𝗥𝗘𝗖𝗨𝗘𝗥𝗗𝗢: 𝟰

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sentimientos y emociones divulgados 

PARTE UNO

Estuvo rodeada por elfos domésticos cuando cumplió catorce años

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Estuvo rodeada por elfos domésticos cuando cumplió catorce años. Ahora, sus cabellos escarlatas naturalmente ondulados le llegaban por la cintura; poseía ahora una llamativa figura digna de una señorita. Tenía un rostro de porcelana precioso, aparentaba ser una muñeca andante con modales refinados. Hermosa como alguna vez fue su madre. 

Había madurado un poco ese verano, enfocándose en sus estudios y aprendiendo sin aprender encantamientos, también esforzándose en manejar su comportamiento. Frecuentó unos fabulosos días la mansión Malfoy, pasando tiempo con su mejor amigo, pero a una semana de comenzar el curso regresó a casa sin muchos ánimos. 

Decía con propiedad que ese no era su hogar.

— Señorita, hay un invitado deseando hablar con usted. 

— ¿Y quién será esta vez? —sonrió a medias.

Entonces sorpresivamente el profesor Dumbledore ingresó a la habitación. Llevaba una túnica azul con bordes plateados, además de su típico sombrero blanquecino. Aparentaba bastante tranquilidad avanzando entre los muebles, situándose frente a la señorita.

— Qué sorpresiva su visita. —admitió—. Tome asiento, por favor, no se quede ahí parado después de haber venido desde tan lejos. ¿Se le apetece una taza de té?

— Un té negro estaría bien con algunos caramelos, si es posible. —accedió sentándose tranquilamente frente a la pelirroja—. Permíteme felicitarte por tus catorce años, eres toda una señorita ahora. 

— Muchas gracias por haberme honrado con su visita, profesor. 

Aquella noche llovía a cántaros como un día normal en Londres, relámpagos inundaba el oscurecido cielo brindándoles un poco de tranquilidad. Tan solo ellos podían relajarse escuchando una tormenta. Entonces arribó una elfina doméstica portando una bandeja repleta de caramelos, galletas y una tetera con té caliente. 

Sirvió dos tazas de té y las entregó con una reverencia.

— ¿Desea algo más, señorita?

— No, pero gracias.

— Con permiso.

Dumbledore sorbió su té para luego comer un caramelo, repitió esa acción tres veces antes de finalmente mirar a su estudiante con interés. Cordelia acabó su bebida y depositó la taza de porcelana con elegancia sobre la mesita. Humedeció luego sus rojizos labios, esbozando una sonrisa bastante llamativa. 

— Tienes la sonrisa de tu madre.

— ¿Conoció usted a mi madre? —inquirió curiosa.

— Pero por supuesto que conocí a tu madre. —respondió con voz cantarina—. Isabella era simplemente encantadora. Recuerdo sus ojos verdes y ese cabello rojo que siempre cargaba por los hombros. Ravenclaw fue su casa.

Memorias de Lockhart y SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora