oliver-XVIII

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Oliver

"No pasar. Amy se encuentra en una depresión profunda e irreparable"

—Le afectó muchísimo —comento, leyendo el cartel puesto en la puerta de la pieza de la Amy.

–No quiere salir de su cama ni aunque le cocine cupcakes. Solo llora y escucha su música a todo volumen, aunque lo segundo ya sabemos que es muy típico en ella —responde el Cirus.

—Apenas me enteré de la noticia, vine corriendo hacia ella —suspiro.—Le traje chocolates, ¿crees que ayude en algo?

—Le he traído como tres veces, me los recibe y sigue llorando —se encoge de hombros.—Quizás verte le ayude más.

—¿Como si fuera la cura para su dolor? —sonrío.

—Como si fueras una hierbita sanadora —sonríe.

Yo le devuelvo la sonrisa y abro despacito su puerta, metiendo la pura cabeza primero y luego el resto del cuerpo. La veo acostada con muchos pañuelos a su alrededor, sus ojos hinchados y su nariz rojita.

—Amy, ¿se puede? —pregunto, llamando su atención. —Traje chocolates y toda mi disposición para dar abrazos.

Ella me mira y sonríe levemente, para luego hacerme una seña con sus manos e invitarme a sentarme junto a ella.

—Lo siento muchis...

—¿Por qué la gente que se ama tanto terminan? —me pregunta, llorando.—La vida no es justa, esas parejas deberían ser infinitas.

—Pero no sabemos qué hay detrás de lo que vemos, Amy. Quizás estaban pasando por una etapa difícil. Las celebridades también tienen sus problemas.

—Pero es que yo estaba tan tan taann enamorada de Shawn y Camila —suspira.—Si hasta el Wilson me prometió venir más tarde a llorar conmigo.

—Lo sé, lo sé. Hay veces que nos enamoramos pero solo se queda ahí el sentimiento —sonrío.

Ella asiente, secándose las lágrimas y mirándome fijamente.

—¿Me pasas los chocolates?

Yo río y se los entrego.

—¡Ay! Son mis favoritos —dice animada al ver los chocolates.

—Todos tus chocolates son tus favoritos menos los que tienen almendras —río.

—Es porque..

—Las almendras ocupan el espacio donde podría haber más chocolates —termino su frase.—Me lo sé de memoria.

—Me conoces tan bien —sonríe ella.—Ahora, ¿me cuentas que ha pasado con la chiquilla Sarai?

Yo sonrío tristemente y me acomodo, recostando mi cabeza en la pared.

—No la he visto ni de lejitos, Amy.

—¿En cuánto? De seguro la viste hace unos días —sonríe ella.

—Son dos semanas, Amy. No un día, ni dos, ni siete, son dos semanas sin saber nada de ella —suspiro, preocupado.

—¿Crees que le pasó algo? —pregunta, mirándome atenta.

te invito un coyac Where stories live. Discover now