VI

6 1 0
                                    

Nathan

¿Tienes la misma culpa que tengo, Frey? Tal vez si no fuera por cuán necios fuimos, no estaría pasando esto.

Pensar era ahora lo único que podía hacer además de cumplir mi condena sin tiempo definido, pues Life había dejado de visitarme hacían semanas, tal vez simplemente se había cansado de mí.

—Privilegiado, ¿piensas en tu novio? Ese chico tuyo debe estar aliviado de no tenerte cerca —me reí ante las palabras del demonio de ojos oscuros que se acercó a mí.

—Ojalá lo estuviera, señor, él es un necio que no puede estarse quieto —le contesté, asintió con la cabeza. Aunque quisiera tirarle de un quinto piso a un foso de lava cuando me castigaba, era cierto que yo era un "privilegiado", pues, a diferencia de las demás almas desterradas, él no me trataba como una escoria..., a veces. No podía llamarlo por su nombre, esa era una falta grandísima en el lugar.

A los demonios se les respeta, a menos de que quieras que partan tu alma diez mil veces de maneras distintas y alarguen tu sentencia otro siglo.

—Apuesto a que terminan viéndose de una u otra manera. Yo fui testigo de una pareja que se reencontró aquí luego de haber sido enviados a cada lugar. El chico, que estaba en el cielo, cometió una falta contra los Dioses y terminó aquí. Se vieron por como media hora, hasta que el señor Gluwet los envió a lugares distintos del infierno como castigo por atentar así. Aunque, la Diosa Dallet permite que se vean una vez cada media década —asentí prestándole entera atención.

Aquello de las almas furtivas me causaba cierto terror, ¿qué si Frey terminaba haciendo algo que lo enviara aquí? Definitivamente él no aguantaría, no con su ser tan puro.

—Uhm, espero que eso no nos ocurra, y que Frey se saque de la mente eso de venir. Ni que fuera tan bonito estar aquí. Por cierto, señor, ¿ha sabido algo de Life? No se ha acercado por acá, ¿no?

—No, privilegiadito —rodó los ojos a mi pregunta, como si yo hubiese dicho una total estupidez—. Seguro te olvidó ya. En fin, mañana estarás a merced del demonio Krettin, tengo unas cuantas cosas qué hacer.

— ¿Más interesantes que oír lamentos desgarradores? —inquirí burlón ganándome un golpe en la espalda.

Mierda, los golpes a alma limpia dolían muchísimo más que los golpes a cuerpo.

—No, tampoco te interesa —con ello se fue.

Luego de eso, exhalé. El señor Eukrattos me daba miedo, sí, pero no me impediría quejarme de él en mi mente.

Otro golpe, esta vez en la nuca me hizo chillar, ¿quién mierda...?

—Que conste que yo no trato con amor a los privilegiados como el débil de Eukrattos, esperpento de la más pobre calaña. No por nada mis condenados son aquellos que más gritan de terror y dolor —el demonio Krettin se hallaba ahora frente a mí—. Fuera de mi vista, alma inútil, pecadora y ponzoñosa. Muévete.

Cabrón.

Frey

—No he visto a la señorita Destiny por aquí, Frey —Carmine se acercó a mí con una pequeña sonrisita—. ¿Es guardiana de otra alma ahora?

—Sinceramente no lo sé, Carmine —contesté—, ¿tu ángel guardián te avisó cuando se fue?

—Sí, el señor Midnight me dijo que tenía un nuevo protegido, recuerdo que la señorita Midday también se despidió de un chico ese día, su nombre era Carl. Él reencarnó poquito antes de que tú llegaras.

—Wow. Bonitos nombres, ¿verdad? —ella asintió.

—Son una bonita pareja complementaria, el señor Zeelev nos dijo que en vida fueron personas que vivieron por los demás, y al llegar aquí les otorgaron el puesto de guardianes —explicó.

The Hell in The HeavenWhere stories live. Discover now