La mesa estaba llenísima y eso que es grande. Solo quedan tres asientos libres, así que debe faltar alguien más.

Yo tomo mi lugar y el Vicho a mi lado.

—¿Y eso qué es?—pregunta su tía Julia, señalando mi queque.

—Ah, la Sarai trajo un queque para la once—explica el Vicho.

—Sí, pero entiendo si ya está muy llena la mesa, quizás hasta ni muy bueno está, yo...

—Pasa, yo me lo voy a comer. Me encantan las cosas dulces—pide su abuela, interrumpiéndome y guiñándome un ojo.

Yo le sonrío, agradeciéndole la simpatía.

—Supongo que tu hijo ya no viene—comenta la tía Rebe, mirando a otra mujer sentada en la mesa.—El gusto de llegar tarde a todo ese niño.

—Llegará más tarde supongo—se encoge de hombros, desinteresada.

—Como si a alguien le importara—murmura el Vicho a mi lado.

—Cállate tú—su abuela le pega con el bastón en la cabeza.—A mi me importa.

—Auch—se queja el Vicho.

Yo me aguanto la sonrisa divertida al ver la escena. Que gusto que me tocó cerca de esa mujer.

Todos empiezan a comer y yo también. No hablo mucho, solo cuando me preguntan algo y respondo.

—¿Cómo te va en el liceo, Sarai?—pregunta la tía Rebe.—Seguro estuviste de infarto cuando tuviste que faltar—ríe ella.

—¿Faltar?—pregunto, confundida.

—Sí po, el Vicho nos contó lo de tu nariz—me señala.

Él se tensa a mi lado y sonríe, disimulando todo.

—Pero ya no le duele por suerte—me da una gran sonrisa.

—Si, fue triste—murmuro.—Pero me va bien, sobretodo en inglés—sonrío.

—Ah, que lindo, una niña inteligente—sonríe la abuela ampliamente.

Yo tengo una gran sonrisa. La estoy pasando bien, incluso su abuela es la que más me da halagos y me hace ponerme rojita de vez en cuando. Estoy bastante cómoda.

—Inglés me apasiona caleta, siento que de verdad se me da bien y me gusta el poder comunicarme en otro idioma con facilidad—sonrío.—El próximo mes se supone que habrá una competencia en el liceo, así que debería estar ensayando en unos días más.

—¿Y tienes pensado lo que harás al salir del liceo?—pregunta el papá de el Vicho, llamado Cristian.

—No... yo, aún estoy buscando opciones—me encojo de hombros.—No es algo que tenga muy claro, pero estoy intentando pensar qué haré.

—Seguro terminaremos estudiando en el mismo lugar—sonríe el Vicho.—¿Cierto, mi amor?

—Son una pareja muy bonita—opina su tía Carmen.—Me alegra que mi sobrino esté con una niña tan aplicada en los estudios.

—Qué daría yo por tener un hijo así—se queja su otra tía, Teresa.

—El tuyo es un desastre con pies—ríe su hermana.

Bueno, creo que en toda familia siempre está la oveja negra y parece que esa es la que falta en la mesa.

—Como hablábamos, Sarai, espero te vaya bien en esa competencia—me sonríe la mamá de el Vicho.

—Yo estaré ahí para darle suerte—asegura él, sonriendo.

—Gracias—sonrío.—Es importante para mi, así que me esforzaré muchísimo.

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