—Rusia —llamó—, firme y al frente. El resto, formación. —Nadie se hizo esperar y tomaron sus posiciones. 

—Perú, aquí. —Avanzó al lugar indicado cuando lo llamaron. 

Todos ya sabían de qué iba. 

—Es simple, muchacho. —Sin necesidad de recalcar por qué había llamado al par, se rio entre dientes al hablar frente a frente del ruso—. Redúcelo, y yo no te cortaré la lengua, ¿va? —La mujer, cerca del rostro del euroasiático, escupió sus palabras de sus labios con un olor a licor.

Retrocedió un par de pasos, lo suficientemente cerca para monitorearlos. 

—Empiecen.

Ninguno se movió. Rusia se quedó analizándolo; Perú, esperando. El lugar se hundió en un silencio incómodo hasta lo más profundo de sus entrañas. El ambiente era pesado, y era desesperante que nadie se moviera. La instructora sopló a la nada, como quien asusta e impulsa a alguien a moverse al frente suyo. Funcionó. 

Rusia se abalanzó un par de pasos adelante y luego cambió de dirección, intentando confundirlo. Perú miró a la mujer buscando su aprobación, la instructora chasqueó la lengua restándole importancia; tomó eso como un sí. 

Evadió el intento de Rusia, se retiró de su alcance, se colocó detrás de la vista zafiro, lo tomó del brazo y tiró de él con violencia, apoyó su peso y situó sus pies uno delante del otro, lanzándolo contra el cemento de la pared. Esa velocidad no era humana; sin embargo, la mayoría ahí no eran humanos. 

Se recuperó del golpe que sufrió al chocar con la pared y alzó la mirada hacia la contraria. Avanzó, ahora atacando por los costados. 

Retrocedía un paso y otras veces avanzaba uno. Giraba a un lado, o devolvía un intento de golpe. El punto era que no lo habían tocado. Los formados giraban sus cabezas siguiendo los movimientos del par, mareando a algunos. 

Tenían un problema mayor. Su instructora se aburría. 

La mujer alzó la mano, indicándole al pelirrojo que debían continuar. Asintió y, recuperándose del último golpe que sí había llegado hasta él, bloqueó el puño que se le acercaba, se paseó por el lateral y dobló el brazo del tricolor. Rusia puso resistencia durante el proceso, obligando al contrario a aflojar el agarre y a retroceder, quedando ambos a centímetros. Perú apretó los dientes con enfado y pateó el estómago contrario, golpeó el rostro del euroasiático haciendo que voltee a un costado, ante ello, pateó una vez más, arrastrando al ruso por el suelo metros lejos de él.  

La mujer encontró menos aburrida la escena e hizo su siguiente demanda menos severa. 

Rusia no se alzó de nuevo, la mirada dorada se había clavado en él y lo mantenía perturbado. Perturbado no era, para nada, el término exacto. 

—Grupos de dos, enfrentamientos de a cuatro, el último del par peleará contra seis. ¿Alguna duda? —Todos negaron—. Bien. Empiecen. 

Perú observó de soslayo a Noruega y la mirada le fue devuelta.

"Todo bien"

"Todo bien"

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C A M B I O S [TodosxPerú]Where stories live. Discover now