Capítulo 1 Carlos

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Hola, me llamo Carlos, y no tengo ni he tenido una vida normal, y seguro que nadie la desearía tener. Hoy os voy a contar mi historia de cuando tenía 9 años, en el momento en el que me faltaron las caricias.

Yo vivía en un orfanato, ya que mis padres murieron asesinados por unos delincuentes que se colaron en mi casa mientras yo era un bebe, eso no me afectó mucho, ya que no me acuerdo de nada de esa época, solo sé que nos encontró la señora de la limpieza dos días después. Según me han contado, ella me tenía mucho cariño, pero no tanto como para cuidarme, así que prefirió que me cuidaran en el orfanato Santa Catalina.

En ese sitio no sabían educar muy bien, solo sabían pegar y cuando nos portábamos mal, pasábamos una noche en un cuarto oscuro, no tenía ni una cama, ni una silla, ni una manta, ni siquiera agua.

Yo siempre fui muy antisocial, y me costaba relacionarme, y gracias a eso, nunca tuve un amigo, nadie sabía quién era allí. Hasta un día, en el que un chico me vio solo y se atrevió a hablarme, me contó que se llamaba Daniel, que sus padres seguían vivos, pero que simplemente, no querían un niño en su vida, así que le dejaron allí.

Daniel destacaba por un defecto físico, solo tenía un brazo, y eso lo llevó a ser el hazmerreír de todos los niños y llevarle a no tener amigos, como yo, pero a él sí que le conocían, se notaba porque siempre que caminaba por los pasillos se oían murmuros y susurros como "mira, ahí va el deforme" y similares.

Tras ver las situaciones de ambos, decidí que podría estar bien socializar un poco con alguien de mi edad que sabe lo que siento.

Siempre que iba con él me miraban mal, cosa que antes no pasaba, ya que ni siquiera me miraban, pero a mí me daba igual, tenía un amigo, y eso era bueno para mí, ya que nunca, antes de él, había tenido caricias.

Un día me dijo que sus padres le habían escrito una carta, que querían ir a por él, que querían sacarlo de ahí, y tener la vida normal que todos deseamos en ese lugar. Yo me puse a llorar, me rompí en un mar de lágrimas, ya que se iba el único amigo que había tenido en mi vida. Pero algo me hizo parar, fueron las palabras que dijo "si quieres, puedes venir conmigo, y descubrir cómo es posible salir de este infierno", en ese momento, por primera vez en mi vida, fui realmente feliz, por fin iba a tener una vida normal, por fin iba a tener una familia, por fin iba a salir del hoyo de tristeza en el que estaba metido.

Para llegar a sus padres, me dijo que tenía que salir por el "pasillo de los fantasmas", lo llamábamos así porque no iban bien las luces, y parecía que estaba encantado, una tontería de niños, bueno, me dijo que, si cruzaba la puerta del final, sabría la verdad sobre cómo es la vida fuera de ese orfanato, sabría lo que era salir de ese orfanato.

Durante esa noche, me llené de coraje, salí de mi habitación y fui directo a cruzar el pasillo. Me llevé una linterna, ya que no iban las luces, y me decidí a caminar. Yo estaba muerto de miedo, me intentaba dar ánimos con frases como "venga, va, que tú puedes" o "vamos, solo tienes que poner un pie después del otro". Tras cruzar un pasillo lleno de charcos, moho y humedades, llegué a la puerta, tenía los pies mojados, así que esperaba ver el coche que me recogiera con una mantita para calentármelos y ser feliz.

Me fijé en la puerta, había como un cartel con unas letras, de las que solo entendí la última parte, lo demás estaba borrado, al final ponía "-illas", supongo que sería "fin de las pesadillas" o por lo menos eso es lo que pensaba yo.

Fui a abrirla, el pomo estaba frío, y húmedo, lo giré con cuidado, cerré los ojos y abrí la puerta, pensaba abrirlos y ver a unos padres y a Dani esperándome, de pensarlo, hasta me salió una sonrisa.

Que sorpresa me llevé cuando los abrí, ya que esa puerta daba a una habitación, en la que hacía mucho frío, y lo más resaltante, un cadáver pequeño, como de un niño, y con tan solo, un brazo. Yo me asusté, pero no me moví, ya que vi una nota al lado de ese montón de huesos, en ella ponía:

"Hola, me llamo Daniel, y escribo esto, porque hoy han decidido acabar con mi vida, ya que, según la jefa del orfanato, el manco, o sea yo, da muchos problemas.

Llevo aquí toda mi vida, he tenido múltiples castigos, y les he dado demasiada guerra, tanta, que han decidido llevarme al cuarto de las pesadillas y acabar con sus problemas. Este cuarto no se ha utilizado nunca, soy el primero al que van a meter aquí, sin agua, sin comida, hasta que me muera y me pudra. En este orfanato, se hacen cosas que no deberían hacerse, y si alguien algún día me encuentra, le ruego que avise a alguien y que cierren este lugar de una vez por todas."

En ese momento, fui corriendo a mi habitación, necesitaba idear un plan para llamar a la policía. Solo había un teléfono en todo el orfanato, el de la directora. Estaba en su despacho, despacho del que solo se iba para recoger la comida que traían en unos camiones. Aproveché una oportunidad y avisé a la policía.

Poco tiempo después, llegaron, no lo pude contar, estaba muerto de miedo y hecho un manojo de nervios, me preguntaron dónde estaba esa puerta. Yo se lo dije, esperando a que esto se acabara de una vez. Pero no todo salió como esperaba, ya que vi que, tras esa puerta, no había una habitación, sino que daba a una carretera.

Yo me volví loco, yo había visto un cadáver en una habitación, no una carretera, así que me obsesioné, demasiado, tanto que iba muchas noches, a abrir esa puerta, pero siempre daba a la misma carretera.

Luego, tras agotar la paciencia de la directora, decidieron sacarme de allí, yo estuve feliz, al final, iba a salir. Pero la sonrisa se me fue, cuando descubrí que mi siguiente destino era un manicomio, donde me iban a tratar, y donde estoy ahora mismo escribiendo esto.

Pero ahí no acaba la historia, tras unos meses allí, una noche, colaron una carta por debajo de mi puerta, yo me enteré a la mañana siguiente, cuando desperté, la ví y la leí, en esa carta ponía:

"GRACIAS, YA ME PUEDO IR EN PAZ, DANIEL"

Yo no entendía nada, ¿no se suponía que esa habitación no había existido?, y cómo era de esperar, me volví a obsesionar, pero esta vez, aún más. No paraba de pensar en Daniel, en que existió, aunque me dijeran que no. Esta obsesión me llevó a que me encerraran en una habitación, solo con una ventana para darme agua y comida, ya que se suponía que era un peligro para las demás personas. Dentro de esa habitación encontré una de las repuestas, al encontrar esa habitación descubrí la única manera de salir de ahí, tal y como me dijo Daniel. Bueno, la única no, ahí otra, que consiste en obsesionarte con algo, y que te lleven a un manicomio.

Lo que no habían tenido en cuenta, era mi vida, ya que, con tantas preguntas que tenía, y con tan pocas respuestas, decidí acabar con una vida, no con la de algún guardia, o la de algún médico, ni siquiera con la de un loco, sino con la mía.

Y esto, de alguna manera, es mi nota de suicidio.

La Soga De La InfanciaOnde histórias criam vida. Descubra agora