Al día siguiente el despertador le sonó a las siete de la mañana, como cada día entre semana de lunes a viernes su alarma no le permitía ni cinco minutos de retraso para dormir unos minutitos más. Los primeros rayos de sol se colaban por las rendijas de la persiana de su habitación y de hacía ya un rato los pajaritos habían empezado a alborotar como de costumbre. Tenía el uniforme escolar esperándole en la silla de en frente de su cama, cada vez que se lo ponía era como revivir la primera comunión, o le hacía pensar que iba a una entrevista de trabajo, si como cualquier uniforme este era muy formal, de colores oscuros y con una ridícula corbata azul marino con el nombre del instituto.

 En poco tiempo se vistió, se lavó la cara y se peinó, en menos tiempo aún ya estaba sentado en una de las sillas de la cocina tomándose un café doble para espabilarse. El “Tic-tac“ del reloj de la cocina ya marcaban las ocho menos diez, tenía la mochila lista en el recibidor con la cartera cargada de tres billetes de 20€ que le metía su madre todos los días para que se comprase el almuerzo y la comida. Cuando terminó de desayunar se lavó los dientes y salió de casa con la mochila en la espalda, nada mas cerrar la puerta tras de si se encendió un cigarro que tenía guardado en el bolsillo superior de la americana negra del uniforme. A las ocho y diecisiete justamente el móvil le empezó a sonar, extrañado Aizen atendió:

-¿Quién? – dijo aún con la voz medio adormilada.

-¡Bueeeenooooos díaaaaaaaaas! – La voz de Caroline sonaba enérgica al otro lado del teléfono pese a ser temprano.- ¿Qué tal estás Aizen?.

- ¿ C-Caroline? – contestó él, estaba fuera de juego, no se esperaba su llamada y menos a esas horas. - ¿es qué no sabes que hora es? – dijo Aizen con voz de enano gruñón.

- Claro que si, espera qué mire la hora y te digo- repuso ella.

- No, no hace falta, no me refiero a eso ,sino qué es muy pronto, además voy de camino al instituto – contestó con desgana.

-¡Uuuuuuh a si que te pillo justo, ¿ no? Muahahahahah! – Continuó diciendo Caroline.- Cuando llegues a la panadería de la esquina abre bien los ojos.  – acto seguido colgó.

- ¿Qué? ¿Caroline? ¿Qué panadería? – El muchacho gruñó, que manía tenían las mujeres de su alrededor de colgarle el teléfono sin darle tiempo a decir nada.

Con las manos en los bolsillos del uniforme azul marino y la mochila colgada de la espalda avanzó entre las calles hasta que se fijó en una cafetería que hacía esquina. Él pensó que debía de ser esa la que la pelirosa le decía, aún a si sin estar muy seguro sorteó las mesas y sillas puestas en las terrazas hasta hacerse paso a la puerta principal, cuando iba entrar sintió que alguien tiraba de sus pantalones.  Con las mejillas enrojecidas miró hacia atrás y en una de las mesas próximas a la puerta sentada en una silla siguió el brazo que le sujetaba hasta dar con el culpable, mejor dicho la culpable. Caroline le sonreía ampliamente mientras alzaba la otra mano en forma de saludo.            

 -¡C-Caroline….SUELTAME LOS PANTALONES! – gritó Aizen a la chica sin darse cuenta de que toa la gente se volteó a mirar de donde venía  tanto bullicio, cuando este se percató el rojo de sus mejillas se le extendió por toda la cara.

- Aizen no grites, Shhh….- le contestó ella con voz calmada aguantándose la risa mientras le hacía el gesto de silencio llevándose el dedo índice a los labios. – La gente nos mira, bueno te mira.

- S-será posible…- se le notaba enfadado, bueno mas bien irritado por aquella situación, se había quedado ahí de píe sin saber que decir, a lo que notó otro tirón esta vez en su mano, Caroline había vuelto a tirar de él esta vez para que se sentara de una vez.

Aizen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora