Louis subió a la habitación dispuesto a cambiarse al ir todavía en toalla, y Harry lo siguió sin tener nada mejor que hacer.

Se sentó en la cama. Sus ojos verdes se clavaron inconscientemente en el castaño en cuanto su toalla cayó al suelo, y una sonrisa traviesa apareció en sus labios cuando quedó totalmente desnudo frente a él.

—Ahora ten cojones de preguntarme por qué siempre estoy caliente. —frunció el ceño.

—Te calientas tú solo, yo lo único que estoy haciendo es vestirme. —sonrió de lado.

—Maldito bicho malo, sé que sabes perfectamente lo que estás haciendo. —se agarró el miembro por encima del pantalón cuando comenzó a dolerle, y suspiró tratando de controlarse. Se sentía como si estuviera a punto de explotar.

—Te veo muy necesitado, bebé. —vaciló. Su voz seductora claramente intencionada no ayudó en lo más mínimo.

—Cómo vuelvas a hablarme así te juro por mi puta vida que te haré gritar mi nombre hasta que te quedes sin voz en las entrañas. —advirtió molesto, claramente excitado.

Louis sonrió. Aún permanecía desnudo, dándole la espalda al rizado con la excusa de que debía peinarse frente al espejo. Harry lo observaba en silencio.

Sus curvas, su espalda marcada, las gotas de agua deslizándose con rapidez por su piel, dándole un toque muchísimo más ardiente a la imagen que ante él se hacía ambiciosa. El rizado ni siquiera pestañeó. Ansiaba poder culminar las fuentes del deseo que en su corazón habitaban desde que lo contempló desnudo por primera vez, siendo aquella imagen la que conseguía arrastrarlo al maldito infierno hasta acabar con todo rastro de cordura que pudiera residir en él.

Louis lo miró con recelo desde el reflejo del espejo, observando orgulloso lo que conseguía provocar en él. El ojiverde agarraba con fuerza su entrepierna en un intento inútil por calmar su sed de poseerlo y hacerlo suyo hasta caer rendidos sobre el colchón, mientras que su mente trataba de liberar todo deseo impuro que se cruzara por los rincones más oscuros de su conciencia, torturándolo sin piedad.

—Me miras mucho. —sonrió con sorna, aún con esa voz forzada que no logró apaciguar al rizado.

—Tonto sería si teniéndote así delante de mí, no te mirara. —habló sincero

El ojiazul sonrió complacido. Se giró sobre sus talones quedando frente a él, y observó con atención cómo el bulto de su entrepierna creció a niveles considerables cuando llevó su mano a su miembro, moviéndola al compás de su agitada respiración. Harry no podía creerse lo que estaba viendo.

—Deja de tocarte ahora mismo. —ordenó. Su cordura desapareciendo poco a poco, su autocontrol encerrando en algún rincón de su conciencia a la bestia que luchaba por salir ante aquella imagen que tenía frente a él. Louis negó, sin frenar los movimientos de su mano.

—¿Por qué? masturbarse es bueno, ¿lo sabías? beneficiario y natural. —vaciló.

Sus labios se entreabrieron levemente cuando un pequeño gemido se escapó en un susurro, y Harry apretó su mandíbula. Su espalda se tensó en el momento en que su entrepierna comenzó a arder suplicando atención, y se restregó la mano con estrategia tratando de aguantar.

Pero le quedaba poco.

—Louis, déjate esta mierda de juego ahora mismo, no me hace ni puta gracia.

—¿Juego? —gimió bajito—. S...solo me estoy tocando, te r...recomiendo hacerlo tú t...también.

El ambiente estaba ardiente, tanto que ambos cuerpos comenzaron a sudar al no poder resistirse a la calidez que se respiraba en aquella habitación.

Un juego de dosWhere stories live. Discover now