13

492 58 0
                                    

Cuando finalmente le dejó ir fue una sensación totalmente agridulce. No le dió tiempo de pensar en como volver a su ritmo habitual, buscar una forma de comprobar qué tan ebrio estaba Sherlock cómo para saber qué tan fácil sería retirarse luego. Era cruel, pero la única escapatoria que veía era esa, enviarlo a otro cuarto y huir o insistir en seguir bebiendo y dejarlo en aquel sillón mientras volvía a casa con restos de la experiencia impregnados en la piel.

Él que terminó cediendo a volver al sillón fue él, y aún así tuvo el impulso de ayudar a Sherlock a mantener el equilibrio mientras ambos se sentaban nuevamente, no terminaba de procesar dónde estaban las manos de cada uno a esta altura, solo sabía que seguían muy cerca, y que tenía que encontrar la forma de llegar a un acuerdo. Una tregua hasta el día siguiente, cuándo las reglas creadas esta noche no signifiquen nada y la magia de dejar a El Amo del Crimen en la puerta desapareciera. Los cuentos de hadas no eran escritos sobre personas como ellos de todas formas.

William no sabía cómo responder aún a la pregunta, todo volvía a la primera cuestión "¿qué es lo que te detiene?", y era una respuesta tan larga, y había tantas contradicciones y vueltas y preguntas que él quizá siquiera se había planteado aún. Todo. La respuesta era todo. La respuesta era él, su misión, el día, el lugar, absolutamente todo estaba en contra de la propuesta y de alguna forma se atrevía a deslizarla sobre la mesa, como si sospechara que había una posibilidad a su favor, ¿por qué apostaría en primer lugar si no estaba seguro? ¿De dónde venía su seguridad? Del alcohol, los cigarrillos, y la curiosidad alrededor del futuro que no podría presenciar. Era un golpe bajo.

A letter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora