♦️Capítulo 14♦️ Un salto en el tiempo

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Abril había trascurrido sin contratiempos, y los meses que siguieron después de esto, Aurora y yo estuvimos demasiado ocupados pasando de forma segura mensajes de los Aliados por el canal de la SOE¹. Estos desconocían la actividad de los partisanos liderados por el mariscal Tito, por lo que toda la actividad guerrillera se le atribuía a los chetniks.

Los chetniks no eran más que un movimiento serbio fundado el año anterior —mil novecientos cuarenta y uno— con el objetivo de ayudar a las fuerzas de los Aliados.

Sin embargo, eran conservadores nacionalistas monárquicos, llegando a puntos extremos. Decididos a crear comunidades exclusivamente serbias en Croacia y Bosnia-Hersegovina, unidades chetniks cometieron atrocidades contra croatas, musulmanes y supuestos comunistas. Incluso cayeron al punto de colaborar con italianos y alemanes a cambio de armas y municiones con el fin de acabar con los partisanos.

Recuerdo que en esos años turbulentos teñidos de derramamiento de sangre, los chetniks se alzaron contra las Potencias del Eje en cuanto los Aliados desembarcaron. Pero más adelante, por intereses personales y políticos del Reino Unido, este decidió apoyar a los partisanos yugoslavos.

Ya sé, todo un enredo de bandos, pero lo importante es que yo no pertenecía a ninguno de ellos. Solo quería paz y salvaguardar los vivos que me quedaban. Y atraer la atención de los Aliados a Yugoslavia era crucial. Para el invierno del mil novecientos cuarenta y dos ya era notorio que los Aliados intervendrían en Europa, así que me decidí a reanudar mi reencuentro con Karolina.

Partí entonces a Polonia consciente que me encontraría imágenes reales y espantosas del lado más crudo de esta guerra. Pero algo tenía en el pecho que me aseguraba que mi Sunset estaba a salvo, esperando por mí.

Había tomado un tren en la estación central en Viena hasta Varsovia y mi número de asiento correspondió al lado de una madre soltera con un niño encantador. A pesar de la delgadez de ambos, se notaba que algún día fueron personas muy apuestas. El hijo me transmitía nostalgia, quizás fuera por su parecido a Alejandro. El cabello castaño oscuro revuelto, ojos claros y transparentes, y la mirada asustada. Como yo llevaba suficientes municiones para el viaje, compartí unas galletas con el pequeño, acción que provocó que se le iluminara el rostro. Miró a su madre buscando el permiso que llegó con un asentimiento de cabeza.

—¡Gracias! —agradeció el niño con un entusiasmo desbordante.

—Muchas gracias —dijo también su madre con una sonrisa.

—Es un placer —aseguré—. Es un niño muy educado. —Revolví los cabellos del infante—. Me recuerda a un amigo.

—¿De la misma edad o...?

Dejó la pregunta a medias cuando contempló como se ensombrecía mi semblante. Me dedicó con la mirada un silencioso «Lo siento» y yo por mi parte  asentí con la cabeza.

—¿Cómo se llama señor? —preguntó el niño.

—¡Luka! —regañó su madre.

—No se preocupe. —Sacudí con mi mano restando importancia y luego se la extendí al pequeño—. Mi nombre es Dušan estimado Luka, y es un honor conocerte.

—Para mí también. —El niño me estrechó la mano—. Cumplí ayer siete años y no tengo amigos.

—¿De verdad? Pero si eres un chico muy agradable.

—Sí, es que casi todos se han muerto —Se encogió de hombros mientras a mí se me encogía el corazón—. Y los demás han sido llevados a un orfanato ¿Sabía usted que existían los orfanatos?

—Sí, Luka —contesté con un suspiro—, lo sabía.

—A veces pienso qué harán allí —confesó triste—, si pasarán hambre como a veces pasamos mamá y yo, o si los dejarán jugar a las canicas. A Gašpar le regalé mis canicas cuando se lo llevaron para que no llorara por las noches extrañando a sus padres.

—Ya basta Luka —volvió a regañar su madre apenada—. No molestes al señor.

—De verdad no es ninguna molestia —aseguré haciendo un esfuerzo porque no me afectaran en demasía las palabras del pequeño— ¿Te cuento un secreto, Luka?

—Soy bueno guardando secretos.

—Yo soy huérfano.

—¡En serio! —Se mostró emocionado, como si fuese un logro de un superhéroe o algo por el estilo.

—Así es. Y puedo asegurarte que tu amigo Gašpar está muy contento de tener tus canicas. No te lo ha dicho pero te quiere como un hermano —revelé guiñándole un ojo.

—¿Tus papás también se murieron en la guerra?

—No, en un accidente de auto. —Revolví sus cabellos nuevamente. Eran sedosos como los de Ale.

—Mi papá se murió en la guerra. Mamá dice que fue muy valiente defendiendo a su país pero yo hubiera preferido que se quedara con nosotros. —Bajó la cabeza sorbiendo la nariz—. Ahora tenemos que irnos de Viena porque no tenemos dinero.

¿Qué decirle a un infante en una situación como aquella? ¿De qué manera se le explicaba que su padre murió en vano defendiendo algo que se desmoronaba cada día que pasaba? ¿Cómo explicarle que la guerra se cobraba día a día vidas a montones sin importarle las familias que rompía en el proceso? En ese momento tuve que hacer acoplo de mi aplomo y encontrar la voz más serena que poseía, para no derrumbarme.

—Luka, siento lo de tu padre. Pero él estaría muy orgulloso de saber que también eres valiente ahora.

—Lo soy señor Dušan.

—Así se habla. Ya eres todo un hombrecito, por lo que te haré prometerme algo.

—¿Qué cosa? —preguntó con ojos curiosos.

—Prométeme que cuidarás a tu madre. —Señalé a la mujer—. Y nunca tendrás miedo de enfrentarte a la situación que se te presente.

—Lo prometo señor. —Se llevó la palma al pecho.

—Muy bien. Un hombre siempre cumple su palabra.

—Ya casi cumplo ocho.

—Entonces sé que la cumplirás. —Levanté mi pulgar y él hizo lo mismo.

El resto del trayecto sostuve conversaciones animadas con la madre de Luka. Nada de muertes o guerras, sino del nacimiento del pequeño, sus primeras travesuras y cosas por el estilo. Algo diferente que ambos necesitábamos para alejarnos momentáneamente de la realidad que nos apresaba.

Hablé sobre mi prometida y los planes de boda. Incluso les enseñé la foto y Luka quedó prendado de ella.

—No me la vayas a robar —bromeé cuando vi que no la soltaba.

Mirando esa tarde al pequeño, medité en muchísimas cosas que hubiese preferido mi cerebro dejara intactas. Lo más lamentable, la cantidad de niños que habían en su situación, o peor. Buscando una salida, un escape a lo que les había acontecido sin merecérselo. Los huérfanos que lloraban tras las paredes de un penoso orfanato, los que medigaban un poco de comida, y por último, los que habían quedado aplastados bajo los escombros producto a los bombardeos. Nuestros yugoslavos sin ascendencia judía no tenían que lidiar con el diabólico Holocausto que había desatado el odio fascista de Hitler, llegando a su punto culminante la pasada primavera de ese año. Pero cada vez que pensaba en los que no corrían con esa dicha y eran enviados sin contemplaciones de edad al infierno espantoso protegido por alambres se volvía a formar el nudo en mi estómago.

No quería tener hijos en ese tiempo. Quería tenerlos cuando los Aliados nos liberaran del yugo de las Potencias del Eje, y esperaba que fuera pronto.

Poco me imaginaba que aún faltaban muchísimos horrores.

Nota:

¹SOE: Special Operations Executive por sus siglas en inglés (Dirección de Operaciones Especiales) Una organización británica de espionaje y sabotaje contra las Potencias del Eje.

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