El Chico Naranja | Jin

9장

Me dio gracia mis acciones que, en vez de seguir llorando, empecé a reírme como nunca lo había hecho. Estaba perdiendo a Emerson y saberlo me estaba rompiendo el corazón. Yo sabía que sin su atención y amor ya no iba a continuar con mi vida, pero tampoco me iba a ir sin llevarme a gente que me acompañase al infierno. Ese hombre que estaba en la esquina de mi habitación dejó de reírse cuando comencé yo a hacerlo, según recuerdo su nombre era Rtlizum, pero qué sé yo, él sólo apareció a estar jodiendo mi existencia. Yo siempre pensé que Emerson y yo éramos el uno para el otro, pero me equivoqué: perdón por haberme enamorado de ti.

En ti, Emerson, encontré la atención y el amor que siempre me faltó en la vida, pero decidiste cambiarme por la puta que traes ahora. ¡Adiós, Emerson! ¡Te arrepentirás!

Nunca pude expresar mis sentimientos, pero lo daba todo cuando convivía contigo: ahora me odias como todos a mí alrededor. Mis ataques de ira habían desaparecido cuando te conocí, pero ahora que te vas, han regresado. Y es que no es tu culpa, amor mío, es culpa de la mujer que está detrás de ti. Una cosa te voy a decir, Emerson, ella no me cae bien., ¿entendido? O te deshaces de ella o yo lo hago a mi manera.

Recuerdo muy claro en mi mente los últimos días que tuve con toda mi familia. Eran vacaciones de verano y mis padres se la pasaban en el jardín, cerca de la laguna, charlando. Supongo que hablaban sobre los problemas económicos por los que estaban pasando pues mi padre había perdido todo su dinero en una inversión en la bolsa que nunca valió la pena. Mis hermanos constantemente me humillaban, pero más mi hermano mayor —al que nunca aguanté—. Era mucho más alto que yo y se aprovechaba de mi baja estatura y de mis problemas de salud en aquél entonces. Mi hermano pequeño era un imbécil, ni siquiera sabía leer correctamente a su edad: me daba vergüenza. Recuerdo que un día, cuando jugábamos golf en los jardines de la casa, me caí después de haber corrido por mi pelota. Mi padre me vio y me reprendió con palabras que yo consideraba fuertes en aquél entonces. Mis hermanos estaban alrededor mío mirándome como un bicho raro mientras que yo yacía en el piso con las rodillas raspadas y sangrando. Recuerdo que vi a mi madre a los ojos y que ella también me miró; ella ni siquiera me defendió, tan sólo me observó y desvió su delicado rostro a otro lado. Me sentí fatal después de esa tarde.

A mí me comenzó a fascinar la química desde muy pequeño, pero nunca lo puse en práctica hasta que cumplí los seis años. Mi madre me ayudó la primera y la segunda vez, pero la tercera me las tuve que arreglar yo mismo. Tenía unas manos diminutas e inútiles que no me dejaban usar el encendedor correctamente. Me lastimé varias veces hasta que pude conseguirlo; mi padre me gritó y me golpeó cuando vio el desorden que había hecho pues se me había olvidado recoger todo el material y lo dejé tirado en el suelo de la biblioteca. Por cinco años estuve experimentando con la química y, cuando cumplí los diez años, las sustancias tóxicas eran mi musa. Leía y experimentaba día y noche para obtener veneno azul, mi color preferido; un veneno tan poderoso que provocase una muerte lenta y dolorosa. Recuerdo que, cuando estuve a punto de obtenerlo, lo experimenté con el perro de mi hermano y, cuando éste murió lentamente en agonía, supe que lo que había hecho era una obra maestra. Entendí que no era lo mismo experimentar con animales que humanos, así que hice un plan del cual nunca me arrepentiría en la vida: iba a hacer la cena y le iba a ofrecer a mi familia mis bebidas azules esmeralda.

— ¿Qué es lo que hace, señor? —me preguntó el mayordomo acercándome.

Me había salido al jardín con mi botiquín y Locke me había visto. Traté de ocultar lo mejor posible lo que estaba haciendo y lo que escribía, pero el viejo entrometido no se iba a ir si no le daba una respuesta.

— No es nada.

Locke no me contestó, tan sólo se dio la vuelta y me preguntó:

— ¿Se le ofrece algo, señor?