Capítulo 7 Rodrigo

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Puñetazos, patadas, insultos, sangre, lloros... Así es como soy por dentro, es lo único que me hace feliz. Me llamo Rodrigo, y lo único que hecho en mi vida es disfrutar, disfrutar gracias al placer que me produce ver como sufren otras personas. Todo gracias a mi hermana...

No me acuerdo de cuando llegue aquí, creo que he estado aquí toda mi vida con mi hermana Marta, desde el principio sabíamos que teníamos que hacernos valer, y aquí lo que hay que hacer para que la gente te tenga respeto es que la gente te tenga miedo, y eso solo se puede conseguir por las malas o por las buenas, pero yo no soy de hacer las cosas por las buenas, y mi hermana tampoco. Ella empezó haciéndose valer primero, ella es más lista que yo y sabe entender a las personas mejor que yo, por eso yo lo único que hice fue hacerle todo más fácil, reuní una cuadrilla de chavales que parecían algo espabilados y así empezamos a ser lo que más miedo daba allí. 

 Aparte de mi hermana, hay dos personas que nunca olvidaré, el primero de todos se llamaba Víctor, este es uno de mis mejores amigos aquí, alguna vez participó en una de nuestras "batallitas", pero nunca llegó a ser un secuaz, simplemente venía cuando necesitaba desahogarse. A este chico le pasaba algo, nunca me lo contó, pero siempre pensé que tenía un cable mal puesto. Esto lo pensaba debido a la furia que tenía contenida, cada cinco minutos se ponía a hiperventilar y daba la impresión de que te iba a empezar a pegar de un momento a otro. Aparte de que más de una vez nos pidió que nos metiéramos con su hermano, yo le pregunté una y mil veces porque le tenía tanto odio, pero nunca contestaba, siempre que nos lo pidió puse la primera excusa que se me venía a la cabeza, ya que, en el fondo, yo sabía que no quería hacerlo, simplemente pensaba que se lo merecía por no sé qué cosa.

La segunda persona que nunca olvidaré no es por el amor que le tengo, sino por lo pesado que es. Se llama Marcos si no recuerdo mal. Era de esas personas que quería ir de guay y de malote, pero que no vale para eso. Nos estuvo molestando demasiado tiempo, alguna vez hasta nos vino bien, le mandábamos a pegar a unos cuantos chavales y luego si te he visto no me acuerdo. Era un simple esclavo para nosotros.

 Cada día nos metíamos con alguien nuevo, le pegábamos en los baños, les robábamos la ropa, les acorralábamos, anulábamos su voluntad. Nunca tuvimos problemas, todos los profesores lo pasaban por alto, pero hubo una vez que no salió como esperábamos, una profesora nos empezó a pedir que parasemos, que dejémonos en paz a la gente. Yo no le conté nada de eso a mi hermana, no quería preocuparla, y para que este asunto no llegase a sus manos (aunque nunca suelen llegar, ningún profesor sabe que está detrás de todo, ella de vez en cuando insistía en que quería participar, pero no podíamos perder a la única de nosotros que tiene una pizca de inteligencia, además, nadie se esperaba que estuviese detrás al ser chica). Hice caso a la profesora, dejé de amenazar niños, y empecé a amenazarla a ella. La arrinconábamos, le dejamos claro que con nosotros no se juega, y ella se rindió, cada día se veía como estaba más apagada. 

Tras este pequeño altercado seguimos con lo nuestro, seguimos amenazando a la gente de nuestra edad. 

 Nunca olvidaré nuestro último caso, era un niño muy pequeño y tímido, la víctima perfecta básicamente, empezamos con insultos, burlas, y después empezamos con lo mejor, un día le acorralamos en el baño y empezamos a insultarle, a pegarle, hasta que por la puerta la profesora a la que habíamos amenazado, al principio me asusté un poco, pero me calmé al ver como solamente nos dijo que nos marchemos y dejó a ese chico ahí tirado.

Pero al final todo se te echa en cara, ese chico tenía más valor de lo que pensaba, hizo algo que nadie creería. Normalmente las víctimas se quedaban calladas y las dejábamos en paz cuando nos aburríamos de ellas. Pero este se armó de valor y se vengó como nadie. Una noche me desperté de madrugada y le vi enfrente, me empecé a reír y a preguntarle que hacía allí, pero dejé de reír cuando sacó un cuchillo de la mano y lo alzó, puse la mayor cara de susto que había puesto en mi vida, esta vez era yo el que tenía miedo, y él el que se sentía valiente. Durante unos instantes sentí como se sentían ellos cuando me veían. Le dije que soltara el cuchillo y que se fuese a dormir, pero él no hacía caso, y de repente me clavó el cuchillo en la frente acabando con mi vida. 

 Mi último recuerdo fue de Marta, nunca olvidaré como le pude hacer sufrir con mi muerte, mi vida no importaba tanto, solo era un simple secuaz, no puedo decir que Marta no me importaba más que yo. Lo que sí que puedo decir, es que no me arrepiento de haber hecho sufrir a tanta gente.

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