𝗪𝗢𝗡𝗗𝗘𝗥𝗪𝗔𝗟𝗟 ━━ ❝No creo que nadie sienta lo que yo siento por ti ahora.❞
En Raíz había un lema: no hay nombres, no hay sentimientos, no hay pasado ni futuro, solo existe la misión. Y todos sus miembros lo tenían grabado a fuego en sus mente...
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Le había pedido al bartender un cigarrillo.
Con la vaga excusa de salir a fumar, volvió a salir al callejón, donde la oscuridad la recibió como a una vieja amiga. Se aseguró de que nadie saliera no se asomara y creó un clon de sombra, al que mantuvo transformado con la apariencia que había llevado hasta ese momento.
Luego, volvió a transformarse. Esta vez procuro verse lo más sexy posible. Al menos, lo que ella creía era verse sexy, tampoco era como si tuviera mucho conocimiento de causa. Simplemente había imaginado una de las modelos que salían en las revistas de Ino, con la ropa más provocadora que se le ocurrió.
Su nariz se frunció con disgusto al ver su apariencia. Aquella situación le parecía degradante, no podía creer que se estuviera rebajando a eso.
El cabello blanco le llegaba por debajo de la cintura, y sus ojos se habían vuelto de un celeste brillante, que combinado con su pálida piel de porcelana, le daba una apariencia de lo más exótica. Debía dar la apariencia de estar a mediados de sus veinte.
Ugh, me siento como animal de circo.
Se adentró en el lugar tratando de reprimir la mueca de disgusto, aunque no le había resultado sencillo. Y supo que su elección de apariencia había acertado cuando notó las miradas sobre sí. Observó de reojo a su clon, que había vuelto minutos atrás a su lugar previo, y mantenía las apariencias mientras mantenía un ojo sobre el lugar.
Si algo sucedía, lo sabría de inmediato.
Se acomodó con ambos brazos sobre la barra y observó a su alrededor, como si fuera la primera vez que veía todo aquello. Detuvo su mirada sobre el mensajero, que no había quitado la suya de ella desde que entró al establecimiento, y Nagi sonrió.
Muérete, bastardo.
Pensó para sí misma, mientras caminaba con paso delicado hacia la mesa de su objetivo. Tocó la superficie de madera con la punta de sus dedos y se inclinó ligeramente hacia adelante, aguantando la sonrisa en su rostro.
—Hola —murmuró, ya que realmente no sabía qué decir en aquella situación.
Por suerte, no fue necesario que dijera nada más, pues el objetivo se hizo cargo del asunto.
—Hola, preciosa. —Sonrió sin dejar de mirarla, y Nagi quiso golpearlo con todas sus fuerzas. ¡Ella no era un pedazo de carne para que la viera con esos sucios ojos! Se tragó los insultos que amenazaban con escaparse de entre sus labios y parpadeó lentamente, recordando uno de los consejos de Ino—. ¿Quieres sentarte? Beber algo... charlar...