Nadie la había visto en días, tampoco iban a encontrar su cuerpo.

Una vez habíamos llegado a la propiedad, cintas amarillas bordeaban la estancia impidiendo que pudiéramos adentrarnos. Era demasiado imbécil, y era más que obvio que alguno de sus amigos feligreses de la iglesia iba a preocuparse por ella.

Mi pulso tembló y Aiden tuvo que jalarme del brazo para no ser interceptados por las lámparas led que iluminaban la estancia.

No estaba asustada. Aiden era demasiado inteligente, precavido y hermético como para dejar algo que pudiese incriminarnos; la pobre mujer había desaparecido y ya, no era alguien importante y absolutamente todo en el condado de Kelsen pasaba antes por las garras de los hermanos del infierno.

Tenían gente en todos lados, incluso miembros que figuraban en los diarios y en la policía, no precisamente como criminales, por lo que si este no había dicho algo era porque no importaba.

—¿Sabías de esto? —le pregunté a Aiden de repente, quien hasta ahora había permanecido impasible a mi lado.

No tenía excusa, por lo que solo pudo negar con la cabeza y encogerse de hombros para dar media vuelta y seguir nuestro camino decepcionados de regresar al auto.

—Escuché los rumores, pero no pensé que la policía interviniera. No antes que nosotros —se excusó en tono ronco.

Necesitaba recuperar ese diario para librarme de todos y lo peor es que no podía hacer nada.

Tampoco podía empujarlo demasiado a ello, las cosas no se habían alivianado entre nosotros por más que estuviéramos hablando como si nada, por el contrario iban a ponerse peor.

—¿Crees que Riven dijo algo? —La pregunta que había hecho no era una que necesitara respuesta, ya que era más que obvio.

Tal vez mi rostro acababa de delatar mis pensamientos, porque sus cejas se arquearon en profundidad y me empujó para que caminara más rápido de lo normal.

—¿Por qué le contaste lo de Miranda? —La expresión dura fue dura.

—Estaba molesta, necesitaba desahogarme. Aún sigo molesta, me trataste mal y tampoco fue difícil de adivinar.

No estaba mintiendo, Riven sabía un poco de la verdad, por eso era el perfecto, aunque ya no tan perfecto siervo: solo lo estaba utilizando y lo quería tener comiendo de mi mano para conseguir mis objetivos. Sí, Riven era inteligente, guapo y tenía un encanto nato, pero lo que me interesaba de él no eran ninguna de esas cosas.

Tenía otra clase de atributos menos fieles y más viles que me interesaban. El hecho de que pudiera hundir a Samantha.

También le encantaba subestimar a las personas y esa era su perdición.

—¿Te parece que te estoy tratando mal? Thomas hizo el trabajo, no abrirá la boca —habló Aiden de nuevo, sin dejar de caminar—. No te estoy tratando mal, si te tratara mal no me estarías hablando, estarías cagada de miedo.

—No quiero que me trates mal, quiero que me trates como esas parejas babosas. —A pesar de que mi voz había sonado seria, mi rostro tenía un gesto de evidente sarcasmo.

***

El camino a casa fue excesivamente tranquilo, con la radio sonando de fondo y nuestras respiraciones calmadas al compás. Suponía que su rostro severo y el constante ceño fruncido en su entrecejo eran el claro indicio de que lo había hecho incomodar, o peor aún, como siempre la había terminado cagando.

La lluvia estaba cayendo y la calefacción no ayudaba al drástico cambio de temperatura.

Una vez entramos al campus universitario y nos detuvimos frente a la residencia iba a bajar del auto, pero antes de que pudiera hacerlo la mano de Aiden sosteniendo mi antebrazo me detuvo.

Mátame Sanamente Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz