar su paciencia.

Jimin bajó el rostro y las comisuras de sus labios se vieron levemente caídas.

Adiós, dijo mentalmente.

Era extraño, tal vez hasta enfermizo, pero esos dos encuentros fugaces habían bastado para que, en ese momento, una ligera punzada de melancolía le oprimiera el pecho. Seguramente era el precio que había que pagar por haber permitido que un humano entrara en contacto directo con él. Aun así, había tiempo para remediarlo. Para ponerle fin a todo.

Inspiró profundamente, antes de contestar:

—No — sintió sus manos vacías al verse liberado por el cálido contacto que anteriormente las tomaba. Aun así, prosiguió. No tenía caso alguno si le mentía. Nada cambiaría la realidad... — No — volvió a repetir — No es mi padre, ni mi abuelo, ni ningún otro familiar o amigo el que se encuentra debajo de esta tumba. Soy yo. Es mi cuerpo y esta, la que tú tocas, es mi alma.

Y la palabra que Jungkook tanto había retenido, estalló como una imperiosa bomba.

¡Fantasma!

Park Jimin era un... fantasma. Así de simple, así de complejo.

El silencio se levantó por segunda vez, bañando al aire de pesadez y tensión que se tornó insoportable para el muchacho que, prefiriendo ser el quien huyera primero, se levantó, dispuesto a alejarse de manera "normal". No era necesario el desvanecerse frente a sus ojos para recalcar lo confesado. Sin embargo, ni bien se hubo incorporado, la mano de Jungkook lo tomó de nuevo. Con mucha más fuerza que antes.

Almas enamoradas - KookminWhere stories live. Discover now