El ascensor comenzó a pitar. La puerta abierta sujeta por las bolsas daba la alarma. Las dos miraron hacia allí.

- Yo la ayudo con todo esto - se ofreció la pediatra evitando dar una respuesta.

- Gracias – se apresuró a recoger las cosas, mientras Natalia hacía lo propio con algunas de las cosas que se habían salido de ellas – ¿quieres entrar en casa?

- Eh...

- Entra mujer. ¿Te gusta el café?

- Sí, pero no puedo tomarlo.

- ¿Y un té?

- Tampoco.

- ¿Una manzanilla, un refresco, agua?

- Es... mejor que me vaya. Me esperan en casa.

- ¿No te quedas ni un momento?

- No. Solo venía a decirle que si desea ir junto a Alba... yo me encargo de todo. Del vuelo y de todo.

- Ah, eso sí que no, no voy a consentir que me pagues un billete de avión – se negó con rotundidad abriendo la puerta del piso – pasa, pasa – Natalia dudó con las bolsas en su regazo – pero pasa hija, pasa – insistió con genio y Natalia la siguió hacia el interior, era la primera vez que Rafi la trataba con esa familiaridad y le resultó extraño y gratificante - Tengo mis ahorrillos y no puedo permitir que tú...

- Guárdelos – le sonrió – a mí no me cuesta nada. Ya sabe que tengo mis propios aviones. Mañana mismo podría... irse en uno de ellos, y he hablado con el director de Médicos sin fronteras. Tiene un par de habitaciones en un hotel céntrico reservadas perennemente, pero si lo prefiere reservamos una en el que hay al lado del hospital.

- ¿Vendrás tú?

- Yo... no creo que sea buena idea. Hace meses que no hablo con Alba y...

- ¡Le encantará verte!

- No sé...

- Claro que sí. Mi hija es una terca y una orgullosa cabezota. No me ha dicho que es lo que os ha pasado de nuevo, pero te digo yo, que la conozco, que está triste.

¡Si lo sabré yo! Antes cuando llamaba era unas castañuelas y desde la última vez que se fue, parece otra. Yo creo que ya no le gusta estar allí, pero claro, no va a dar su brazo a torcer, porque entonces sería darme la razón y esta hija mía...

- Rafi... perdone que la interrumpa, pero... si quiere que mañana salga el vuelo hay que pedir la orden esta misma noche – le dijo cambiando de tema e incómoda con la conversación.

- ¿No me acompañas? Que seguro que a mi Alba le encanta verte. Si cuando estuvo aquí no paraba de hablar de ti, Nat esto, Nat lo otro, si vieras lo que dice Nat...

- Aunque quisiera, no puedo salir del país, estoy en libertad provisional esperando la sentencia.

- Es verdad, lo vi en las noticias. ¿Tú... no le mataste, verdad? Quiero decir que ya sé que en el juicio dijiste que no te acordabas, pero...

- No fue en el juicio. Es la verdad. No recuerdo nada de lo que pasó. Por eso quería que Alba declarase. Es la única que conoce la verdad. Su declaración podía haberme ayudado mucho.

- A lo mejor no ha venido por que no podía ayudarte – Rafi defendió a su hija ante el leve tono de reproche de Natalia que enrojeció levemente.

- Dejemos de hablar de mí. Lo importante es Alba y que si quiere, usted esté con ella.

- Querer, quiero, pero... yo sola allí... con tantos extranjeros...

La ClínicaWhere stories live. Discover now