IV

13 5 0
                                    

El sonido de jadeos y quejidos fueron la causa del despertar del chico de cabellos azabaches, abrió sus ojos con dificultad vislumbrando a su compañero de cama bañado en sudor abrazando una almohada, temblando en pánico puro y protestando en sueños.

—Nathan —Frey susurró poniendo una mano sobre el pecho del rubio que subía y bajaba frenéticamente—, Nate.

—Por favor, no me hagas daño —sollozó con los ojos apretados.

—Nathan —lo sacudió con cuidado haciéndolo despertar jadeante y temeroso.

—Yo- ¿Te lastimé? ¿Me estaba moviendo mucho? —no era consciente de sus lágrimas o su temblor, pero si recordaba perfectamente con lo que estaba soñando.

—Yo estoy bien, ¿tú estás bien? Estabas teniendo una pesadilla —Nathan tragó grueso dudando en si asentir o no.

—Estoy bien —mintió. Frey lo miró dubitativo antes de levantarse de la cama y salir de su habitación.

<<Genial, he hecho que se fuera. Imbécil, ¿no puedes dormir aunque sea una vez sin terminar moviéndote como el propio idiota? Capaz se fue al sofá, cualquiera preferiría dormir allí antes que dormir con alguien que parece trompo durmiendo. Pero es que me sentía tan cómodo con él, y...>> Sus pensamientos fueron interrumpidos por los pasos del pelinegro quien entró con un vaso de agua y una pequeña sonrisa que le entregó junto con el vaso.

Bebió poco a poco, ignorando que sus manos temblaban y que estaba empapado en sudor aún cuando el aire acondicionado seguía encendido, bajo la atenta mirada del otro chico.

Cuando el vaso estuvo vacío, el rubio lo puso en la mesa de noche.

—Gracias —susurró—, vuelve a dormir.

Frey asintió y volvió a poner su cabeza en la acolchada almohada casi al mismo tiempo en el que Nathan lo hizo.

El silencio era sólo interrumpido por las respiraciones cortadas usuales después del llanto.

<<Si vuelvo a dormir lo voy a despertar otra vez, o lo voy a lastimar, no quiero incomodarlo>>

— ¿En qué piensas? —Frey preguntó, ambos estaban mirando el techo de la habitación.

—En por qué sigues despierto.

—Es porque tú no puedes o no quieres dormir por las pesadillas, entonces me preocupa porque necesitas hacerlo, el sueño es uno de los grandes pilares de la salud.

—Por una noche que no duerma no creo que me vaya a morir —refutó el rubio.

—Estoy seguro de que esta no es la primera vez que tienes pesadillas, son constantes, ¿no? —Nathan murmuró un ligero "si"— Cuando tenía pesadillas de niño, mi mamá me cantaba una canción de cuna y por alguna extraña razón dormía bien. Lo hizo hasta que tuve catorce —narró haciendo reír al rubio—. Hagamos algo, intentemos dormir, y si yo noto que estás teniendo malos sueños de nuevo te despierto, ¿vale?

Después de un momento de duda, Nathan aceptó.

Pasó alrededor de media hora para que cayera dormido, aún temblando, aún asustado.

Frey lo miró unos momentos antes de acercarse un poco más para rodear al asustado chico que temblaba y respiraba entrecortadamente entre sus brazos, acariciando los mechones rubios con suavidad.

Tarareando en su oído con volumen bajo una canción que le recordaba a su infancia.

—Cierra los ojos, duérmete bien.
No dudaré en calmarte y correr, a aquel mal sueño que te hace temer.
Respira calmado pues contigo estaré.
Guardaré tu sueño como lo más preciado, calmaré tu llanto, yo te abrazaré.
Repetiré esta lírica hasta que seas de Morfeo, mientras tanto confía en mí, te protegeré.

Los ojos almendrados se abrieron de golpe, ¿estaba soñando? No, estaba recordando.

Él recordaba perfectamente esa madrugada donde el rubio estaba envuelto en un mal sueño, pudo vislumbrar esos ojos verdes irritados y cristalizados, el temblor que no se calmó hasta que lo abrazó, la duda en su voz.

Y claramente recordaba aquella canción que le susurraba en cada situación similar.

Canción que Nathan tenía presente en su mente.

Había alguien que guardaría su sueño cuando le quedaran los malos recuerdos y se convirtieran en constantes pesadillas.

El tiempo de castigo diario había acabado y él se encontraba con su ángel guardián parados en silencio, cada quien pensando en sus cosas.

—Primera vez que te veo tan preocupada por un alma errante, Life —Eukrattos se hizo presente frente al ángel y el condenado—. Valórala, condenado, ella y Destiny son las mejores guardianas que existen.

— ¿Destiny, la guardiana de Frey? —preguntó el rubio.

—Ella misma. Suertudos tú y tu chico que las tuvieron a ellas, no pudo haber mejores desvanecedoras de penas, condenado —le contestó el demonio.

—Oh, no es así —Life lo interrumpió—, Destiny sí es la mejor protectora, a mí no me metas en esto, Krattos.

—No me importa si tú me reniegas, ambas lo son —vociferó el de piel tostada.

—Es cierto, Life —lo apoyó Nathan—, tuve mil oportunidades de morir en mi vida y tú me salvaste de todas.

—Menos de la última —contestó el ángel haciendo bufar a ambos hombres.

—Me tocaba morirme, ya había comido por veinte años —Nathan encogió los hombros.

—Es que hay veces que los humanos buscan morirse —esta vez fue Eukrattos quien encogió sus hombros.

—Ustedes dos son muy similares —les dijo la pelirroja viéndoles.

—Jamás seré un condenado.

—Jamás seré un condenador.

Demonio y alma se miraron fijamente.

—Aparta tu mirada de mí, sucio mortal —insultó el demonio, Nathan le quitó la mirada de encima con un rodar de ojos.

Life se rió por esa actitud altanera que tanto había cuidado en vida, aquella que usaba para esconder sus sentimientos.

—Respétame a menos de que quieras que te acabe la hora de descanso y te envíe a dispararle a almas inocentes, pecador.

—Cualquier cosa sería mejor que verle la cara, señor —discutió Nathan.

Esa lengua tuya, protegido mío, te ha salvado y condenado tantas veces —pensó la protectora.

—Fuera de mi vista, privilegiado. Ahora —demandó el demonio. El condenado se despidió de su ángel y se dispuso a ir al lugar de descanso de las almas.

Era ligeramente menos lúgubre que el infierno entero, y podía dormir por un poco de tiempo.

Cuando la presencia de Nathan desapareció de la vista del ángel y el demonio, él rompió el silencio.

—Sé que estás aquí no sólo por él, mujer de gran valor. Cuéntame para qué necesitas mi ayuda y yo gustoso intercederé por ti contra quien sea.

Y en aquella hora de descanso de las condenas de las almas perturbadas, la mujer de cabellos cuales hojas otoñales planteó su plan a su amigo mantenedor del equilibrio de las vidas, plan que ya conocía aquella otra protectora que había aceptado sin chistar.

The Hell in The HeavenWhere stories live. Discover now