Día 7

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Los minutos se deshicieron entre el conteo de los libros sobre el escritorio, las líneas entre las losetas del suelo, las lámparas sobre el techo y la mancha de salsa de soya en la corbata de su profesor. Cualquier cosa era lo mejor para ignorar el pestilente olor del colorante sobre su cabeza.

-¡Ahora ve a lavarte! Por Dios, como si tu comportamiento no nos diera suficiente trabajo ya, encima te atreves a venir teñido como un Yankee.

Tenía la vista perdida en cualquier sitio. En ese punto había renunciado a intentar dar una explicación convincente, estaba exhausto de no obtener el beneficio de la duda siquiera. Porque claro, todo era su culpa.

Sus heridas recién habían sanado, por tercera ocasión en el mes había presenciado el llanto desesperado de su madre en el banco del hospital de siempre y hoy, que recién había regresado a su aula,  ya tenía una decena imbéciles esperando ser golpeados en la cancha de soccer.

Suspiró, Octubre estaba llamado a la puerta, lo sabía por el dorado y rojizo atardecer visible desde el pasillo. Llevó una mano a su cabeza y la humedad de inmediato le hizo notar el escurrimiento por todo el cuello de su chaqueta azulada.

Estaba harto, cansado, hastiado, un largo y estresante etcétera le estaba arrebatando la poca cordura que le quedaba porque, al final del día, toda esa mierda desembocaba en una tristeza que poco a poco lo estaba comenzando a consumir. Caminando, una pareja de chicos armaban su plan para pasar en el karaoke. Sin creerlo del todo, experimentó envidia.

Apretó los dientes y en uno de sus tantos arrebatos del día tomó su chaqueta y la frotó tanto como quiso sobre su cabello marrón.

-¡Todos, todos y cada uno de ellos son unos..! ¡ARGH!

Tomó su arrugada chaqueta y la guardó en su bolso. Pasando por el ventanal logró divisar a lo alto los muchos idiotas que lo estaban esperando. Se detuvo un segundo ¿Acaso Shinra no había balbuceado algo sobre presentarle a alguien esa mañana? Daba lo mismo, justo ahora sólo ansiaba golpear a todos que se habían atrevido a retarlo y quizás, sólo así, lo dejarían en paz el resto de su vida estudiantil.

Giró la esquina dispuesto a acelerar su paso cuando lo miró.

Contuvo el aliento un instante sin saberlo. Se trataba de un delgado joven de piel pálida, facciones afiladas, con un profundo color negro en sus cabellos y ¿Qué rayos? Aquél chico poseía un par de brillantes ojos rojos. Con una expresión serena, el misterioso chico tenía la vista puesta en la muchedumbre reunida allá abajo.

Los labios de Shizuo se separaron levemente, sus pulmones habían recordado cómo hacer su trabajo y el tiempo  recobró su cauce en el segundo en que aquél muchacho giró su rostro para encararlo porque al parecer, estuvo más rato del debido observándolo.

Shizaya Week 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora