Capítulo 43: La reina

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- Y tú no te fías ni un pelo de mí, otra vez – Levanté las manos exasperada ante su comportamiento.

- Claro, porque jugar al gato y el ratón con el FBI es lo más normal y seguro del mundo teniendo en cuenta a lo que te dedicas y las cosas que haces – Se cruzó de brazos y me miro con una sonrisa ladina.

- Ten cuidado princesita, cualquiera diría que te preocupas por mí – Suspiré, me sacaba de mis casillas.

- Lo que tú digas.

No me molesté en seguirle el juego, recogí los tacones del suelo y subí hacia la habitación para quitarme el vestido. Estaba deseando deshacerme de la sensación del terciopelo rojo al tocar la tela de este, no me resultaba nada agradable al tacto.

Mientras que dejaba los zapatos en su sitio y el teléfono en la mesita de noche escuché a Drake entrar a la habitación.

- ¿Es realmente necesario? – Pregunté sin darme la vuelta ni mirarle.

- En estos momentos no te sigo.

- ¿De verdad no hay otra manera que no sea haciendo estallar un barco mercantil? Tengo un mal presentimiento sobre esto.

- Hay más maneras de darles en los puntos débiles, pero la opción que más les va a hacer sufrir es esa – Me giré para mirarle – Piénsalo bien, sus casas de suministros principales son inexistentes o han sido comprometidas a la policía, personas clave de su entorno no se encuentran disponibles y mucha de su mercancía ha sido destruida. Si la principal fuente por donde meten la droga y las armas se va a la mierda, les dejamos completamente en bolas. Sus clientes se van a ir, van a perder zonas de comercio, ingresos y no van a tener nada durante una buena temporada. Es la manera más rápida.

Me llevé la mano al pecho mientras que repasaba mentalmente todo lo que me había dicho. Estas semanas en las que había estado desconectada y alejada de todo esto jamás me habría podido imaginar que habían estado con tantas cosas entre manos. Un escalofrío me recorrió la espalda al recordar las imágenes de la casa completamente reventada por lo que la prensa y policía había calificado como un escape de gas. ¿Cuántas cosas tan jodidamente horribles habrán estado haciendo sin que me enterase de nada?

Tragué saliva y me moví un poco por la habitación intentando calmarme y esperando que mi cara no me delatase. En estos últimos meses Drake había aprendido a leerme demasiado bien, como si de un libro abierto me tratase y en momentos como esos era lo último que quería.

Llevé las manos a la espalda del vestido intentando agarrar la cremallera mientras que miraba mi reflejo en el espejo de la habitación. Drake se acercó a mí y con suavidad me apartó la mano y me bajó despacio la cremallera del vestido. Nuestros ojos se encontraron en el reflejo del espejo, lo que hizo que me viniese a la mente la noche en la cual delante de ese mismo lugar me hizo sentir como pocas veces lo había hecho anteriormente y como nadie lo había hecho nunca. Como si él también estuviese recordando lo mismo me sonrió con picardía mientras que un brillo le invadía los ojos.

Movía la mano despacio, rozándome con los dedos la espalda y dejando a su paso escalofríos por cada centímetro de piel que iba acariciando. Contenía la respiración sin apartar la mirada de sus ojos. Esos ojos grises, fríos como el mismísimo hielo, que en ese momento estaban causando todo un incendio en mí.

Su mano se detuvo al llegar al final de la cremallera, pero su mirada seguía fija en la mía a través del cristal. Me apartó el pelo del cuello y comenzó a besarme el cuello con tal delicadeza, que la piel se me iba poniendo de gallina. Abrió los ojos sin apartar los labios de la zona tan sensible de mi cuerpo y me guiñó un ojo de manera descarada.

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