Capítulo 5

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Arden corrió por las calles, esquivando a los transeúntes y los vehículos

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Arden corrió por las calles, esquivando a los transeúntes y los vehículos. El atardecer se mezclaba con la noche, inundando la ciudad de luces brillantes que iluminaban el camino. No necesitaba luz para saber hacia dónde ir, ni siquiera una dirección o indicaciones. No, solo seguir su instinto, dejar que el vínculo que la llamaba guiara sus pasos.

Pudo escuchar los pasos de Rhys detrás de ella. Quiso decirle que se detuviera, que era inútil que intentara interponerse otra vez, pero sabía que no la escucharía y que no aceptaría que no era su misión.

Aunque técnicamente sí lo fuera.

Los emisarios siempre mantenían una convivencia pacífica, un trato respetuoso y amable. Solo se habían escuchado múltiples rumores sobre disputas entre los integrantes de una pareja, por un acontecimiento en particular: una misión en conjunto.

Por lo general, cada emisario en un equipo tenía su propia misión individual; después de todo, el amor y el desamor pertenecían a polos opuestos. Donde existía uno, no podía existir el otro en el mismo momento; sobre todo cuando se hablaba de un amor Eros: ahí se volvían el día y la noche, el sol y la oscuridad.

Así que cuando a una pareja de emisarios se les asignaba la misma misión, las cosas podrían tornarse un poco tensas y varias situaciones inesperadas podrían suscitarse.

Cada emisario debía hacer su trabajo. Para lograrlo, lucharían por lo que consideraban correcto, desde la esquina opuesta. Los mismos emisarios habían designado estas misiones como las «rompedoras de corazones», no para inspirar drama, sino para constatar un hecho: alguien ganaba y alguien terminaba con el corazón roto.

Ser un emisario requería ser imparcial, pero tener un corazón no siempre lo permitía. Sentir emociones era la antítesis de la imparcialidad, así que ser emisario no siempre era el trabajo más sencillo.

Después de correr un par de calles, Arden se detuvo frente a la entrada de un hospital. En el letrero principal se podía leer: «Hospital Queen Charlotte y Chelsea». Se sorprendió, a pesar de que el sentimiento de angustia y desconsuelo que percibía desde ese hilo debió advertirle.

Tragó con fuerza y entró sin mirar atrás. Una sensación de nerviosismo se sumaba a las otras sensaciones incómodas en su interior. Arden sabía el motivo: no le gustaban los hospitales. Eran fríos y siempre había personas angustiadas y preocupadas; además, las personas morían, y con ellas sus vínculos, dejando hilos rotos en sus seres queridos que quizá algún día lograrían sanar.

Caminó por un pasillo, cautelosa, hasta que se detuvo en la sala de esperas; había doctores, enfermeras y pacientes; la mayoría eran mujeres en diferentes estados de embarazo. Arden se percató de que el ambiente se sentía diferente a los otros hospitales en los que había estado antes: en lugar de angustia y miedo, había un aire de expectación y... ¿emoción?

Arden dio una vuelta, dejando que sus ojos captaran los detalles de su alrededor: la decoración sutil con adornos infalibles, las mujeres embarazadas, el llanto apagado de los bebés a la lejanía, los afiches de familias y partos en las paredes.

Cómo unir un amor incompleto [TERMINADA]Where stories live. Discover now