Unos ojos azules mirándome desde el sofá

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2013

- Debemos estar abajo en menos de diez minutos, date prisa.

- Voy todo lo rápido que puedo.

- No es suficiente.

Suspiró cansado y recogió su camisa del suelo, abrochando solo algunos botones mientras salía de su habitación y se dirigía hacia el ascensor, obligándose a mantener sus ojos abiertos.

- No he tenido tiempo de dormir.

- Deja de quejarte, haces que mi dolor de cabeza sea aún mayor.

-  No me culpes de tu resaca.

- No lo hago.

Cuando llegaron al vestíbulo del hotel fueron directamente dirigidos a una negra furgoneta, donde dos personas de seguridad esperaban para abrirles las puertas de la parte trasera y ayudarles a subir. Les dio las gracias dibujando una pequeña sonrisa en su rostro, no siendo capaz de acompañarla con su usual mirada cálida. Le dolían los ojos y le pesaban los párpados, solo quería dormir.

Llegaron a un pequeño estudio a las afueras de la ciudad, en uno de los polígonos que la rodeaban. Bajaron y entraron por una puerta de servicio, acompañados nuevamente por las personas de seguridad. Fue directamente dirigido a una de las habitaciones del largo y estrecho pasillo, y en cuanto puso uno de sus pies dentro, tres personas lo abordaron con brochas llenas de polvos, peines, un secador y fijador.

Le sentaron en una silla mientras seguían expandiendo diferentes productos por su rostro y trataban de dominar su rebelde pelo. Al principio esa actitud le parecía abrumadora, odiaba esa parte de su trabajo y durante un tiempo se encargó de prepararse él mismo en la habitación de su hotel, antes de aparecer en cualquier lugar donde su presencia era requerida. Sin embargo, todo su trabajo creció demasiado rápido, su agenda se llenaba en cuestión de minutos y sus fuerzas no daban para más. Trataba de gastar todos su momentos libres de obligaciones en descansar, terminando así por dejar que todas aquellas personas prepararan su imagen, y por ende, acabando por acostumbrarse.

Fue nuevamente dirigido a otra habitación contigua llena de percheros con ropa colgando, sillas escondidas bajo montones de diferentes prendas, y un gran espejo en una de las oscuras paredes. Observó a una chica de rubio pelo recogido en un moño sujetado por una pinza acercándose a él con paso calmado.

- Bien, veamos qué tenemos por aquí - la observó dar una rápida mirada por la habitación - ¿Traje? - negó con la cabeza.

- Sólo los llevo para las más especiales, o para los eventos importantes - la vio asentir, mirada pensativa reflejada en su rostro.

- ¿Camisa? - suspiró, el dolor de cabeza estaba empezando a hacerse notorio tras el efecto de las pastillas.

- ¿Qué tal una camiseta lisa? Casual, más normal.

- Demasiado normal.

- Así resultaré más cercano - ese argumento pareció convencer a la chica, quien sacó una camiseta de mangas cortas, lisa, de color negro, de uno de los percheros.

- Ten, ponte estos - le tendió unos vaqueros pitillo, también negros, y unas deportivas blancas que brillaban bajo la luz de la bombilla qué iluminaba aquel cuarto, luciendo demasiado nuevas.

- ¿Qué hay de malo con las mías?

- ¿Bromeas? Están sucias y gastadas, no puedes salir con ellas - suspiró cogiendo las prendas de las delicadas manos de la mujer y esperó a que esta saliera para poder cambiarse.

Abrió la puerta, chocando directamente con uno de seguridad, y recibiendo los últimos arreglos en su cabello fue dirigido hasta una puerta detrás de la cual se oían distintos gritos de emoción y algún sollozo. Se comenzaron a oír aplausos y supuso que el presentador acababa de entrar en la sala. Dos minutos y saldría tras escuchar su nombre.

Holding Your HandWhere stories live. Discover now