1. Love Song

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Bogotá, año 2013

Ahogo un bostezo antes de apoyar mis codos sobre la barra.

El bar ha ido quedándose vacío, aunque aún falta una hora para cerrar.

- ¡Oye, Dani! – Le grito a la única mesera que está de turno esta tarde, quien además resulta ser una de mis mejores amigas

Ella deja de limpiar inútilmente las mesas, porque es una empleada tan sobresaliente que sé que todo está perfectamente limpio y solo está adelantando trabajo para la hora de cerrar. Se acerca a mí mientras mete el paño en el bolsillo de su delantal y levanta las cejas con expresión curiosa.

- Vete a casa, cariño. Ya cerraré yo

- Pero... – Mira disimuladamente al único cliente, que actualmente se encuentra en la otra esquina de la barra con su cuarto vaso de whisky junto a su codo, escribiendo algo de manera más bien frenética en una agenda

- No te preocupes. Puedo ocuparme de ese bombón triste

Dani suelta una carcajada, pero no discute con el destino. Tiene un examen importante mañana, y estoy segura de que aprovechará esta hora extra para estudiar.

- Vale. Llámame si necesitas algo – Me pide, porque es así de buena amiga

- ¿Qué crees que va a pasar? – Ruedo los ojos – Tal vez el chico lindo se ponga a llorar eventualmente, en cuyo caso solo le pasaré un pañuelo y lo echaré. No te preocupes

- De acuerdo. Te veo mañana

Se impulsa en sus palmas para estirar su cuerpo por encima de la barra y darme un beso en la mejilla.

Luego sale corriendo hacia la parte trasera del bar, ya quitándose el delantal por el camino.

Dejo escapar un suspiro y, a la mierda.

Saco una botella de cerveza del refrigerador y la destapo. Cuando estoy bebiendo el primer sorbo, el chico triste levanta la mano, pidiéndome que llene su copa vacía.

Llego frente a él y cambio su vaso por uno limpio. Vierto tres cubos de hielo y le lleno dos dedos del whiskey regular que eligió tomar esta tarde.

- Gracias – Me dice sencillamente, mientras levanta los ojos hacia mí.

Caramba, esos son un par de ojos bonitos, de un tono verde-gris difícil de describir, y enmarcados por unas pestañas de muñeca que serían medio de chica si todo en su rostro no resultase tan masculino.

He estado borracha y triste en la barra de un bar las veces suficientes para saber que la privacidad es apreciada cuando uno desea revolverse en su miseria, así que le devuelvo una sonrisa y me dispongo a seguir tomándome mi cerveza y perder un poco el tiempo hasta la hora de cerrar.

- Acompáñeme – Me pide el chico triste cuando empiezo a darme la vuelta

- ¿Es una orden? – Le digo con una sonrisa. Se sonroja como un colegial

- No. Lo siento. Quiero decir...Creo que no me va a echar todavía, pero ya que somos los únicos aquí, me gustaría que beba conmigo, si quiere

- De acuerdo – Asiento

Vuelvo al otro lado de la barra por mi cerveza, y arrastro el taburete que tengo tras la caja registradora hasta ubicarlo frente a él.

- Salud – Le digo, levantando mi botella. Choca su vaso suavemente con ella y bebe un sorbo largo. Luego hace una mueca que me hace reír - ¿Sabes qué? Dame eso

Simplemente pasanWhere stories live. Discover now