Aidan Gallagher /Mix

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Viernes por la noche y por alguna extraña razón Aidan había decidido invitarme a una de sus fiestas masivas, no me malinterpreten, no era un ser amargado que iba por la vida a los 18 años odiando a todos. Solamente me gusta pensar que aunque nos conocemos desde que usábamos pañales, nuestras vidas en el ámbito social habían tomado distintos caminos y no había un punto de coincidencia más allá de nuestros dos mejores amigos, los gemelos Jason y Sapphire.

—Princesa, la gente no muerde —el rizado hizo una pausa, creando una fina línea con sus labios para después seguir hablando —, bueno, alguna vez escuché que Olivia mordió a Tyler en segundo grado pero de eso ya pasó mucho tiempo.

Su hermana y yo lo miramos, acto seguido nuestras miradas cruzaron y no pudimos evitar estallar en una carcajada que, aunque por muy estruendosa que fuese, el sonido de la música en la casa de Aidan la opacaba. Nadie dijo otra cosa, creo que con esa pequeña liberación de tensión fue suficiente para que mis pasos me adentraran en el lugar ya tan conocido y memorizado por mí que me fue fácil perder a mis amigos en un abrir y cerrar de ojos.

[...]

Tenía que confesarlo, después de seis cervezas, tres caballitos de tequila y solo Dios sabrá cuantos tragos a garganta profunda de vodka que había dado, finalmente estaba bailando con algún desconocido perteneciente al equipo de lacrosse, sus manos eran demasiado escurridizas que en más de una ocasión tuve que separarme para acomodar mi falda, ¿me molestaba? Para nada, ¿podía ser uno de los efectos secundarios del alcohol? Seguramente.

No había visto en lo que iba de la noche a Aidan y de no ser porque él había organizado la fiesta y él vivía en aquella enorme casa de dos plantas, donde la mayor parte de la decoración recaía en fotografías de él en todas las etapas de su vida.  Al menos eso creí ya que en el momento que mi acompañante me pegó a su cuerpo, casi logrando que yo perdiera el poco equilibrio que me quedaba; nuestras miradas chocaron, mientras sus manos se aferraban recelosas a las de su rubia compañía a lo que negué divertida tratando de ignorar a mi amigo.

¿En algún momento mencioné que él y yo éramos solamente amigos? Bueno, si lo hice quiero disculparme pero es el título más aproximado y el que impide que me coma la cabeza buscando una explicación lógica a lo que en más de una ocasión había sucedido entre nosotros. Puede que a estas alturas el alcohol es el que esté hablando y les brinde más detalles de los que ocupan para entenderlo, quisiera resumirlo en esta simple oración "los amigos no miran al otro de «esa» forma", ¿lo han entendido? Espero que si.

— Ya vengo, iré por un trago.

Me separé como pude del chico y antes de que pudiera responderme, simplemente me alejé de él. Llegando a la cocina sentí un fuerte, posesivo y autoritario agarre sobre mi cintura, antes de girarme para encontrarme con su rostro contraído y su mandíbula marcándose de una forma vínica debido al enfado, supe que era él.

—Acompáñame arriba.

El alcohol y el ambiente no ayudaban por lo que solamente asentí, rendida mientras mis pasos lo seguían hasta la segunda planta y muy probablemente, hasta su habitación.

—¿Y ahora cuál fue el mal que yo hice?

Me sorprendió que me dejara terminar de hablar puesto que no tardé en sentir su boca atacar con desespero y necesidad la mía. Mientras sus manos llevaban un paso torpe, prácticamente bruto y como si sus instintos fueran los de un animal aunque claro, no hubo resistencia alguna de mi parte.

—Aidan...

Su dedo índice acalló cualquier rastro de mi voz, por un momento había olvidado donde estábamos y el que estaba pasando en la planta que yacía bajo nosotros. Las palabras sobraban, eso lo entendí cuando sus labios, tan suaves y delicados comenzaron un camino de húmedos besos hasta el valle de mis senos, previamente desnudado.

La habitación se volvió un manojo de gemidos, maldiciones y jadeos, si en algún momento antes de entrar a la fiesta tuve la idea de que hacía un frío horrible, ahora había desaparecido completamente. Embelesada y sin caracterizarme por ser una chica de respuestas y reflejos rápidos le ayudé a deshacerse de las prendas que restaban y aún adornaban nuestros cuerpos y que terminarían siendo parte de la decoración.

—No puedo soportar que alguien más te toque —su tono fue posesivo y celoso que en realidad me sorprendí.

Quise hablar, quise recriminarle todas las veces en que yo había tenido que desviar la mirada para no presenciar como le coqueteaban con descaro en los pasillos de la escuela; no pude hacerlo, no porque no quisiera o no supiera que decir, sino porque en ese momento sentí sus largos y tibios dedos hundirse en mí, robándome un sonoro gemido ante la sorpresa y obligándome a clavar las yemas de mis dedos sobre su piel.

—Ai...dan

Mi voz se cortó, sus dedos comenzaron a ir en un vaivén pausado, casi tortuoso que me llevaba al límite y darle el gusto de suplicar por más, de saciar la necesidad que mi anatomía tenía de la suya.

Los gemidos fueron en aumento, el deseo y el desespero corrían por nuestras manos que cuando menos lo esperé, mi mirada recayó sobre nuestras intimidades para darme cuenta de que alineaba su miembro en mi entrada (tal y como lo había hecho en más de una ocasión). Nuestras miradas se enlazaron después de ello, asentí y el tiempo se congeló; él entró de una sola estocada en mí, lo que me hizo rasguñar su espalda.

Ahí, estando apoyado mi cuerpo contra la pared y aprisionada por su mano izquierda mientras con la derecha me tomaba por el mentón, su cuerpo comenzó a moverse, llenando mi interior y acrecentando el placer que recorría mi cuerpo en leves oleadas de corrientes eléctricas, lo odiaba tanto por conocer cada punto débil de mí y hacerme tocar el jodido cielo.

Unos minutos después, con nuestros cuerpos cubiertos por una fina capa de sudor, mis manos aún aferradas a sus hombros y él embistiéndome con dureza fui capaz de percibir como ambos llegábamos al orgasmo, mis piernas temblaban y nuestros pulmones luchaban por recobrar el aliento perdido. Con delicadeza me cargó, llevándome a la cama y recostando nuestros cuerpos en esta.

—Te amo Camila, te amo en verdad —fueron sus últimas palabras mientras se abrazaba a mi delgado cuerpo, justo antes de caer en un profundo sueño.

Y mientras él dormía y la música aún resonaba debajo de nosotros; yo lo miraba, lo admiraba tan tranquilo y me preguntaba, ¿algún día dejaríamos de mirarnos de la forma en la que los amigos no deberían hacerlo? ¿O todo esto quedaría como un bonito y efímero momento de nuestra adolescencia?

»🍌«
Dedicated to:
killerqueen-draco
Bueno, la verdad es que yo vivo en la luna y con miles de crisis, pongan de cabeza a todos sus santos para que podamos terminar la tanda que resta este año.
Muchas gracias por el apoyo, la paciencia y el cariño, nos estamos leyendo y espero les guste este os (tantos años y sigo siendo un asco en el smut, una disculpa).

One shoots [2]Where stories live. Discover now