Una guerra pacífica

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2014

Louis observaba las gotas de lluvia chocar contra el vidrio de la ventana, creando un sonido que algunos consideraban tortuoso y otros una melodía calmada que escondía con ligereza los ruidos urbanos de una gran ciudad.

Su apartamento se encontraba a las afueras de Londres, en un barrio tranquilo y moderno donde muy poca gente podía permitirse vivir, situado en la última planta de un edificio con grandes y acomodadas viviendas. El silencio de su hogar en ocasiones le resultaba abrumador, las sombras solitarias de los decorativos del lugar ondulaban con los cambios de luz, acentuando la soledad con la que convivía al decir no querer ninguna compañía en su apartamento.

Sobre la mesa de café descansaban varios ejemplares de revistas con títulos llamativos y fotografías sugerentes que describían el supuesto robo que sufrió días antes, cuánto trató de volver a casa en un estado muy deplorable. En las imágenes la espada de Harry cubría su cuerpo tirado en el suelo, y verlo junto a él le traía de vuelta sus suaves manos y las dulces palabras que pronunció mientras le ayudaba a levantarse. El reflejo de sus ojos verdes ocupaba su mente hasta el punto de creer verlos difuminados en la niebla que se alzaba sobre las calles adoquinadas, interrumpida por las gotas de lluvia que caían sin intención aparente de parar.

- Perdone señor Tomlinson, ¿desea que limpie también el cuarto de invitados?

Bette, encargada de la limpieza y orden del apartamento cada martes, se encontraba junto a la puerta de la sala de estar, con las manos colgadas tras su espalda y una coleta perfectamente peinada recogiendo su cabello cobrizo. Louis apartó la vista de la ventana y la posó sobre la joven sin dificultad en enfocar su imagen, la luz del lugar igual de gris que la del exterior.

- No me llames de usted Bette, mi nombre es Louis - la chica asintió y el castaño pudo ver una sonrisa nerviosa plasmada en su rostro - Quizás es mejor que regreses a casa antes de que la lluvia pase a ser una tormenta. Llévate uno de esos, seguro que a tu hermana le encantarán.

Bette siguió la dirección de los ojos de Louis hasta la mesa de té, donde junto a todas las revistas descansaba un plato repleto de dulces que recibió Louis aquella mañana y que no había tocado, mucho menos probado. Sí leyó la dedicatoria que los acompañaba, firmada por un niño de siete años y de nombre Landon. En ella expresaba la gran admiración que sentía hacia él y afirmaba haber cocinado aquellos dulces con ayuda de sus padres en la panadería familiar.

Vio como Bette guardaba uno de ellos en una bolsa de papel envuelto en una servilleta, sus ojos perspicaces desviándose a las revistas cuyas portadas protagonizaban Louis y un joven al que no reconocía, de espalda ancha y cabello rizado.

- ¿Pasó miedo?

- ¿Cómo dices?

- Si usted pasó...- Bette agitó la cabeza y se mordió el labio inferior, deseando en voz baja que Louis no hubiese escuchado su formalidad - si pasaste miedo.

Louis se acercó a ella sin apartar sus azules ojos de su rostro ni un momento, agarró las revistas y las amontonó una sobre otra para después entregárselas a la joven. Bette observaba en silencio, sin atreverse a decir una palabra por el rostro serio de Louis. Había aprendido a identificar su humor dependiendo tan solo de las leves e insignificantes señales que su rostro mostraba. Sus expresiones no eran exageradas, y a veces descubrirlas no era algo tan sencillo como debería.

- Tíralas en el primer contenedor que veas, son solo un montón de basura.

Bette asintió, y con las revistas bajo el brazo y el dulce en su mano derecha, se dirigió hasta la puerta del apartamento, dejando a Louis atrás frente a la mesilla de café y con la mirada fija de nuevo en la ventana. Un pequeño sobre se resbaló hasta caer al suelo llamando la atención de la joven, con un voleteo suave y delicado que se detuvo al chocar contra la tarima.

Holding Your HandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora