Arrepentimiento

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—¿Y si yo no quiero tener al bebé? —Se preguntó Catarina en un susurro, de tal forma que ninguno de los presentes la pudiera escuchar a menos que estuvieran demasiado cerca, sin embargo, Nicol si se dió cuenta de que algo dijo Catarina por la forma en que movió sus labios, por lo que preguntó:

—¿Dijiste algo, Catarina? —El chico de cabellos negros hizo que todos los presentes voltearan a ver a la chica, curiosos de su respuesta.

Rápidamente, Catarina se excusó. —No, no, no dije nada. —Negó incontables veces con su cabeza. Tenía que tener cuidado con lo que dijera.

Durante toda la tarde, Catarina estuvo al cuidado de sus amigos, quienes querían hacer todo su esfuerzo por el bebé, sin embargo, la castaña sabía que todo esto lo hacían para casarse con ella y ser los padres del niño que, en esos momentos, llevaba en su vientre.

—Mañana vendremos también, Catarina-sama. —Fue lo que les dijeron sus amigos antes de irse a sus respectivos hogares.

Quiso tocar su vientre en muchas ocasiones, pero le daba miedo lo que podía sentir. Aquello era un ser humano formándose dentro de ella, no estaba preparada, todavía era una niña y ahora tenía una gran responsabilidad.

Pero, ¿cómo se tenía que sentir? ¿Arrepentida? ¿Furiosa? Cualquier emoción implicaba al bebé… y lo último que quería hacer era echarle la culpa a su hijo. Él también estaba afectado tanto como ella. Todo era culpa de sus malas decisiones, aunque ni siquiera se acordaba de haberse acostado con sus amigos, de un momento a otro ya estaba embarazada.

Tan sumergida estaba en sus lamentos que no había escuchado el tocar de su puerta. Era su madre, quien, preocupada por el estado de su única hija, había ido a su habitación para tener una charla seria entre madre e hija. Tras no recibir respuesta de Catarina, la castaña mayor llamó a uno de los sirvientes para que forzaran la cerradura y entrar.

—Catarina. —Llamó la señora Claes, dándole las gracias al joven por abrir la puerta. Catarina chilló del susto. —Tranquila, solo soy yo.

Catarina suspiró aliviada. Solo era su madre.

—Algo te preocupa. —Más que una pregunta, Miridiana Claes afirmó. Claro que sabía lo que le sucedía a su hija, la conocía más que a nadie en el mundo. Ha vivido los últimos 15 años y 9 meses, contando el embarazado, cuidandola que la conocía como la palma de su mano, o eso era lo que pensaba ella, puesto que nosotros los lectores ya sabemos que ella no es la Catarina Claes de ese mundo, sino una reencarnación.

Catarina agachó la mirada. ¿Debía de contarle a su madre? ¿Cómo se lo tomaría? En aquel mundo el tema de aborto era algo de lo que no se hablaba, puesto que a ninguna mujer se le pasaba por la mente el abortar, a diferencia de su ex mundo. Lo más cercano que se llegaba a hablar era del aborto accidental, sin embargo, nunca había escuchado de un aborto ocasionado.

—Puedes contarme lo que sea. —Su madre la animaba a hablar, pero no era tan sencillo. Las palabras querían salir de su garganta, pero lo único que salió de su cuerpo eran las lágrimas de sus ojos.

Catarina se aferró a su madre en un abrazo. Temblaba y gemía mientras trataba de hablar. Nunca había pasado por aquella sensación, y no se sentía para nada bien. Enterrando su cara en el cuello de su madre, mojó la ropa de la mayor.

—No quiero tenerlo, tengo miedo. —Miridiana pudo entender a la perfección lo que su hija dijo. Diría que estaba asombrada, pero la verdad era que no. Miridiana también estuvo asustada con su primer y único embarazo, el cual fue hasta pasados los 20 años, por lo que no podía ni imaginar que sentía su hija al estar embarazada con sus 15 años de edad. Debía de ser algo muy duro para ella.

Comenzando a acariciar los cabellos de su hija, recordó cuando ella aún era una recién nacida. ¿Cómo es que había crecido tan rápido? Quería disfrutar más de ella, pero el tiempo no lo permitía.

—Yo también estuve asustada cuando estaba embarazada de ti. —Comenzó a relatar la castaña mayor. —Y ni hablar de tu padre, casi se come las uñas de los nervios cada que se iba a trabajar. —Catarina se aferró más a su madre. —¿Iba a ser buena madre? ¿Cómo debía educarte? ¿Qué pasaría cuando crecieras? —Tomó a Catarina de los hombros y la alejo un poco de ella, de manera que pudieran verse cara a cara. —Sé que nuestras situaciones son distintas, aún eres una niña que no sabe comer un simple pastelillo y que Anne y Keith siempre tienen que limpiar tu desastre, pero, sea cual sea tu decisión, haré lo imposible para hacerlo posible.

Miridiana miró el vientre de su hija y lo tocó suavemente.

—No quiero matar a un ser humano. —susurró Catarina.

—Todavía no lo es, aún estás a tiempo. —le respondió su madre.

—Pero-

—Los únicos que saben de tu embarazo son tus amigos y sus familias, ellos son confiables… —dijo Miridiana tras interrumpir a su hija—, no te arrepientas y creas que debes pagar toda tu vida por esto, un hijo nunca debe ser un castigo. —Antes de finalizar, Miridiana sacó un papel de su bolsa. Un papel que contenía el nombre de alguien con el título de “Abortero”. —Si crees que lo es, no lo tengas.

Tendiéndole el papel a su hija, le sonrió. Sabía que podía darle la mejor comodidad a su nieto, pero nada de eso servía si Catarina no lo quería. Incluso su esposo pensaba de la misma manera, era mil veces mejor el abortar que arruinarle la vida a dos personas.

Catarina tembló al tocar aquel diminuto papel. No era una tarjeta de presentación, solo era una hoja de papel que contenía una letra un poco difícil de leer. Una letra difícil de leer para que no muchos supieran de la doble vida de éste aristócrata.

—La señorita Susanna Randall me lo dió. —¡Oh, la prometida del príncipe Geoffrey! —Antes de irse me dijo que era un pequeño regalo de su parte.

La joven Randall quiso darle un poco de ayuda a Catarina. Realmente era una mujer admirable.

—Avísame si quieres ir con éste-

—No será necesario. —interrumpió Catarina, rompiendo el papel que tenía entre sus manos. —Tendré al niño. —Fue lo que decidió ante su madre en aquella noche calurosa.

La chica aceptó las consecuencias de sus actos. Aunque muchos pudieran pensar mal de su respuesta, esto era lo que había decidido. No debía de tener miedo si tenía a su familia a su lado.

Tal vez aquel bebé finalmente la haría madurar.

Quise hacer una historia de los padres de Nicol y Sophia jaja sobre cómo el padre de Nicol le quitó la prometida a su amigo… y que lo mismo sucedería con Nicol, pero al final no me animé, le tuve miedo al éxito. 

Próximo capítulo: Final.

"¡Yo soy el padre!" |Fanfic de Bakarina| Trilogía (3/3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora