Veinticuatro. Gracias por todo.

456 31 0
                                    

SOFÍA.

Los días pasaron y estuve ingresada unos cuatro días hasta que las drogas desaparecieron de mi cuerpo. Tom no se separaba de mí en ningún momento.
Cuando por fin me levanté de la cama y fui al baño, quise echarme a llorar cuando me vi en el espejo del baño. Mi cara tenía marcas de arañazos. Mis brazos tenían marcas de pinchazos, moratones y arañazos. Me quité el camisón que tenía puesto, y descubrí grandes moratones por todo mi torso. En mis piernas, más moratones. En mis muñecas y tobillos, habían marcas de ver estado atada. En mi cabeza, notaba que tenía una brecha.
Estaba echa un desastre, pero estaba con vida.
Volví a ponerme el camisón y salí del baño. Tom se levantó de un salto del sillón donde estaba sentado, en cuanto me vio con la cara desencajada.
-¿Qué te pasa, cielo?- preguntó.
- Estoy hecha una mierda, Tom. Estoy morada por todos lados- dije apoyando mi cabeza sobre su pecho.
Sentí que me abrazaba.
- Eso se irán quitando, cariño. Estás viva y eso es lo importante.
- Si, y todo gracias a ti- dije levantando la cabeza hacia él.
Busqué sus labios y él me correspondió el beso. Se separó al poco tiempo.
- Túmbate y descansa. En unos días, estarás en casa.
- Gracias por todo, Tom.
Él me sonrió.
Christine había estado antes conmigo mientras Tom y mis padres iban a almorzar. Me contó lo mal que Tom lo había pasado esos días sin saber de mí. No comía, no dormía, dejó de ser él... Pero aún así, hizo lo posible por encontrarme.
No tendría vida para agradecerle todo lo había hecho por mí.

Aquel viernes, a eso del mediodía, me dieron el alta. Gracias a los médicos, pudimos salir por una de las puertas de atrás del hospital. Tom me contó que la prensa ya se había enterado de lo nuestro al saberse de mi secuestro. Por eso, fue una magnífica idea salir por detrás. No estaba por la labor de que los flashes me cegaran ni para aguantar a los periodistas.
Tom, por lo que me dijeron mis padres, había insistido en cuidarme él. Así que me quedaría en su casa mientras me recuperara. Mi padre y mi hermano llevaron a su casa mis cosas. Mamá dijo que cuidaría a Blanquito hasta que pudiera cuidar yo de él.
Tom y yo llegamos a su casa. Me ayudó a bajar del coche y entramos en casa.
- ¿Te subo a la habitación? Allí estarás más cómoda.
- Aquí estaré bien, Tom. Sólo me duele un poco el costado.
- Como quieras- dijo y sonrió.
Se marchó a la cocina y volvió a los pocos minutos con una bandeja que contenía fruta y zumo.
- Tom...- lo llamé después de beber un poco de zumo.
- Dime.- respondió volviéndose hacia mí.
- No lo hagas más.
Me miró sin saber de que hablaba.
- No lo hagas más el dejar de comer o de dormir si me pasara algo. Me siento mal desde que me enteré.
Me quitó el vaso de las manos y las cogió entre las suyas.
- Te lo dije ya en el hospital y te lo vuelvo a decir ahora. Eres el amor de mi vida. Si te volviera a pasar algo, me muero. Esos tres días sin saber nada de ti, fueron insoportables. Sentía que me volvía loco a cada minuto que pasaba y no sabía nada de ti. Cuando llegué aquel lugar, no me importó los disparos, solo me importaba encontrarte. Al abrir aquella puerta y encontrarte allí, herida e inconsciente, creía que me moría, pero a la vez, sentía que volvía a la vida al verte con vida. Estos días en el hospital contigo solo me han servido para quererte más. Así que no digas que sí te pasara algo, no deje de hacer nada porque tú eres la que me da la vida, Sofía.
Cuando acabó de hablar, yo ya estaba llorando. Jamás nadie me había tratado como lo hacía él. Tom era la persona más dulce con la que me había topado en la vida.
- Tom... Gracias por todo, de verdad. Nadie me ha tratado como tú... Jamás pensaba que podía encontrar a nadie como tú. Te quiero tanto...
Lo abracé y él lo hizo con cuidado. Me recosté sobre su pecho y me quedé dormida de aquella manera.

Cuando desperté, estaba sola en el sofá y con una manta sobre mi cuerpo. Me extrañó no ver a Tom a mi lado. Me levanté y vi que ya era de noche. Oí tocar una guitarra y seguí el sonido hasta llegar al patio de la casa. Allí, en un sillón, estaba Tom, con Willow a los pies, tocando la guitarra. La perrita, al verme, vino en mi busca. Le acaricié la cabeza y me acerqué a Tom.
- Te llevo conociendo desde septiembre y aún no te había oído tocar en persona. - dije al llegar a su lado.
- Un gran error de mi parte- dijo él, dejando la guitarra a un lado y haciendo un gesto para que me sentara sobre sus piernas.
Lo hice y Tom pasó, con mucho cuidado, un brazo por mi cintura, para evitar que me cayera. Pasé un brazo por su cuello.
-¿Has dormido bien?- preguntó.
- Si, estoy todo el tiempo cansada.- dije en un suspiro.
- Es normal, Sofía. Después de todo... Pero seamos positivos, aquello es pasado. Pensemos solo en que ahora estamos juntos y yo no te voy a dejar sola.
- Gracias, Tom. Eres mi ángel.- dije sonriendo.
- Bueno, yo pensaba que era mago, pero si ahora soy un ángel...
Me hizo reír y las costillas me dolieron un poco.
- Con cuidado, Sofía.- volvió a sonreír.
- Si, si. Bueno, eres mi mago favorito.- dije sonriendo.
- ¿Aunque sea Slytherin?- preguntó arqueando las cejas.
- Aunque seas Slytherin. Aunque yo te veo más bien Gryffindor- dije y sonreí.
Y antes que pudiera responder, le besé. Me siguió el beso de buena manera.
Entramos al rato para cenar y al poco tiempo, nos fuimos a dormir.
Desde que lo conocí, mi vida había cambiado por completo.

Dulce Amor (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora