Capítulo 4: Rosas para una Tumba

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Jungkook interrumpió su marcha al visualizar un pequeño puesto de flores y, desviando su camino, se dirigió hacia él. El resto de sus compañeros intercambiaron miradas extrañadas

—Pueden seguir sin mí — alentó, implorando por que le hicieran caso — Yo tengo algunos pendientes que hacer.

Taehyung, Hoseok, Jin, Lisa y Yun Ho asintieron, y retomaron sus pasos. Solo Namjoon le ignoró y fue tras él

—Buenas tardes, joven, ¿Qué se le ofrece? — preguntó la amable señora en cuanto él se acercó y viajó su verde mirada por cada una de las flores que se exhibían

—¡Con que flores, eh! — la voz de Namjoon le alarmó. No se había fijado que estaba detrás de él — ¿Conozco al afortunado?

—No — se limitó a responder

—Pero ¿cómo? Soy tu mejor amigo y no...

—No es para alguien en especial — aclaró.

El moreno hizo una mueca. No entendía.

—Tampoco es cumpleaños de Na Ra — adivinó Jungkook sus pensamientos, conteniendo una risita. Su amigo, a veces, era demasiado predecible — Son para... una tumba — ¿Le parecería extraño?

En un principio sí. Pero Namjoon lo "comprendió" rápido. Al final de cuentas, Jung era una persona con tendencias... lúgubremente extrañas. Si le encantaba caminar a media noche por los cementerios y en su cuarto había una colección de imágenes tétricas, ¿Por qué no habría de gustarle decorar los sepulcros con flores? Aun así, el moreno no pudo evitar que un escalofrío le recorriera la espalda.

—¿Una tumba? Vaya... eso sí que es algo... nuevo.

Jungkook suspiró. ¿Creería su amigo que estaba loco si le contaba la verdad? Una vocecita interior le aconsejó que era mejor esperar y le hizo caso. Se sintió molesto consigo mismo, pues, tendría que mentir otra vez.

—Parece estar muy olvidada — hasta ahí, el engaño no era tan grande, pues, ciertamente, eso pudo apreciar las dos veces que había ido a ese lugar — pensé que no le caería mal algunas flores que le adornaran; pero no sé cuáles elegir.

Namjoon cogió un hermoso alcatraz.

—Este me gusta

Jungkook negó con la cabeza

—No son para Jin — recordó, sonriendo ligeramente ante el gesto refunfuñado de su amigo

—A veces siento que puedes leer los pensamientos de los demás. Generalmente, siempre sabes lo que pasan por nuestras cabezas.

—No es eso — discutió él, viendo detenidamente a todos los capullos que reposaban sobre sus vasijas de cristal — Pero las flores nos recuerdan mucho a la gente que es especial para nosotros. Es por eso que siempre son un buen regalo. Es como darle a la persona un pedacito de su propia alma, su misma esencia. A ti te gusto el alcatraz porque te recordó a Jin. La forma altiva de sus pétalos es muy similar a cuando él camina y te mira por encima del hombro ¿no es así? — él moreno asintió, viendo mientras tanto, que él tomaba un pequeño botón de una rosa blanca — Al fin la he encontrado — anunció Jungkook, con una tenue sonrisa — esta es perfecta para él.

Ya estaba oscuro para cuando Jungkook abandonó su casa y caminó, a grandes zancadas, hacia el cementerio. Al llegar a la empolvada tumba, se descolgó la mochila de sus hombros y sacó un delgado pañuelo que le ayudó a limpiar al cemento del espeso polvo que la cubría. Suspiró profundamente, mientras tomaba asiento y se disponía a esperar; había tantas preguntas por hacer, ¿Cómo había llegado a su casa la noche pasada? ¿Por qué se había desvanecido de esa manera tras ver a la rubia niña? Había tanto por hablar. Sin embargo, las horas pasaron, trayendo consigo el espesor de la noche que se agudizó con el cantar de las lechuzas, y el no apareció en ningún momento. Su verde mirada se paseó por cada centímetro alrededor, encontrándose con una que otra alma andante, a las cuales, él, en un pasado, había llegado a confundir como veladores del cementerio. Era curioso el notar cómo ellos no le tomaban importancia, el comprobar que, durante casi dos años, había vivido engañado al pensar que eran humanos.

Almas enamoradas - KookminWhere stories live. Discover now