♦️Capítulo 9♦️ Cuando correr es la única salida

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Cuando eres un huérfano aprendes a apegarte a las cosas pequeñas que te brindan bienestar y seguridad, ya sea un lugar, un objeto o una persona.

Mi lugar había quedado en Zagreb, ese verano congelado bajo el sicomoro de raíces prominentes. Los únicos objetos valiosos no eran mis pertenencias personales, sino una foto y un lazo rojo de la mujer que añoraba cada minuto que duraba la guerra. Y apesar de no tener mucho tiempo compartido, Alejandro, Bogdan y Dimar se habían convertido en personas importantes que me alentaban de un modo u otro a seguir luchando. El menor del grupo había jurado liberarnos en la noche, pero no pudo evitar pasado el mediodía que los instrumentos de tortura nos infligieran el daño más salvaje que al comandante Hermann Harrer se complació en ordenar.

Cuando vi que un alemán sacaba a rastras a un Dimar ensangrentado, supe que mi hora de dolor había llegado. Nos interrogarían uno por uno y no había forma de evitarlo.

—Tu turno —vociferó el alemán señalándome.

—Llévenme a mí primero. —Bogdan interpuso.

El nazi tensó su rostro y las venas se le marcaron en la frente. Noté los nudillos salpicados de sangre, probablemente la de Dimar, y sin aflojar su expresión se pegó a la cara de mi amigo.

—He dicho que es el turno del croata.

Habló con su acento marcado, presionando las consonantes. Lo dijo pausado y bajo, pero no por eso se escuchó menos cruel.

—Descuida Bogdan. —Lo aparté por el brazo—. Solo retrasarás lo que de igual manera va a tocarme —consolé.

Bogdan tenía sus impulsos, pero en cuanto a la integridad por los suyos se merecía la medalla de honor más inmensa que se hubiera fabricado.

Ayudé acomodar a un desfallecido Dimar en la esquina de la caseta y mientras apoyaba su cabeza percibí el murmullo que trabajosamente dejó escapar.

—¿Cómo, amigo? —insistí.

Voda...

«Voda», la palabra serbia para agua. El pobre estaba en una situación indignante. Todos llevábamos horas sin comer ni beber. Nos habían encerrado como animales sin tan siquiera darnos el derecho de ir a un baño, por lo que nuestra celda improvisada desprendía un hedor a orina insoportable. Gracias a la comida ligera del día anterior, ninguno había necesitado todavía limpiar su estómago de deshechos sólidos.

—Mi amigo necesita agua —pedí al alemán que esperaba para llevarme.

—¿Y? ¿Acaso nos han dado alguna información útil para exigir consideraciones? —ladró.

—Por favor, no pedimos para nosotros, solo para él.

El dolor desgarrador que sentí en la mandíbula al recibir el puñetazo de mi interlocutor me tiró de rodillas al suelo. Un sabor a óxido se me esparció dentro de la boca, provocando que escupiera mi propia sangre. No había tenido tiempo de recuperarme del primer impacto cuando la bota del personaje me pateo al otro lado de la cara terminando de tirarme de plano.

Widerlicher Wurm¹.

Widerlicher Wurm: Asqueroso gusano.

No bastándole, sacó el rifle que descansaba en su cinturón y cuando estaba a punto de golpearme con el cabo, cerré los ojos para amortiguar la impresión. Pero en lugar de dolor, escuché un estruendo a pocos centímetros. Abrí los ojos y me encontré a Bogdan forcejeando con el alemán en el suelo. Este le doblaba la estatura a mi amigo y tenía a su favor el haber comido y descansado correctamente, por lo que me obligué a levantarme para socorrer al otro. Recibí un codazo en las costillas y un puntapié en los zapatos, pero seguí batiéndome sin detenerme. No entendía lo que pasaba, como de momento el sargento había decidido cometer aquella locura. Estábamos más que muertos, ahora no habría escapatoria ni por Alejandro ni por el mismísimo rey. Pero ya estábamos en ello y no íbamos a transigir. Bogdan era diestro en combate cuerpo a cuerpo, y sin dilatarse más dejó inconsciente a su contrincante desplomándolo en el suelo.

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