¿Por qué empecé a admirarlo a él?
Él no es bueno, él es considerado un pecado en mi religión.
Él no tiene escrúpulos, no tiene hogar, no tiene una familia.
No sabe amar, o al menos eso decían.
Sabía en lo que me estaba metiendo cuando lo liberé.
S...
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Yuan, ¿eres tú?
Yuan, ¿eres tú? Yuan, Yuan, Yuan.
Fruncí más mi ceño al recordar otra vez ese... Tonto nombre.
Dahn estaba enamorado, estaba enamorado de otra mujer.
Jalé más la sabana hacía mi cuerpo, no había dormido por estar pensando en esa mujer, en su nombre.
Yuan.
¿Qué tiene ella que no tenga yo?
Sentí una lágrima bajar por mi mejilla de forma inconsciente.
—Mierda, hace tiempo que no dormía así.—Cuando lo escuché limpié mis lágrimas de manera rápida.—Veo que decidiste dormir conmigo.—Suspiró ruidosamente.
Lo miré fijamente, pero no le respondí. El enojo qué sentía ahora, era más grande que mis ganas de hablarle.
—Dormiré aquí diario.—Avisó golpeando levemente mi muslo.
Aparté su mano de mi pierna, y lo miré mal.
—Bien, entonces...—Dile que se vaya al sofá, Eirian.—Entonces, yo me iré al sofá.—Solté molesta porqué no era lo que quería decir.
—Genial. Te felicito.—Alzó su pulgar frente a mi rostro.
Solté un jadeo de molestia mientras me levantaba.
Antes de alejarme de la cama, lo miré, expectante a que me dijera algo cómo:
¿Estás bien?
¿Por qué estás molesta?
¿Te sientes mal?
Pero obviamente no pasó, y me quedé cómo una... Imbécil esperando a que me dijera algo cómo eso, cuando claramente me había demostrado que le valía un rábano lo que sintiera, o lo que me pasará.
—¿Qué?—Me miró con los ojos entrecerrados.—¿Esperas qué te detenga?—Sonrió con burla.
—No, no lo espero.—Gruñí tomando la sabana, y dos almohadas para llevármelas al sofá.
—Niña.—Paré en seco, esperando a que me detuviera está vez.
—No te vayas.—Murmuró mientras se sentaba en la cama.—No te vayas... a llevar todas las almohadas, no seas egoísta.—Me apuntó con reproche.
Apreté mis labios reteniendo las ganas de soltar un sollozo.
—Disfruta tu tonta almohada.—Grité mientras se la lanzaba a la cara.
Escuché cómo soltó una risa bastante fuerte.
—No puedo creer que hayas insultado utilizando la palabra “tonta”, ¡eso ni siquiera es un insulto!.—Gritó desde la habitación.
