—Oh vamos, no me jodas, solo estaba saludando al nuevo. —se excusó Harry, poniendo una mueca de disgusto.

—No voy a repetirlo.

Louis resopló levantándose de su mesa con mala gana, y salió de su clase a paso decidido hacia el despacho de la directora.

Hasta que se perdió.

—¿No sabes dónde está? —Harry rió a sus espaldas.

—No, ¿te recuerdo que soy nuevo? —rodó los ojos.

—Me estás tocando mucho los huevos y eso no es bueno, ¿sabes? —comenzó a enfadarse.

—Déjate ya el drama conmigo, imbécil. —lo miró mal—. Quizás te servirá con los demás, pero a mí me das risa.

Volvió a girarse para continuar su camino así como recordaba de hacía unos minutos, pero algo lo empujó hasta hacer que su espalda impactara con fuerza contra la pared, mientras sus dos manos lo agarraban con fuerza del cuello.

—Escúchame imbécil, no llevas aquí ni un puto día y ya has firmado tu sentencia de muerte. —Harry habló con rabia, muy cerca de su rostro, mirándolo a los ojos—. Aquí dentro no eres más que una pequeña mierda insignificante, y no voy a permitir que tu estupidez dañe mi reputación. Así que o te calmas tú y aprendes a respetarme, o te enseño yo a base de golpes. ¿Me he explicado con suficiente claridad?

Harry aflojó el agarre que mantenía sobre su cuello para que pudiera decirle lo que quería oír, pero Louis no tenía en mente ponérselo tan fácil.

—Vete a la mierda, Styles. —lo retó.

Y entonces, Harry, explotó.

Su puño impactó con fuerza sobre la mejilla de Louis, quien cayó al suelo debido a la intensidad del golpe, y se tocó la zona con una mueca de dolor al notarla arder.

Harry se agachó ante él agarrándolo del cabello para que lo mirara, y una sonrisa burlona salió de entre sus labios al verlo tan indispuesto.

—La próxima vez no seré tan cordial.

Acto seguido volvió a levantarse para caminar con tranquilidad hacia el despacho de la directora, y Louis golpeó el suelo con fuerza con su mano hecha un puño debido a la rabia e impotencia que sentía en ese mismo momento.

Se había dejado golpear, se había dejado ver vulnerable y culpa de eso, ahora Harry creería que lo tenía todo bajo su control, algo que no podía permitir.

Se levantó enrabietado mirando hacia los lados del pasillo, confirmando que nadie había presenciado la patética escena que acababa de vivir, y caminó hacia su habitación sin hacer caso a las órdenes de su profesor.

Agarró una cajetilla de tabaco junto a un mechero que se trajo en la mochila de su equipaje, y decidió salir al patio a tomar un poco de aire, pues necesitaba descargar un poco toda la ansiedad que se le estaba acumulando desde que había llegado allí, hacía a penas unas dos horas.

Todo le venía grande, y no había empezado con buen pie. Llevaba a penas dos horas en aquel internado, y ya había recibido un puñetazo y lo habían enviado al despacho de la directora.

Algo no iba bien y él lo sabía, pues su adaptación a su nuevo entorno no estaba yendo como debería ir.

Sacó un cigarro de la pequeña cajetilla que tenía entre sus manos cuando se sentó en una de las gradas del patio, y se lo llevó a la boca para seguidamente encenderlo con el mechero, ahuecándolo entre sus manos para frenar la poca brisa de aire que corría por el lugar.

Inhaló con fuerza llenando sus pulmones todo lo que pudo de aquel amargo sabor, y dejó salir todo el humo tras retenerlo en su caja torácica durante unos segundos. Un suspiro salió de entre sus labios cuando cerró los ojos tratando de tranquilizarse, y estiró sus piernas cruzándolas de modo que colocó su tobillo izquierdo encima del derecho, poniéndose en una postura aparentemente cómoda.

La tensión que se acumulaba en sus omóplatos no era poca, y la inquietud que sentía al encontrarse solo en un entorno desconocido junto a personas que no había visto en su vida, no ayudaba en absoluto.

—Hola, Louis.

Frunció el ceño resoplando sonoramente al haberse visto interrumpido en su momento de tranquilidad, y giró la cabeza para encontrarse a Anne Styles, su directora.

Pero él no se inmutó. Quizás lo iba a regañar, castigar e incluso expulsar, pero le dió exactamente igual. A fin de cuentas, si lo expulsaba, le haría un gran favor.

—¿Puedo sentarme? —lo miró intrigante esperando una respuesta por su parte, pero al no encontrarla, ella misma se concedió el permiso de realizar lo que había pedido.

—Si va a castigarme o a expulsarme puede decírmelo directamente y acabamos antes, hágame caso que se lo agradeceré. —habló Louis, mirando al frente.

—No he venido a nada de eso, solo quería hablar contigo.

—Hable.

—¿Qué te ha pasado ahí?

Esta vez Louis sí giró su rostro para mirarla, pero volvió a girar la cabeza cuando vio que sus ojos se dirigieron curiosos a la zona rojiza de su mejilla, justo donde Harry le había golpeado hacía un rato.

—Me he caído por las escaleras. —hizo una mueca ante su propia excusa, y Anne sonrió mirando al suelo.

—¿Sabes que aquí tenemos cámaras de seguridad, Louis?

Él suspiró.

—¿Y si lo ha visto para qué mierda me pregunta?

—Porque quería saber si me mentirías o me dirías la verdad, y acerté en lo que pensé.

—No se equivoque, no le he mentido porque el imbécil que me ha golpeado sea su hijo. Le he mentido porque no tengo ganas de movidas, y además, con el debido respeto, su hijo es un estúpido arrogante y no va a conseguir cambiar eso por mucho que lo intente.

Ella sonrió ante las crudas palabras de Louis, quien no se cortó un pelo al expresar lo que sentía, y cruzó sus dedos colocándolos sobre su rodilla izquierda, girando su rostro para volver a mirarlo.

Le intrigaba la forma de ser de aquel joven. Tan solo lo había visto dos veces, pero sus instintos maternales le gritaban en silencio que aquel chico de ojos azules y pelo castaño, escondía en su corazón mucho más de lo que sus palabras podían explicar.

—¿Cómo ha ido tu primera clase?

—Mal, me han expulsado a los cinco minutos gracias a su maravilloso hijo.

—Os han enviado a mi despacho y es curioso, porque no habéis venido ninguno de los dos.

—Al final nos pareceremos y todo, ¿has visto que cosas más raras? —ironizó.

Anne se levantó dejando escapar una suave risa, y colocó su mano sobre el hombro de Louis, quien se apartó sin necesidad de disimulación.

—¿No te gusta el contacto físico?

—¿No ve que no?

Ella calló, mirándolo inquietante, con la curiosidad en su interior suplicándole saber más sobre aquel misterioso chico.

Pero decidió marcharse, pues ya lo había apretado demasiado y no quería abusar de la generosidad que estaba teniendo al hablar con ella en vez de marcharse a otro lugar.

—Hablaré con mi hijo para que te deje tranquilo, pero necesito que asistas a las clases y trates de hablar de una forma más respetuosa con los demás. —dijo con suavidad.

—Expúlseme si quiere, pero no espere que cambie mi forma de ser por la gente de aquí.

—Inténtalo, Louis. Confío en ti.

Se marchó tras pedirle que asistiera a su próxima clase, pero Louis no le prestó atención.

En su cabeza rondaban las tres palabras que había dicho antes de eso, unas palabras que realmente consiguieron clavarse en su interior.

“Confío en ti”.

Un juego de dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora