Capítulo 23. •Secretos•

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—¡No! —protestó la voz femenina proveniente del interior del oscuro cuartucho— ¡No quiero que se acerquen más! No me pueden ver así, en este estado tan deplorable —dejó escapar un sollozo— ¡Manténganse lejos!

Todo indicio de luz fue absorbido por la densa negrura que habitaba la encerrada habitación. En su interior una mujer de familiar voz se ahogaba en su lamento. «¡Esa voz!». Auné en mis pensamientos. Seguimos el camino de la oscuridad, adentrándonos a pesar de los reclamos de la lastimosa mujer.
—Sé lo que están pensando —dijo oculta en las sombras, con un tono sombrío—. No estoy loca, solo dañada. ¡Mi imagen, mi imagen quedó dañada, por causa de la Dama de Hierro!
Los eventos quedaron marcados por las dudas. Natasha nos había guiado al interior de la habitación, sin embargo, nunca llegaron las explicaciones pertinentes sobre la desconocida y última visitante.
—Regente —pronunció Londres con sumo respeto. Su oído acertó a mis suposiciones, despertando el asombro de los presentes.
La mujer se removió en su lugar, provocando un evidente sonido.
—Conozco esa voz —dijo, descubriendo a la imperceptible y a la vez menguada iluminación una sus manos, palpando el cuerpo del Modificado—. ¡Expedicionario! —retuvo sus palabras afables— ¿Qué ha sido de los Corredores? Apenas logré escapar con vida de la emboscada, mi hermana pereció cruelmente en el intento.
—Los Corredores fueron aniquilados, Antigua. Quedamos disueltos.
La mujer ahogó su pesar en silencio. La marcada voz de fábula era inconfundible, despertando en mi memoria los últimos y desafortunados encuentros con la gemela. Supuse que en algún momento nuestros caminos se volverían a cruzar, mas era incapaz de imaginar las condiciones que lo propiciarían.
Con el transcurso de los minutos cesaron los sollozos, dejando solo la mudez como signo de la presencia de la regente de los derrotados Corredores.
—Sé los motivos por los que están aquí, Natasha me advirtió sobre su presencia. Tengo una deuda que saldar con la Mariposa Desdentada. —escuché sus pasos desandar la habitación mientras se decidía a, finalmente, invocar palabra— Quiero estar sola, así que hagamos esto rápido.
—¿Qué es lo que intentan hacer? —cuestionó Victoria exasperada — No entiendo ¿Quién es esta mujer?

De la oscuridad se percibió el sonar de un soplido en señal de silencio, cortando en el intento las palabras de la guardiana.

—Agentes, necesito que den un paso atrás, por lo pronto, esto no tiene que ver con ustedes —ordenó Natasha usando un tono bajo. Los agentes obedecieron plagados de dudas.

El motivo de la reciente orden me parecía inentendible, creando una terrible sensación de desconcierto en mi interior. La mano de la antigua resurgió de la negrura con suma rapidez para luego retornar a las sombras, sumergiendo a Victoria consigo. Presentí un sonar vacío y seco. Repitió por sorpresa el movimiento, esta vez siendo Londres su objetivo. Temí ser el próximo.
—Solo cierra los ojos —susurró la antigua a mi oído.
Apenas la vi aparecer, descubriendo su rostro dañado frente al mío. Nuestros labios hicieron contacto, provocándome una agonizante punzada de dolor en el interior. Quedé a la deriva en mi mente.

Sufrí cada descarga eléctrica sobre mi cuerpo. Los nanobots que corrían por mis venas brindaron resistencia ante el beso de la gemela. Su toque intencionado terminó creando un puente neuronal entre todas nuestras mentes, sin necesidad de aguardar a la fase REM. Mi tiempo estaba cronometrado, los nanobots volverían a brindar resistencia, sin embargo, en el plano de los sueños todo fluía diferente. Mi cuerpo cayó desplomado al suelo.
Pasados los minutos dejé de responder a los impulsos externos, quedando a merced de los recuerdos ajenos.

La blancura me acogió como un segador suspiro. Podía sentir las pisadas revoloteando en torno a mí, mas no hallé a nadie alrededor.

—Ellos no pueden verte, tampoco escucharte —pronunció la gemela refiriéndose claramente a la pelirroja y al Modificado. Continuaba sin mostrarse, el odio hacia su arruinada imagen la aprisionaba—, entraremos en sus mentes, aunque esta vez como invitados, simples espectadores. Observa atento y no te pierdas ni del mínimo detalle. Presiento que podremos hallar respuestas valiosas.
Giré con desespero hacia la derecha, luego a la izquierda, aun así, no podía verla. Su presencia se apoderaba de todo mi interior.
—Saltaremos ahora. La mente del primero nos espera.

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