VII. 𝐔𝐍 𝐎𝐁𝐒𝐄𝐐𝐔𝐈𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐓𝐀𝐑𝐃𝐎́ 𝐄𝐍 𝐋𝐋𝐄𝐆𝐀𝐑

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Matsuyama, Yoshiko y Machiko estaban limpiando los pisos de la casa. En eso llegaron Misaki, Tsubasa y Wakabayashi.

─¡Hola! ¿Cómo están?─ les preguntó Machiko con una gran sonrisa.

─Muy bien─ respondió Misaki, felizmente.

─¿Por qué?─ preguntó Yoshiko.

─Porque Urabe y Soda desaparecieron. Ya descansan en paz─ respondió Wakabayashi.

─¿Enserio?─ Matsuyama se sorprendió por su respuesta.

Tsubasa asintió con una sonrisa.

─No sé si alegrarme por ellos o alegrarme más que nada por el hecho de que si ya no están no tenemos que limpiar la mugre que dejan siempre que caminan a algún lugar─ dijo Machiko.

─Es verdad. Como el día que dejaron caer una lata ¡enorme! de pintura y ensuciaron todo el piso. ¡Y eso que recién lo terminábamos de limpiar!─ recordó Yoshiko.

─Ahora que ya no están podremos limpiar tranquilamente─ dijo Matsuyama.

Los recién llegados rieron.

─No sean malos con ellos─ les pidió Misaki─. Eran unos sucios pero eran buenos.

─Lo sé. Estábamos bromeando...

─¡No es justo!─ escucharon a Kisugi gritar desde la cocina.

─¡Claro que lo es! ¡Tú mismo hiciste esa apuesta! Los dos desaparecieron, ahora tienes que cocinar todo tú por una semana─ le recordó Izawa.

─¡Pero...!

─¡Ah! ¡Nada de peros! ¡Trato es un trato, señorito!─ Takasugi le entregó un bowl con masa y un cucharón─Quiero la pizza en media hora─ se cruzó de brazos.

Kisugi gruñó, enojado.

─La puta madre. Eso me pasa por juzgar un libro por su portada─ se puso a cocinar.

Los chicos que estaban en el pasillo rieron al escuchar esa discusión.

Entonces Yoshiko se puso melancólica.

─Hace tanto que no me reía así...

─Yoshiko...

─Tengo que ir al baño, discúlpenme─ se fue corriendo.

─Nosotros iremos por ella─ Machiko y Matsuyama la siguieron.

─¿Qué fue todo eso?─ le preguntó Tsubasa a Misaki.

─Yoshiko se puso melancólica al recordar lo infeliz que fue su vida escolar hasta el día de su muerte─ respondió Taro con un semblante que denotaba seriedad.

─¿Qué le pasó?

─Te diré cuando volvamos de la Tierra. Hay que encontrar el osito para desaparecer a Takeshi.

─Es cierto. Si queremos hacer que Takeshi descanse en paz, tenemos que ir ya a la Tierra y volver antes de una hora, o si no desapareceremos.

─Sí─ los dos asintieron.

Taro manifestó en su mente el planeta Tierra, y al levantar las manos, un holograma del planeta apareció frente a ellos.

─Incre...

─... íble─ Genzo terminó la oración de Tsubasa.

Misaki hizo zoom con los dedos en Japón, luego en su prefectura, Shizuoka, y movió con el dedo índice para acercarse a Saitama, que estaba bastante cerca de Shizuoka.

─Bueno, ahora tómense de las manos─ pidió.

Genzo le dio la mano a Misaki y Tsubasa a Genzo. Con su otra mano libre, Misaki tocó Saitama, y en dos segundos ya estaban ahí.

─Wooow. Esto sí es tecnología─ dijo Tsubasa asombrado.

─¿Hacia dónde está la escuela, Misaki?

─A tres calles. Debemos correr.

─Esperen─ Tsubasa los detuvo─. ¿Y si nos ve alguien? ¿No nos reconocerá?

─Tsubasa, ya no pertenecemos al mundo de los vivos. Nadie nos puede ver─ le dijo Wakabayashi.

─A.

─Bueno, vamos.

Los tres corrieron a la primaria Meiwa, la cual se encontraba cerrada. Por la muerte de la madre de Takeshi tuvieron que cerrar el centro educativo. Pero justamente al ser fantasmas, podían atravesar las paredes fácilmente. 

Caminaron por los pasillos un rato, buscando al osito de peluche (si es que no se lo llevaron, si eso pasó, estaban fritos).

Tsubasa fue el que lo encontró. Estaba guardado en un cajón de un escritorio de un salón, totalmente abandonado.

─¡Chicos! ¡Lo encontré!

─¡Buen trabajo, Tsubasa! Ahora volvamos.

─Sí.

─Claro.

Los tres se tomaron de las manos, visualizaron el Más Allá y llegaron en menos de lo que canta un gallo.

─Ahora tenemos que buscar a Takeshi.


─Ya, Takeshi, por favor no llores─ le rogó Ishizaki.

─¡Quiero ver a mi mamá! ¡Y ese hombre no deja de aparecer en mi cabeza matándome!

Ishizaki no sabía cómo calmarlo, hasta que llegaron Tsubasa y los demás. Misaki traía detrás de su espalda al osito.

─¡Chicos!

─Ishizaki, déjanos esto a nosotros─ le dijo Wakabayashi.

─E-está bien─ se fue, dejándolos solos con el pequeño.

─¡Misaki!─ Sawada le dio un gran abrazo─¡Te necesito!

Misaki le sonrió tiernamente. Agarró el osito con una mano y con la otra le acarició la cabeza.

─Tranquilo, Takeshi. Sabemos cómo hacer para que dejes de tener esas pesadillas.

─¿Cómo?

Wakabayashi sonrió.

─Fuimos a tu escuela unos minutos.

─Y encontramos...─ Tsubasa hizo una pausa para que Misaki le diera el osito en sus manos.

─Toma.

A Takeshi se le agrandaron los ojos por la sorpresa, y también le brillaron.

─Es un obsequio que tardó en llegar, pero que siempre estuvo ahí, esperándote. Tu mamá debe estar muy feliz al saber que finalmente lo tienes.

Takeshi observó el osito unos segundos, y posteriormente se puso a llorar lo más fuerte que pudo.

─¡M-muchas gracias por haber hecho eso! ¡Muchas gracias!─ fueron sus últimas palabras antes de ser envuelto por una luz blanca y desaparecer...

─Takeshi-kun...

─Fue tan triste que casi me largo a llorar─ confesó el azabache.

─Yo igual...

Ishizaki lloraba como magdalena detrás de la puerta.

─¡TAKESHIIIIIIIII!

Misaki rio levemente.

─Ya, Ishizaki. Ya pasó.

─S-sí─ se limpió las lágrimas con el antebrazo.

─¿Y ahora a quién ayudaremos, Misaki?

─A Yoshiko. Es la indicada para ser la siguiente.

─Me parece bien.

Pero lo que no sabían, era que la misma persona que miró mal a Tsubasa hace rato, lo estaba haciendo de nuevo, en ese mismo momento...

𝗟𝗔𝗧𝗜𝗗𝗢𝗦 𝗘𝗧𝗘𝗥𝗡𝗢𝗦 ❱ Capitán Tsubasa ✔Où les histoires vivent. Découvrez maintenant