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Nota: La canción en multimedia, te dará una mejor experiencia de lectura.

"Basta tan solo una mentira para poner en duda todas las verdades."
Otoño

Aria.

Lágrimas corren por mis mejillas, no me puedo contener aunque interiormente me esté rogando fortaleza. 

Vamos Aria, no le des la satisfacción de verte derrotada, demuéstrale que no te importa.

¿A quién quiero engañar? No funciona, porque me siento derrotada, y me importa demasiado, él lo sabe.

Sólo me pregunto ¿Por qué? ¿Habría cambiado algo de no haber salido temprano del trabajo?

Porque de ser así seguiría viviendo una mentira, la falacia que representa una felicidad fingida.

Ese día, más temprano

Tecleo el computador a toda velocidad, me conviene no perder el tiempo si quiero salir temprano del trabajo hoy. Un destello de luz llama mi atención, me detengo por un momento y observo mi mano izquierda, alzo el dedo anular por instinto. No puedo dejar de ver la piedra preciosa, es pequeña, de color blanco, y cuando los rayos del sol se cuelan a través del gran ventanal de nuestra oficina, brilla. 

Mi corazón se derrite, el gran acontecimiento tuvo lugar hace seis meses, pero siempre que veo el anillo, el momento se revive con la misma intensidad, como si lo estuviera viviendo en el presente.

Amo a Nathan, no hay duda de ello. Nos conocimos en el instituto, teníamos dieciséis cuando todo comenzó. Él se había ido de intercambio por un año y yo era nueva en la escuela, cuando regresó, nos encontramos por primera vez en el pasillo, y él no dejaba de mirarme desde el otro extremo.

Me puse nerviosa, y he de admitir que me gustó con solo verlo, no había visto un chico tan lindo en mi vida. Aun así, sentía que él estaba fuera de mi alcance, le pedí encarecidamente a mis amigas que lo investigaran, fue un golpe al corazón cuando me dijeron que tenía una novia. Lo olvidé, o al menos eso traté, pero un día cualquiera, solicité el permiso de mi profesor para buscar algo en mi casillero, los pasillos estaban solitarios porque todos se encontraban en clases, y a lo lejos venía Nathan, alto, cabello castaños y ojos azules, el pulso se me aceleró, mi paso se ralentizó, él se acercaba con un andar firme, seguro, y cuando estábamos lo suficientemente cerca, se inclinó un poco y soltó.

—Eres hermosa.

El tiempo se detuvo por un momento para mí, incluso pude sentir el aroma de perfume que desprendía su cuerpo. Nathan siguió andando, y yo solté la respiración que no sabía estaba conteniendo, busqué apoyo en un casillero, y al cabo de unos minutos sonreí bobalicona, no, no lo había olvidado.

Cuando el año escolar estuvo a punto de terminar, por azares del destino, terminamos en el cumpleaños de un amigo en común, ahí, conversamos por primera vez. Fuimos tímidos, estábamos sumamente sonrojados, pero poco a poco las cosas fueron fluyendo con naturalidad, nos dimos cuenta que teníamos muchas cosas en común.

Me gustó su sonrisa, y también el sonido de su carcajada ante un comentario torpe que hice, al final de la noche, intercambiamos números, y al llegar a mi casa ya tenía un mensaje suyo diciéndome que nunca había reído tanto con una chica.

Todos los días nos escribíamos, nos hicimos buenos amigos, siendo conscientes de que en el fondo de nuestro corazón había algo más. Durante el verano nos besamos, fue mi primer beso.

Sonrío bobalicona.

Han pasado ocho años desde entonces, hemos hecho tanto, construido tanto, y ahora estamos a punto de empezar una vida juntos, me emociona tanto casarme con el amor de mi vida, no todos tienen esa dicha, soy una mujer suertuda.

Empezar otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora