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Unos días después de nuestra boda, ayudé a Eren en la granja. Aunque él insistió en que no era necesario aún así yo quise hacerlo. Pasamos la mañana recogiendo algunas frutas y hortalizas de su huerta. Después de limpiarlas un poco, las separamos y acomodamos en distintas cajas que Eren colocó en la batea de su camioneta.

—Uff, por fin terminamos —suspiró Eren limpiándose el sudor que le escurría por la frente. 

—Wow, de verdad es mucho —admiré dándome cuenta que en realidad habíamos trabajado durante toda la mañana. Eren me dedicó una sonrisa y, tras quitarse los guantes, tomó el vaso de agua fría que le ofrecí—. ¿Qué harás con todo esto? ¿lo venderás?

—Sí, tengo un local en el mercadito. Salgo mañana en la mañana, como a las seis, ¿te gustaría acompañarme?

—¿Puedo? —pregunté  sin poder ocultar la emoción que sentía.

Apenas llevaba unos días aclimatándome a la vida en la granja por lo que en realidad no conocía mucho de Paradis. La idea de visitar el pueblo, recorrer las calles, convivir a la gente y conocer el lugar que ahora era mi hogar, realmente me llenaba de emoción.

—Por supuesto, me gustaría que conocieras el lugar y a la gente. Además, ya todos mis amigos saben que me casé y están ansiosos por conocer a mi esposo —dijo agarrando un curioso color rojo en las mejillas. Aposté que fue más por la vergüenza que por el sol—. Pero si no quieres o si te sientes incómodo, podemos dejar las presentaciones para otro día.

Eren se veía preocupado por lo que yo pudiera pensar. Tal vez creyó que estaba tomándose grandes libertades al no preguntarme primero, pero la verdad es que a mí no me molestó. En los últimos días de nuestra convivencia Eren se había comportado como todo un caballero, aunque estábamos casados ya —y que técnicamente yo le pertenecía por completo—, él siguió respetando su palabra de ir avanzando poco a poco en nuestra relación.

—Me parece una idea increíble —sonreí vibrante capturando una mirada embelesada de su parte—. Gracias por permitirme conocer el pueblo y a tus amigos.

Eren no respondió, simplemente siguió mirándome fijo. Sus bonitos vagaron por todo mi rostro y de repente me sentí un poco avergonzado. Probablemente me veía fatal en ese momento, estaba sudoroso, con las mejillas coloradas por el calor y la ropa manchada de tierra, pero Eren parecía estar observando a la criatura más fascinante del mundo. 

El silencio que nos rodeó fue cómodo. De repente, él se acercó a mí. Su imponente figura quedó tan cerca que pude oler su esencia; el sudor escurría por su piel y se mezclaba con aquella fragancia cautivadora que emanaba de su cuerpo. Mi omega se dejó llevar, bajó las defensas y un repentino oleaje caliente nació desde mi vientre.

—Tienes una mancha aquí —cantó suavemente mientras su dedo pulgar barría con la marca de tierra que se había adherido en mi mejilla.

Su tacto se sintió increíble contra mi piel y por donde sus dedos se deslizaban dejaban una calidez indescriptible. Él era tan suave y delicado conmigo, y eso realmente me encantaba. Era la primera vez que alguien me trataba de esa forma, como si fuera algo preciado y no sólo un objeto sin valor.

El calor en mi cuerpo se extendió y simplemente dejé de pensar. Mi olor se liberó combinándose con el ligero viento que soplaba, justo entonces observé los ojos de Eren volviéndose repentinamente oscuros. La poca distancia que había entre nosotros se cortó y lo próximo que supe fue que él estaba besándome.

Sinceramente no me disgustó. De hecho disfruté muchísimo ese beso. Era el segundo que nos dábamos, pero yo ya me había acostumbrado a la sensación de sus labios sobre los míos: era gentil, cálido y vibrante. Me hacía temblar las piernas y mariposas bailaban en mi barriga, causando un sinfín de desconocidas emociones en mí.

OMEGA FUGITIVO (EreRi). Where stories live. Discover now