sarai-XVII

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Sarai

Estoy frente a la puerta de la casa de el Vicho. Muy nerviosa y ansiosa. Escucho la bulla y conversaciones de su familia, parecen alegres.

Toca la puerta. Vamos, Sarai.

Me asusta que pueda pasarme lo mismo que en liceo, ese tipo de ataque de llanto y desesperación. Pero no, hoy debe salir todo bien, todo lindo. Yo vengo  a relajarme, a reír, a disfrutar, y no a pasarla mal.

Con una mano intento alisar mi vestido que llevo hoy, quizás debí venir con algo más abrigado pero se ve muy bonito. También me peino un poco el pelo para lucir presentable. Y con la otra mano estoy sujetando el queque que hice hoy para la once, creo que quedó rico, es una receta que llevaba preparando hace muchísimo.

Tomo una respiración profunda y me animo a tocar la puerta.

—Sarai—abre el Vicho, sonriendo.—Que bueno que viniste, ven, entra.

Yo le muestro el queque con una sonrisa tímida.

—Lo hice yo misma—comento, nerviosa.

Él le da una breve mirada.

—No sé si lo pesquen mucho, hay harta comida que mandó a comprar mi mamá, pero gracias igual—se encoge de hombros, recibiéndolo.

Yo siento una punzada triste en el pecho, pero no digo nada.

—Permiso—murmuro, entrando.

—Ey, Sarai—intenta tomarme del brazo antes de entrar, pero yo me alejo rápido.

—Aún no—suspiro.

—¿Qué?

—No me toques, por favor—murmuro.

Él luce decepcionado pero solo asiente.

—¿Puedes bajarte más ese vestido? Está gran parte de mi familia, Sarai. No quiero que piensen algo malo de ti—explica, rascándose la nuca.

¿Por qué me dice eso y no un "que linda te ves hoy"?

—No se puede, es así—susurro, intentando frenar la decepción.

Miro hacia abajo, no pensé que estaría corto si casi me llega a las rodillas.

—Ya, era...—bufa.—Vamos.

Él me guía hacia el comedor donde están todos reunidos y ya en sus asientos.

Muchas miradas fijas en mi, eso me pone terriblemente nerviosa. Conozco solo a los papás de el Vicho y al resto de su familia la he visto desde lejos o escuchado sus nombres en alguna que otra ocasión.

—Buenas tardes a todos—sonrío tímidamente.—Y provecho, lamento atrasarme.

Todos saludan y me sonríen, permitiendo que ya me tranquilice más.

Cada uno se presenta, están las tías de el Vicho que son solo tres: Julia, Carmen y Teresa. Los tíos que son dos: Ricardo y Moisés. Y su abuela llamada Claris, si es que no es un apodo. También habían niños más chiquitos, pero no pudieron presentármelos bien porque andan a vueltas por la casa.

—Tranquila, Sarai. Es un gusto verte por aquí de nuevo—sonríe la mamá de el Vicho, saludándome.—Siéntate aquí, mira—señala un asiento.

Las pocas veces que la he visto, ella ha sido un amor conmigo. Me trata bien y es simpática. Me cae bien la tía Rebe.

Incluso, la relación con el Vicho es muy buena, igual que la de su papá con él. Es como el orgullo de su familia por sus notas y lo bien que le va en el fútbol.

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