Me puse de pie, arrastrando la silla del lugar para no caerme por lo alto de los tacones de mis botas vaqueras. La presencia de Aiden invadió el lugar cuando se acercó hacía mí, inspeccionándome con la mirada atenta y semblante serio. Estaba perplejo, casi estático, analizando todo alrededor del lugar donde se encontraba.

—¿Por qué estás parado ahí? ¿Acaso quieres un autógrafo? —le inquirí con rapidez y un toque de burla en mi tono.

Este intento hablar, pero de su garganta no salieron más que un par de sonidos inentendibles que me hicieron reír.

—No sé si quiero cogerte o rezarte. —La voz ronca de Aiden resonó ronca contra mis oídos, haciendo que tuviera que encorvar las puntas de los dedos de mis pies para contenerme por lo nerviosa que me ponía su mera presencia.

Su seriedad era caliente.

—¿Por qué me rezarías? —De alguna forma, hablaba en serio. No había ninguna especie de burla detrás de mis palabras.

—Porque pareces un puto ángel. —Se pausó para tragar—, y te follaría porque si no supiera que eres un demonio diría que luces muy bien como para querer corromperte.

Su voz firme y sin filtro me hizo sonrojar, ya que no esperaba aquello.

De un momento a otro el ambiente se sintió asfixiante, como si todo el aire de la habitación estuviese siendo succionado por una potente aspiradora dispuesta matarnos. Suponía que este se refería a mi aspecto para la tarde de la presentación. Look de campesina inocente a punto de ser mancillada por el fuckboy de la universidad. El vestido de organza blanco, corto y vaporoso hasta las rodillas. El ligero maquillaje sobre el rostro y los rizos suaves que caían en mi espalda.

—No hablarás en serio... ¿O sí?

Mi rostro tenía cierto atisbo de burla.

—Habló en serio. —Aiden también rió—. Lo siento, es solo que justo en este momento te ves caliente y que creo que estoy pensando con la polla.

Tuve que parpadear un par de veces para creer que lo que estaba diciendo era verdad y que no estaba usando una de su típica táctica de las bromas para romper el hielo, ya que en vez de aligerar la tensión solo había hecho algo peor.

Su semblante serio negaba lo anterior. Lo que Aiden decía era lo que pensaba.

Si no estuviese tan nerviosa por lo que cargaba sobre mis hombros hubiese intentado parecer más relajada, riendo con él o siquiera no verme una imbécil autómata que no sabía cómo mantener una conversación cuerda... o por lo menos normal.

Al ver que me quedé quieta, sin responderle, mirando directamente a las suelas de mis zapatos, se aclaró la garganta, captando así nuevamente mi atención.

—Solo quería desearte suerte, ya sabes toda esa mierda de "rómpete" una pierna, pero en serio, en serio, por favor no te rompas nada.

Tuve que esbozar una sonrisa incómoda como respuesta, ya que no sabía cómo entablar una conversación o qué decir. De repente Aiden me asintió con la cabeza en señal de despedida y se volteó para irse por donde mismo había entrado. Cayendo en cuenta de lo sucedido y de mi error cometido, avancé hacia él, tomándolo del brazo, obligándolo así a que tuviera que girarse nuevamente sobre sus talones para tener contacto visual conmigo.

Lucía tan preocupado como yo, y no podía determinar porqué.

—Entonces... gracias por desearme suerte, supongo. —Sentía la garganta seca al hablar, así que tuve que tragar la saliva que se estaba acumulando en la parte posterior de mi garganta para poder continuar.

Mátame Sanamente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora