—Ay, Frey —ella suspiró—, cielo, ¿cómo te lo explico? Mira... Poco después de que tú murieras él lo hizo también, recibió un disparo en la espalda cuando estaba abrazándote. Detuvo su corazón —sus explicaciones eran cada vez más devastadoras.

¿Así que él...?

— ¿Por qué no está aquí? —inquirí, ella sonrió forzosamente.

—Las acciones y pensamientos de cada uno definen el lugar donde estarán. Las tuyas te trajeron aquí, el lugar de quienes han hecho y pensado mejor que las otras que hicieron lo contrario.

— ¿Él está en el infierno? ¿Qué? No, todo esto está mal. Nathan no puede estar allí, él no pertenece allí. Destiny, tú tienes que ayudarlo, él no debe estar allá —pedí.

—Sus acciones no fueron las mejores, Frey. No puedo abogar por él, lo siento. Cada quién está donde merece según sus pecados —encogió los hombros.

¿Pecados?

— ¿Pecados? Entonces yo soy un pecador, envíenme abajo. Me gusta comer mucho, no me gusta asistir a la iglesia, a veces no tengo paciencia y la otra vez me reí cuando a una niña se le quedó la cabeza atorada en una reja. Además me gustan los chicos, ¿la Biblia no dice que eso está mal? —me excusé.

No era un pan de Dios, no merecía ese lugar. Merecía estar abajo.

Merecía estar con él.

— ¿Crees que no lo sé? Todos son pecadores, Frey. Comer no está mal, asistir a la iglesia no es obligación y no te hace mejor persona ni menos pecador, todos pierden la paciencia, es normal, y de verdad da risa cuando los niños quedan atorados en las rejas. Son cosas pequeñas que se anulan con las buenas que haces. ¿Por qué está mal? ¿Por qué debe estar mal el amor? Son tonterías que inventa la gente, que te gusten los chicos no es pecado ni está mal. Mereces tu lugar aquí, y no está a discusión.

No se me permitió inquirir más, y me habló sobre otras cosas.

Sobre mi funeral y el proceso de superación de la pérdida de las personas que lastimé yéndome, sobre qué podría hacer en "el paraíso", me avisó que podía visitarles.

—Puedes ir, ellos no te van a ver ni escuchar, sólo los verás. Puedes darles señales como mover algo o cosas así, no sabrán que eres tú. Pero te aconsejo que no vayas estos días porque están alterados y afectados, espera un poco de tiempo, ¿sí?

Tenía una pequeña habitación, como almas no necesitábamos comer ni dormir al no tener necesidades corporales básicas. Sin embargo, podíamos seguir haciéndolo. No lo entendía, pero debía acostumbrarme.

Me quedé acostado en la cama dibujando el rostro de Nathan.

Siempre lo comparé con los ángeles por su belleza sin igual, sin embargo al conocer a los dichosos me di cuenta de que por muy preciosos que fueran no tenían comparación con mi chico.

Tal vez estaba muy enamorado, pero así se sentía.

Y el sentimiento de desasosiego en mi pecho no se iba, ¿no iba a verlo más? ¿Ahí acababa? ¿Estábamos destinamos a morir abrazados y acribillados? Si había vida después de la muerte no la quería, no quería una vida sin él. O una no-vida.

Lloré, lloré mucho, ¿por qué, por qué? ¿Simplemente no podía desaparecer al morir? ¿Tenía que estar condenado al cielo? Vaya ironía.

Sentía que estaba en el infierno aún estando en el cielo, rodeado de los paraísos de los que nos hablaban los libros.

Cuando lo conocí era tan arisco, callado, pero tenía tanto miedo y yo lo sabía.

—En otra vida tú y yo seríamos chicos normales y no tendríamos que andar bajo el peso de las armas —le dije una vez.

Nathan estaba metido en lo que la gente llamaba "cosas malas", era un pandillero de los que la gente juzga sin pensar ni conocer lo que pasa.

Él había pasado por tantas cosas que no pueden ser contadas con ligereza. El mundo nunca se da cuenta del sufrimiento ajeno, y la gente que se cree correcta simplemente ignora estos hechos.

Nathan era para mí el chico más fuerte del mundo, y vale, él era un genio con las armas y las estrategias, pero al fin y al cabo era sólo un joven al que le arrancaron su niñez y adolescencia.

—Pero estamos en esta vida, y no sé por qué te empeñas en seguir conmigo, Frey. Tienes una vida por delante, no la dejes ir conmigo, no quiero que te pase algo por mi culpa —contestó, apoyé mi cabeza en su hombro—. Huye de mí, no te enfrasques en esta pesadilla que parece sueño. Anda, valora tu libertad antes de que la pierdas.

—Porque te quiero, Nathan, porque eres mi amigo y para eso estamos. Tú me salvas de que me acribillen y yo te ayudo a estar bien, como un trueque —bromeé, él se rió—. No voy a huir, y si es una pesadilla la pasaremos juntos, ¿no? Valoro mi libertad lo suficiente como para saber qué hacer con ella. Ahora levántate, te voy a dar una paliza en pool.

—Ni lo sueñes.

El amor duele, lo he oído tanto, implica sacrificios y yo estaba dispuesto a hacerlos, pero nunca me dijeron que tenía que dejar al chico por el que había luchado tanto solo en un infierno.

—Te estás torturando mucho, Frey —Destiny se apareció haciéndome sobresaltar—, no deberías tener miedo aquí, ya nadie puede hacerte daño —me dijo, asentí con la cabeza.

—Lo sé, lo siento. Pero avisa cuando te aparezcas, me asustas.

—No te disculpes, es entendible. Mira, te tengo que decir algo que tal vez te agrade —me contó sentándose en la cama a un lado de mí.

Tenía cabellos negros como el azabache, los ojos acuosos, la piel morena y unos labios salmones que escondían una sonrisa dulce. Las alas blanquecinas estaban tras su espalda, emplumadas con delicadeza, como si cada una fuese sido puesta por el más calmado artista. Ángeles, genuinamente hermosos.

—Claro, dime.

—Cuando las almas de las personas van al infierno —empezó a contar, un nudo se formó en mi garganta— y tienen algo muy importante que decirle a personas que murieron y están aquí en el cielo se les permite venir con un cuidador. Suele ocurrir el mismo día que mueren, aparecen de noche y pueden estar hasta que el sol sale. Si Nathan tiene que decirte algo aparecerá cuando el sol caiga en la tierra y se me notificará, yo te lo diré.

Entonces esperé lo que para mí fue una eternidad, recordándolo, dibujándolo en papel una y otra vez.

Hasta que Destiny volvió y me guió a un lugar que según ella no era el cielo, era un poco más bajo, pero no era el infierno. Era lo que llamaban "el limbo".

Allí de espaldas había una figura alta de ropajes color coral, a un lado, un rubio vestido con un traje vinotinto.

Nathan en su versión elegante.

Nathan, muerto como yo lo estaba.

Nathan, cruzando el infierno para volver a mí, aunque sea un minuto.

The Hell in The HeavenTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang