Capítulo 31

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—Dijiste que harías cualquier cosa que te pidiera. —Yongbok dijo casualmente mientras les sacaba las cáscaras a las mandarinas.

Era un día soleado, lleno de los sonidos de la naturaleza. Yongbok había querido disfrutar un momento de soledad, donde no tuviera que sonreír falsamente, no fuese acosado por Hyunjin y no tuviese que ver el vientre abultado de Jiancheng. Sin embargo, Changbin era muy obstinado en perseguirlo, Yongbok estaba tan cansado que ya ni siquiera reaccionaba ante los continuos acercamientos del otro.

—Lo haría, pero esto, estoy seguro de que no es lo que quieres. —Seo respondió, a la vez que recibía un manotazo por intentar robar una de las frutas.

—No son para ti. ¿Vas a hacerlo o no?

—Puedo hacerlo si quieres, sin embargo, para extraer el bebé de un vientre, la madre sufrirá un infierno y morirá seguramente.

La mandarina que Yongbok estaba sosteniendo fue apretada con fuerza y el jugo se desbordó por todos lados. Changbin tomó su propio pañuelo y limpió la mano del más bajo, acercándose hasta que sus hombros estuvieron juntos.

El Príncipe frunció la nariz y miró hacia el oficial. Estaba demasiado familiarizado con los olores de las hierbas medicinales, así que cuando Seo se acercaba mucho podía percibirlo en él, lo cual encontraba extraño, ya que el olor a medicina sólo se podría adherir en alguien que la consumía a diario y en grandes cantidades. Además, aunque era leve, también olía a humo.

—Estaba bromeando, no voy a abrirle el vientre a Liu Jiancheng. No me importa lo que pase con ella, pero no mataré a tu hijo.

Los dedos de Yongbok volvieron a cerrarse y la mano de Seo fue atrapada por el Príncipe, el oficial sabía que no fue intencional, pero aun así la acción le calentó el pecho.

—Su Majestad, sé que no quieres hacerle eso al bebé.

—Tú no lo sabes.

—Estás asustado.

—A estas alturas, ¿qué podría asustarme?

—La lectura del anciano Choi.

Yongbok apretó los labios, Changbin supo que iba a gritarle, por lo que interrumpió rápidamente.

—Escuché del doctor que el bebé ha dejado de moverse.

—¿Y qué? Era una cosa molesta pateando todo el día.

—¿Gritaste?

—Oficial Seo, no cruces la línea. No es asunto tuyo.

—Tengo un regalo para ti.

Seo sacó de entre las solapas de su uniforme un pequeño tambor de mano hecho de madera, había una figura de una grulla en uno de los lados del tambor y un carácter extranjero en el otro.

Era un juguete.

Yongbok lo tomó por inercia, él solía tener cientos de estos cuando vivía en el palacio de su madre, le gustaba jugar con ellos incluso cuando creció. Ahora que lo veía, sólo podía sentir un atisbo de melancolía.

—Dijiste que ibas a tomar la responsabilidad, Yongbok. Piénsalo bien, y si todavía no quieres un hijo, pregúntame por ayuda la próxima vez que me veas y voy a arreglarlo por ti.

—No necesito tu basura.

El más bajo tiró el juguete y tomó la cesta con las mandarinas. No obstante, se detuvo después de dar un par de pasos cuando Seo volvió a hablar.

—Yongbok, tengo que irme de la capital por un tiempo.

El Príncipe apretó con fuerza la cesta en su mano, él siempre estaba enojado, pero Changbin se las arreglaba para enfadarlo más.

Corona Imperial (ChangLix)Where stories live. Discover now