Capítulo 5 |SEGUNDA PARTE |

131 12 0
                                    

Luna Rea


Peter comenzó a adentrarse en aquel parque de casas rodantes que le daba mala espina, y recorrió el lugar con el corazón desbocado y los nervios a flor de piel. No cabía duda de que estaba nervioso, e incluso algo asustado porque no sabía qué iba a encontrar.

Caminó y caminó, dejándose llevar por el instinto. Se sobresaltó un poco cuando un ruido lo alertó, pero lo ignoró y siguió caminando, viendo sillas sucias y caídas en el suelo mostrando la total decadencia del lugar, hasta llegar a una especie de pequeño parque infantil desolado.

El ruido de un arma detrás de él lo alertó y volteó encontrándose a una mujer en camisón, y apuntándole con un arma. Levantó las manos en señal de que era inofensivo.

― Sé que es tarde... ―comenzó a decir Peter.

― Lo que hayas oído de este lugar ya no es cierto ―interrumpió la mujer.

― No vine por eso ―aclaró sabiendo a lo que se refería.

― Entonces, ¿por qué estás merodeando a esta hora? ― Peter iba a responder cuando unos pasos lo detuvieron. Su vista quedó en la pequeña niña, que parecía recién despertando, la cual tenía en sus brazos una muñeca de porcelana. La mujer mantuvo a su hija detrás de ella, protegiéndola ―. Será mejor que tengas cuidado. La gente no te conoce, y te dispararán en cuanto te vean.

― Lo tendré en cuenta ―dijo. Se quedaron en silencio por unos minutos, viendo que la mujer lo seguía apuntando con un arma, por lo que no tuvo otra opción que irse con duda. Antes de irse dice: ― Cuídate tú también, ¿sí? Cierra la puerta con llave.

Peter le dio una última mirada a ambas y comenzó a caminar de vuelta hacia su camioneta con ese mal presentimiento arraigándose en sus entrañas. No sabía si estaba haciendo bien dejándolas ahí, a la deriva. Sin embargo en una esquina se detuvo abruptamente cuando una figura se antepuso a él y casi chocan.

Miró con sorpresa al ver a Roman enfrente suyo. En cambio, él le miró con el ceño fruncido, al principio incrédulo, pero luego con molestia, y entonces soltó en voz baja:

― Hijo de puta.

Roman no le dio otra mirada más antes de irse, siendo perseguido por Peter que intentaba que hablaran. Se subió a su auto, siendo consciente de que el que fue su amigo lo seguía a un costado de su auto. No aceleró, sino que por alguna razón anduvo despacio escuchando lo que decía, sin saber por qué le daba el beneficio de la duda.

― Oye, ¿no crees que valga la pena parar a hablar 5 minutos?

― Quizás, pero parar no.

― El tipo del otro sueño se llamaba Robert Dexter ―comenzó a hablar con rapidez.

― Fascinante ―comentó sarcástico.

― Se cayó en un cañón hace unos días. Llevaba a su bebé ― el ruido del motor del auto lo alertó por lo que se antepuso, y elevó la voz ―. Ambos murieron después de que lo soñáramos.

Eso llamó la atención de Roman, que detuvo por un momento el vehículo, más no apagó el motor.

― Ya tengo mis propios problemas ―habló ―. Tú también, ya que viniste a mi casa a lloriquear por tu mamá.

― Si no te importa nada, ¿por qué viniste? ―cuestionó molesto por el recordatorio.

― Mira, soñé que algo malo pasaba cerca de los remolques y las vías. Cuando me di cuenta, ya estaba en camino. ¿Por qué? No puedo decirte ―respondió ―. Quiero quitármelo de la cabeza.

Bestias De La NocheWhere stories live. Discover now