2

1.3K 240 300
                                    

Mikasa me observaba desde la cama. Yacía ahí, sentada entre almohadas, sujetando con fuerza el viejo oso de felpa con el que yo solía dormir desde los seis años. No decía nada, sólo estaba mirándome, pero podía sentir la tristeza que emanaba de ella.

Mi omega interior sintió un chispazo de dolor. Ver a mi hermanita tan decaída apretó mi corazón y destruyó mis barreras, pero pretendí no sentirme afectando por eso. Suspiré y terminé de guardar una camisa perfectamente doblada, junto a los pantalones y tres pares de zapatos.

—No puedo creer que vayas a casarte con un completo extraño —me reprendió con el ceño fruncido—. Creo que es una decisión precipitada.

—Una "decisión precipitada" —repetí sintiendo algo parecido a la bilis atorándose en mi garganta—. ¿Quieres saber cuál es una decisión precipitada? ¡Que nuestra propia madre quiera casarme con un viejo asqueroso que sólo me ve como un maldito objeto!

Mikasa jadeó. Sus ojitos oscuros se llenaron de lágrimas y bajó la mirada cuando no pudo refutar mis palabras. Su carita de tristeza golpeó contra mis sentimientos, mi omega chilló internamente por hacer sentir mal a mi hermanita, a quien se suponía debía cuidar de todos los males.

—Lamento haber gritado, Mika. Sé que tú no tienes la culpa de nada, sólo intentas ayudarme —me disculpé despacito, acariciando su cabeza. Mikasa cerró sus ojitos y me permitió rastrillar su bonito cabello negro un poco más—. Mira, admito que esta no es la mejor solución, pero no sé qué más puedo hacer. Tengo veintitrés años, Mikasa, no quiero casarme con un tipo al que no amo y vivir infelizmente por siempre.

—Pero de todos modos vas a casarte con alguien a quien no conoces —refutó restregándose los ojitos con la manga de su pijama.

—No es un extraño del todo. Nos vimos hace algunos días —le confesé ganándome un jadeo ahogado de su parte.

—¿Y cómo fue? —insistió limpiándose la nariz que le seguía goteando— ¿Es apuesto?

—Está bien, parece un poco anticuado y tiene pinta de vagabundo, pero no de mala persona —comenté mientras echaba algunos billetes en el bolso. El señor Jaeger me había dicho que no era necesario que yo contribuyera con dinero para la casa, pero simplemente no podía aprovecharme de la nobleza de ese hombre—. Mira, incluso me dio este anillo de compromiso.

Tras dirigirme hacia mi tocador, saqué el anillo del pequeño joyero, donde lo había guardado para que mi madre no pudiera verlo e hiciera mil preguntas, y se lo enseñé a mi hermana. Mikasa separó los labios y elevó las cejas cuando observó aquella joya brillando sobre la palma de mi mano.

—Es precioso —suspiró casi hipnotizada por el bonito anillo—. Parece muuuy caro.

—Es una reliquia familiar o algo así —contesté simplón, volviendo a guardar el anillo en mi lugar seguro.

—Si te dio algo con tanto valor sentimental, probablemente signifique que confía en ti.

—Tal vez —musité cuando sus palabras me  atravesaron el corazón. Estaba mintiéndole a un hombre que parecía ser muy bueno, a alguien que sólo tenía el deseo de casarse y (quién sabe) tener una familia—. ¿Crees que deba darle algo a cambio?

Mikasa se encogió de hombros.

—Podrías comprar los anillos para su matrimonio.

—Sí, bien, lo haré mañana. Pasaré por la joyería y compraré algo bonito, ¿me acompañas? Podría pasar por ti después de tu clase de danza, así me ayudas a escoger. Tú tienes mejor gusto que yo.

—¡Sí, por supuesto! —Mikasa rió con sus ojitos rebozando de alegría— También puedo ayudarte para elegir tu ropa para la ceremonia, ¡debes verte muy guapo y deslumbrante! Serás el omega más bonito de todo el lugar.

OMEGA FUGITIVO (EreRi). Where stories live. Discover now