Halloween

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Por: Valbrossard

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Por: Valbrossard

—La decisión no es difícil. Puedes escoger entre beber la copa con líquido rojo o la que tiene un líquido blanco.

Era extraño, lo último que recordaba era sentir las contracciones que una incómoda Becca generaba en mi estómago en señal de que la panza le había quedado chica... ¿verdad? Estaba demasiado mareada y mis recuerdos nublados no me ayudaban en lo más mínimo, solo me confundían más. ¿Dónde estaba? No lo sabía. ¿Qué hora era? No había forma de deducirlo.

El lugar en el que nos encontrábamos estaba por completo a oscuras, como si estuviésemos en el mismísimo vacío. Lo único enfrente de mí era una destartalada mesa de madera de dudosa procedencia, con dos copas.

La voz que antes me había dado una opción, tomó forma corpórea ante mí y casi me da un infarto. Era una dúplica perfecta de mí, solo que sus ojos eran por completo negros, como si estuviese poseída. Unas venas oscuras parecían surgir de ella y, de haber tenido botones en vez de ojos, habría creído que estaba en el mundo de Coraline.

Podría haber intentado interrogar a aquel ente, demandar que me dijera quién era, pero unas asquerosas y viscosas ramas aparecieron del suelo para aprisionarme. Era su forma de decir que allí, la que tenía las riendas del asunto era ella y no yo.

—Como decía, —una sonrisa maquiavélica se dibujó en sus labios, erizando mi piel por el temor—, copa roja o copa blanca.

—¿Qué hay en cada uno?

—Oh, se ve que no te asusté lo suficiente si es que todavía te queda coraje de preguntar. Muy bien. —Se agachó para juntar una cucaracha del suelo para luego proceder a devorarla con ansias. Casi vomito en ese mismo instante.

—Copa roja, sales de esta dimensión y matas a tu bebé. Copa blanca, sales de esta dimensión y matas a tu marido, bueno, novio, lo que sea.

—¿Y si no quiero ninguna? —mi voz tembló sin que yo pudiera hacer nada al respecto. De no haber sido por las ramas que me tenían presa, hubiese terminado en el piso.

—Cariño, si no tomas ninguna pienso matarte a ti y a ese engendro que llevas en el vientre de la manera más lenta y dolorosa posible. En el mundo humano aún faltan algunas horas para el amanecer así que tengo tiempo de sobra.

—¿Por qué estás haciendo esto?

—¡Ah, estúpidos humanos! Ustedes y sus endemoniados por qué. No hay una razón, simplemente nacimos para esto y lo disfrutamos. ¿La concepción católica del Cielo y el Infierno? Bueno, digamos que el inframundo que ustedes tienen en mente es apto para todo público. El real es una versión para mayores de dieciocho muchísimo más retorcida, oscura y sangrienta. Justo como me gusta.

¿Qué podía hacer? Aparentemente ni siquiera estaba en mi dimensión. No entendía bien qué significaba, pero todos los libros y películas que había leído en mi vida me indicaban que el pronóstico no era bueno. Estaba a punto de tomar una de las dos copas, cuando algo extraño pasó.

Como si estuviésemos rodeadas de vidrio, el lado izquierdo de donde estaba parada se estalló, dejando que una intensa luz blanca se filtrase. De ese hueco apareció algo asqueroso, parecido a un perro, pero se notaba con facilidad que era otro demonio.

Tenía una sola cabeza fina y alargada, seis ojos rojos como el vino y una larga y áspera lengua de lagarto, que en la punta se dividía en dos. Su pelaje era corto, negro también y parecía un ser sucio. Unas partes de su cuerpo más oscuras que otras me dejaban saber que estaba empapado en sangre.

—¿Estás tratando de comerte un alma humana tú solo, rata austera? —El perro infernal habló sin siquiera mover la boca, era como si su voz resonara en mi mente sin siquiera tener que oírla.

—¡Vete de aquí Asmodeus, esto no te incumbe!

—¡Un demonio de bajo rango como tú no se merece un alma entera! ¡Damela! —Bramó el perro mostrando sus afilados dientes, eran como los de un tiburón.

Sin siquiera esperar respuesta, Asmodeus saltó a atacar al demonio que me había encarcelado. Parecía ir ganando la batalla porque las ramas que me mantenían atada al suelo se ablandaron hasta caer muertas a mis pies. Sin siquiera esperar a ver quién ganaba esa sangrienta batalla, me lancé por el hueco blanco que el perro infernal había dejado al ingresar.

—¡Dawn! ¡Dawn! ¡¿Estás bien?! —Nick preocupado apareció ante mí cuando abrí los ojos y sorprendida comprendí que estaba en nuestro living.

—¿Qué pasó? —indagué confundida mientras mi prometido suspiraba resignado.

—Te quedaste dormida en medio de tu especial de Halloween. Estabas gritando así que vine a ver qué pasaba. Casi despiertas a Becca. —Su última oración hizo que me lleve la mano al vientre de manera instintiva. Era verdad, Becca llevaba cinco meses fuera de la panza, lo que había creído vivir era solo una mera pesadilla.

—Oh... lo siento tanto. Prometo no volver a hacer un especial de Halloween sola. Lamento mucho haber gritado, Nick.

—No te preocupes, cariño, vamos a la cama; dentro de poco toca el horario de amamantar de Becca y sabes que se enoja fácil si la haces esperar. —Su sonrisa dulce me llenó el alma con su calidez.

Era verdad, no volvería a hacer un especial de películas de Halloween sola. El próximo año él lo haría conmigo.

***

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Antología: Criaturas de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora