•El exterior•

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    El silencio era tremendamente abrumador dentro de la habitación en la que me encontraba, estaba sentado al borde de la gélida cama mirando una grieta en la pared desde donde se asomaba la oscuridad era inevitable volverse loco en un lugar asi pero para ni no un hombre al que casi nada le da miedo, excepto el exterior. 

    No recuerdo cuando empezó pues todos mis recuerdos se van perdiendo lentamente como el humo se disipa en el cielo azul quizás fue cuando era niño, una tarde de invierno paseaba por el parque con mi madre había una multitud de gente en un momento solté la mano de mi madre de repente me encontraba perdido entre un montón de personas 

—¿Mami? 

Las lágrimas comenzaron a desbordar mis ojos, la vista se me nublaba y aun no podía encontrar a mi madre, pero desgraciadamente no fue todo lo que ocurrio ese dia, de un momento a otro los disparos comenzaron a sonar por todos lados era una matanza los gritos eran insoportables y yo desde en el medio del parque observando cada muerte, cada último aliento fue totalmente aterrador y más para un pequeño niño eso fue todo lo que sucedió tal vez el desencadenante de mi miedo los especialista dicen que localizar el origen de la fobia ayuda a superarla, pero sinceramente no creo que sea cierto para nada.

     Luego de estar un buen rato admirando la pared me levanté encaminandome a la cocina era hora del desayuno, la cafetera aún tenía café así que solo me bastaba con calentarlo prosegui a hacer unas pequeñas tostadas y cortar una cuantas frutas exactamente una banana y dos kiwis ambas eran mis favoritas las comía todo el tiempo, pero todo eso era irrelevante porque mientras comía ni siquiera pasó por mi mente la idea de que mi vida iba a cambiar por completo, me llevaba la taza de café a la boca cuando la puerta sonó pensé que era el repartidor que traía mis despensas ya que no me atrevía ni salir a comprar comida pero al acercarme a la mirilla de la puerta había una chica de cabellos rubios, ojos celestes y una hermosa sonrisa 

—¿Si? 

Pregunté mientras abría la puerta lentamente al mismo tiempo que me alejaba, al verme esta sonrió dejando ver sus perlados dientes yo por supuesto le devolví la sonrisa esperando una respuesta de su parte 

—Oh, quería ver si me podias un poco de azúcar, por favor. 

Dijo mientras mostraba su taza color canela yo asenti recibiendo la taza para dirigirse a la cocina a medio camino me detuve notando lo descortés que había sido 

—Perdona, puedes pasar. 

Ella asintió y pasó de inmediato cerrando la puerta detrás de ella, se sentó en uno de los sillones que mi madre me había heredado luego de su pronta partida, al ver esto seguí caminando a la cocina donde tomé el azúcar y con una cuchara rellene la taza 

—Tienes un bonito lugar. 

Me di media vuelta y la mire, se encontraba mirándolo todo se notaba suelta, extrovertida alguien totalmente diferente a mi 

—Si, claro. 

Siguió husmeando por un buen rato, algo que no me molestaba para nada por alguna razón que no me pondría a pensar en ese momento 

—Sabes, deberíamos salir a tomar algo alguna vez. 

Mis manos comenzaron a temblar casi soltando la taza, no podía girarse a mirarla así que solo atine a mirar hacia abajo tratando de que la tasa no se me escapara 

—No. 

Ella rápidamente se dio vuelta rápidamente debo admitir que mi respuesta fue algo brusca y su reacción era algo normal puesto que nunca le conté de mi condición que me obligaba a quedarme en este apartamento, tome la taza con azúcar y se la acerque a sus manos 

—Me da miedo salir al exterior, no lo soporto. 

Hubo silencio pero al ver sus ojos me pude dar cuenta que entendía todo sin hacer falta que se lo explique como si con su mirada hubiera visto mi alma marchita, ella se dio vuelta y abandonó el apartamento 

—Volveré. 

Y así lo hizo, ella volvió dia tras dia logró desvanecer todo el aburrimiento que tenia, era divertida y sagaz tenía mucha razón era todo lo contrario a mi, pero tal vez eso era lo que hacía chispas entre nosotros los meses pasaron y ella nunca dejó de venir comíamos juntos, miramos la televisión y un majestuoso dia, dormimos juntos no del modo sexual sino más bien de uno más íntimo que ese, se podía notar desde lejos que nuestras almas estaban entrelazadas, pocas cosas nos podían separar entonces un dia ella fue a mi casa como normalmente lo hacía, pero había algo distinto en el ambiente era más...tenso 

—¿Está todo bien? 

Pregunte algo nervioso mientras ponía mi mano sobre la suya pero su mirada se notaba perdida, claramente no era la misma que siempre 

—Quiero salir contigo, afuera y al exterior. 

Mis ojos se abrieron grandes y mi mano se devolvió hacia mi dirección lentamente como si fuera un reflejo, ella lo noto era más que obvio que no aceptaría 

—No puedo...lo sabes. 

Ella comenzó a llorar y se encamino a la puerta abriendola de par en para poner un pie afuera, se estaba por ir yo por mi parte me levanté y me acerque a ella 

—¡Quiero estar contigo!¡Explorar el mundo a tu lado! 

Las palabras me llegaban como flechas que penetraba mi piel las lágrimas corrían por mi rostro, me sentía impotente e incapaz de poder hacer algo 

—Yo también quiero hacerlo, pero allá afuera ¡Es el infierno! 

Se fue sin más dejándome con la última palabra algo que nunca disfrute me encontraba devastado, los días pasaron, ella no venia todo estaba raro y confuso la noche caía, la luz se habia ido asi que decidi encender una vela para poder encontrar algo de luz en esta inmensa oscuridad, la deje encendida toda la noche y me dormí de repente el humo me despertó estaba por todos lados, el departamento se incendiaba no había forma de apagar el fuego se hacía cada vez más grande y el piso se desmoronaba 

—¡Hey! Vamos, ven aquí. 

Grito ella mientras me giraba rápidamente, para correr hacia la puerta que esperaba a que saliera 

—No puedo hacerlo. 

Ambos llorábamos, los demás vecinos llamaban a los bomberos, pero ellos iban a tardar un rato en llegar, me comenzaba a sentir mareado sentía los gritos necesitaba salir al exterior 

—Vamos...sabes que puedes, debes vencer este miedo o te carcomerá hasta que ya no quede nada de ti. 

Comencé a pensar si todo lo que había hecho valía la pena si de todas formas podría morir adentro de mi apartamento, al mirarla el piso donde estaba parado se quebró no me quedaba otra opción, salte al exterior cayendo en los brazos de mi amada ambos nos fundimos en un abrazo, habia roto la barrera que me separaba del mundo tenía mucho miedo, pero en sus brazos me sentía seguro tendría que afrontar de todo desde ese momento estaba listo para hacerlo por ella, por ambos.

OscuroWhere stories live. Discover now