Capítulo 2

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Hunter

El dulce sonido de la alarma de mi teléfono me despierta. Me levanto y abro la cortina de la ventana para poder ver el cielo oscuro.

Desde mi primer año en la universidad me he despertado siempre 15 minutos antes del amanecer para que el sol entre desde el primer momento a la habitación.

La mayoría de mis compañeros de habitación se han quejado, ya que las clases comienzan a las nueve y yo los hago despertarse a las cinco y media.

Este es mi tercer año y ahora comparto habitación solo con David, quien a decir verdad me ha dejado el trabajo sencillo ya que tiene el sueño más pesado que un elefante.

Los demás estudiantes están aquí por razones equivocadas, quieren ser médicos para ganar mucho dinero en el futuro, para impresionar chicas, porque sus padres quieren, pero ninguno lo hace porque sea sui sueño. Sólo yo. No soy engreído como los ingleses, pero si tengo muy en claro que es lo que quiero.

- Hunter, amigo se que te dije que no me molestaba el despertador, pero pensé que lo apagarías de inmediato y no que lo dejarías sonar mientras mirabas por la ventana. – la voz de David me sorprendió en la oscuridad.

- ¡Oh! Lo siento, lo olvidé. – dije mientras apagaba la alarma en mi teléfono. – Es que estoy un poco distraído.

- No importa, no dormí muy bien de todas maneras. – dijo mientras se sentaba en su cama.- A propósito, ¿Qué tanto miras en la ventana si aun no ha salido el sol?

- Siempre me ha gustado ver el amanecer. Desde pequeño. – dije mientras recordaba el pasado.

Mi infancia fue un poco dura, mi padre era el entrenador físico de la secundaria. Su misión en la vida era sacarme de la biblioteca cada vez que podía y obligarme a hacer flexiones hasta tener un excelente cuerpo como él y como los demás de la escuela. Nunca me llamó la atención tener el mejor físico ni conseguir más chicas que los demás, no necesito tener una novia para ser feliz, solo necesito un buen libro y mi laptop mientras veo el amanecer, con eso soy feliz.

Mi madre sufría de cáncer y murió cuando tenía 13 años.

- En el amanecer me verás y nunca te olvidarás de mí. – Nunca olvidaré esas palabras. Sus últimas palabras.

Con la muerte de mi madre, mi padre se volvió peor de lo que era antes. Quemó todos los libros y le dijo a la bibliotecaria que me prohibiera la entrada. Me obligaba a asistir todos los días al gimnasio y ejercitarme hasta que mis brazos no pudieran levantarse ni un centímetro.

Cuando llegué por primera vez al instituto, las chicas me saltaban encima. Se morían por tener mi número de teléfono, pero ese no era mi interés. Nadie me creía cuando decía que nunca había tenido novia. Las chicas decían que era demasiado atractivo como para no haber tenido una relación nunca y los chicos decían que era un idiota por no acostarme con todas las chicas que soñaban con estar conmigo. Por mi parte, solo me gusta ir a la biblioteca.

El sol empieza a verse desde la cima de las montañas que están tras el bosque. Me quedo mirando hasta que el sol me empieza a quemar la vista.

- ¿Te pasa algo? – preguntó David confundido y lo negué mientras lo observaba.

- No. – dije cortante. – Solo recordaba algunas cosas.

No esperé respuesta de David, me di la vuelta y salí de la habitación.

Una de los mejores beneficios de madrugar es que soy el primero en bañarme. Bajo en el ascensor hasta el piso de las duchas. Me desvisto sin pudor ya que soy el único despierto a las cinco de la mañana.

Crímenes Juveniles: Archivos ClausuradosWhere stories live. Discover now