Razones para marcharse

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Merlín se encontraba sumergido en un libro de hechicería sentado en la cama de su nuevo cuarto cuando llamaron a la puerta. No necesitaba ser adivino para saber quién había tras ella. Escondió el libro bajo un tablón suelto del suelo. Llevaba unos días en el castillo y estaba disfrutando como nunca. Ya había enviado un mensaje a Gaius para que no se preocupara por él. En aquella estancia secreta de la biblioteca había demasiados conocimientos. En estos momentos estaba leyendo sobre criaturas mágicas. No era uno de los mejores libros pero aun así era mucho más de lo que nunca había tenido. Además le encantaba practicar los hechizos de los libros aunque no fuera a usarlos. Y después de la lectura su nuevo pasatiempo favorito era sacar de quicio a la bestia. Le encantaba esconderse de ella y desesperarla. Y también le encantaba desobedecerla. Por alguna razón estaba acostumbrado a que todo el mundo le hiciera caso y le sacaba de quicio que Merlín no lo hiciera. Su tercer entretenimiento era una absoluta pérdida de tiempo. Había buscado en la inmensa biblioteca libros sobre familias de Camelot por si podía encontrar algo sobre Gwaine. Pero no había encontrado nada y sospechaba de que Rojo se había encargado de esconder esos libros igual que había hecho con los de la maldición. Aún así ese nombre seguía dándole vueltas en la cabeza. Seguramente en algún momento iba a recordarlo. Volvieron a llamar insistentemente a la puerta y sonrió. Le encantaba hacerle esperar.

      - ¿Si?

      - Prepárate. Esta noche vamos a cenar juntos.

      - ¿Preparame?

      - Ya sabes, ponte ropa adecuada.

Merlín se miró a sí mismo. ¿Qué le pasaba a su ropa? Además de que solo tenía un conjunto que debía ir lavando y secando durante la noche. No esperaba tener que quedarse en el castillo por tanto tiempo y no se había llevado nada más.

      - ¿Y de donde se supone que voy a sacar ropa adecuada? Solo tengo la que llevó.

      - Mira en los armarios. Seguro que hay.

     - No voy a cambiarme para cenar contigo. Ni que me estuvieras pidiendo una cita.

Oyó a la bestia gruñir tras la puerta. Se aguantó la risa.

      - Ponte lo que quieras. Pero te espero en la mesa a las 8.

      - Puedes esperar sentado.

      - Estarás allí o no comerás.

      - Puedo aguantar mucho tiempo sin comer.

Desde el otro lado de la puerta Arturo miró a sus caballeros. Había sido idea suya que invitara a Merlín a cenar porque ya llevaba allí varios días y no había habido ningún progreso. Les había intentado decir que sería inútil pero no le habían hecho caso. Además estaba odiando lo bien que se lo estaba pasando Gwaine con toda esa situación.

      - Esto es absurdo. Me voy.

      - Deberías probar a ser más amable, señor. -dijo Percival

      - Merlín, ¿te gustaría cenar conmigo esta noche? -miro a los caballeros y vieron que le instaban a seguir.- Por favor.

      - Oh, ¿pero puedes ser amable? En ese caso. -Merlín dejó de hablar durante unos segundos fingiendo pensarlo.- Creo que mi respuesta sigue siendo no.

      - Pues espero que disfrutes del hambre. -gruñó enfadado

Arturo se fue de allí sin que pudieran detenerle y las armaduras suspiraron.

      - Dejadme hablar con él. -dijo Lancelot.- Yo le convenceré. Vosotros encargaros de preparar una agradable velada.

      - Lo dejamos en tus manos.

The sourcerer and the beastWhere stories live. Discover now