La espalda de Louis apoyada sobre la pared, mientras se autocomplacía sin esfuerzo masturbándose frente al rizado, quien sin saber cómo, aguantaba sus ganas de follárselo con dureza a modo de castigo por lo que estaba haciendo. La tensión en el ambiente, la calentura de ambos cuerpos buscándose mutuamente, escondiéndose en la oscuridad de los deseos que sin saberlo, los dos ansiaban con fuerza.

Pero el ojiazul sabía exactamente lo que estaba haciendo. Subió su mano libre por su torso, pasando por su pecho hasta llegar a su cabello, dónde comenzó a tirar levemente demostrando todo el placer que estaba sintiendo. El ojiverde no perdió detalle del espectáculo.

Hasta que no aguantó más.

Se bajó los pantalones con rapidez, sacándose el miembro sin llegar a quitarse los bóxers. Louis lo miró con el ceño fruncido cuando él también comenzó a tocarse, y negó con la cabeza.

—¿Cómo puedes ser tan cerdo de tocarte mientras me ves masturbarme? —habló con firmeza, sin disminuir el ritmo de su mano. Harry jadeó.

—Si quisieras follar, ya estaríamos follando. Así que intuyo que no quieres, y no te voy a insistir. Pero tampoco voy a quedarme mirando mientras me explota la polla por tu maldita culpa. —bufó. Su mano se movía lenta; se estaba reservando.

El ojiazul apartó la mano de su miembro. Se acercó al rizado en cortos y lentos pasos, advirtiéndole sin necesidad de palabras de que su llegada a él no traía nada bueno. Y así fue.

Se colocó de rodillas de un solo movimiento, y Harry sonrió. Había aprendido bien.

—Aparta tu mano de ahí.

Y justo en ese momento, a Harry no le importó nada más que obedecer a su bichito, sabiendo perfectamente que sería apremiado por eso.

Colocó sus manos en el colchón, inclinándose levemente hacia atrás. Sin perder detalle de lo que se venía a continuación.

Louis lo miró a los ojos colocándose entre sus piernas como tan bien sabía hacerlo, y agarró su miembro con su mano derecha, moviéndola tan suavemente que incluso llegó a doler.

—T...tan lento n...no. —ordenó. Su miembro emitía pequeños pinchazos que realmente, dolían cómo nada.

—¿Te duele? —su voz calmada reconfortó el ambiente.

—Sí.

Incrementó la velocidad. Su mano subía y bajaba con rapidez por la longitud del rizado, quien totalmente llevado por el momento, echó su cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos. Louis sonrió complacido, observando con orgullo todo lo que él mismo estaba provocando.

—Vamos bichito, cómetela. —animó. Su respiración entrecortada hizo sonreír al ojiazul, quien lo miró—. Sé que quieres hacerlo, sé que te encanta.

Louis obedeció, volviendo a su rol sumiso de siempre. Porque así era. Él era su niño, su bichito, su bicho malo tanto dentro como fuera de las sábanas. Él siempre obedecía, y le gustaba hacerlo porque era consciente de que Harry sabía exactamente como darle todo el placer del mundo sin necesidad de mandar él. Era jodidamente pasivo, mezclándose perfectamente con el rol activo de Harry, quien no sabía mantener relaciones si no era él quien mandaba, ordenaba y dominaba la situación.

El amo con su sumiso, y el sumiso con su amo. Suyos, solamente suyos.

Harry gimió con fuerza cuando sintió tocar la garganta de Louis, quien introdujo en su cavidad bucal todo su miembro de golpe.

—Joder. V...vamos bichito, demuéstrame lo que s...sabes hacer. —jadeó.

El ojiazul comenzó a masturbarlo con su boca, introduciendo y sacando su miembro de su boca tantas veces como le fue posible. Velocidad, rapidez, estrategia y técnica. Lo tenía todo.

Un juego de dosWhere stories live. Discover now