Omega

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Lo primero que le llamó la atención a Merlín después de empezar su trabajo como siervo de Arturo, fue la falta de olor en éste. Realmente no sería un hecho extraño en cualquier campesino; la mayoría eran betas con algunos pocos alfas y omegas, pero tratándose de la realeza esto era totalmente distinto. Por tradición los reyes alfas se casaban con mujeres miembros de la realeza omegas, dando a luz hijos de alguna de las dos castas.

Por lo que, cuando Merlín tuvo la oportunidad de confirmar en varias ocasiones que el príncipe no presentaba ningún olor, su curiosidad lo guio rápidamente a intentar descubrir el porqué. Le había preguntado numerosas veces a Gaius, pero éste se negaba a darle una respuesta, cambiando de tema con una gran habilidad o simplemente ignorándolo. En algunas escasas oportunidades se había atrevido a soltar comentarios casuales al respecto con Arturo, pero había abandonado la idea de sacarle algo de información con ese método al darse cuenta que la reacción del rubio siempre era agresiva y grosera.

Estas reacciones eran la segunda cosa que llamó la atención del joven mago. Arturo resultaba ser supremamente emocional, a diferencia de la amplia mayoría de alfas que tendían a lo racional. Tendía a ser explosivo, sensible, impulsivo e inseguro, más no agresivo, obligando a Merlín a ser cuidadoso con sus palabras si no quería ver al príncipe dudar de sí mismo. Esto destacaba con la imagen de alta autoestima y lo precavidos que tendían a ser los otros miembros de dicha casta. Merlín, como integrante y gran observador, podía dar buena fe de ello.

El tercer hecho que se le hizo curioso fue capaz de notarlo únicamente cuando el príncipe confío lo suficiente en él como para empezar a ser descuidado. Y es que Arturo resultaba ser mucho más empático y protector que cualquier alfa que Merlín hubiera conocido antes; numerosas veces había sacrificado su credibilidad y honor con tal de defender a Merlín, cuando Gaius había sido acusado de brujería fue el rubio el primero en desafiar al rey, afirmando que la simple idea era ridícula. Incluso había roto la ley con tal de proteger y ayudar a los que sufrieran algún tipo de injusticia. En general se creía que esto era debido al sentido de lo justo que el rubio poseía, sin embargo, el joven mago sabía que había algo más. Una razón oculta que se esmeraría en revelar.

Esa semana, como tantas otras, el rey y el príncipe estaban discutiendo en el amplio comedor. Al iniciar el conflicto se les había ordenado a los guardias no permitir que nadie entre en la sala, por lo que Merlín decidió aprovechar el tiempo para limpiar la habitación de Arturo y así evitarse problemas cuando éste regrese hecho una furia. Los pleitos entre ambos hombres resultaban ser más recurrentes y acalorados cada vez, sin embargo, nadie dentro del castillo conocía la razón. Las damas teorizaban que el heredero al trono estaba enamorado de alguna muchacha indigna, muchas señalando a Gwen como posible interés romántico. Los hombres del castillo no parecían interesarse demasiado en el tema, a excepción de los siervos personales de Arturo y Uther. Ambos muchachos debían tolerar la ira de sus amos justo después de cada disputa, lo que causaba en ellos una imperiosa ansiedad por saber los motivos de las acaloradas discusiones y el cómo resolverlos.

- ¡Es increíble! – vociferó Arturo mientras entraba en sus aposentos - Le ordenó a un puñado de caballeros escoltarme las veinticuatro horas del día ¡Además tengo prohibido abandonar este maldito lugar!

El príncipe le dio un fuerte manotazo a su escritorio, provocando que el sonido de la madera siendo golpeada retumbe dentro de los oídos de un hastiado Merlín.

- Ha estado causando discusiones con su padre muy seguido últimamente, mi Señor. Apuesto a que el rey cree que usted está siendo algo... -El siervo evadió la furiosa mirada de su amo, temiendo su reacción ante lo que estaba por decir – problemático

El rubio no reaccionó de ninguna forma, cosa que sorprendió al joven mago. Asintió con la cabeza varias veces, pensativo, y después de soltar un breve "puedes retirarte" se acercó a una ventana, observando a través del cristal. Merlín no dudó en salir de la habitación, y el resto del día se dedicó a ayudar a Gaius ya que nunca habían vuelto a solicitarlo.

Alfa, Beta y Omega - MerthurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora