⠀⠀30. en casa

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Al despedirse de Koshi y Kiyoko, Leiko y Tsukishima partieron hacia la casa de la chica. Kei aún seguía muy confundido por la proposición que Leiko le había hecho, no entendía por qué había tenido esa idea así tan de repente. Pero le pareció muy bonito que Leiko quisiera crear nuevos recuerdos con él aún cuando él era más que consciente de que aún no le recordaba y lo estaba haciendo para que él no se sintiera tan mal.

Muchas cosas en su actitud le dejaban claro que Leiko aún no le recordaba, sus ojos no tenían ese brillo tan característico que solo tenían cuando hablaba con él, tampoco mostraba los dos hoyuelitos que aparecían a ambos lados de su rostro cuando sonreía y sus caricias eran más amistosas que románticas.

Sin obviar el hecho de que aún no se habían besado.

Pero volver a sentirse un poco querido le hacía sentir muy bien.

—¡Ya hemos llegado! —exclamó Leiko al cerrar la puerta de su casa con llave.

—¿Hemos? —preguntó Kaiyo asomando su cabeza por el marco de la puerta de la cocina. Al ver con quien estaba su hija, soltó una gran exclamación—: ¡Oh, Kei! ¡Bienvenido, cielo!

—Gracias —gesticuló incapaz de soltar ningún sonido por su boca, por lo que se inclinó levemente para no parecer un maleducado.

—Habéis tenido suerte de que hoy me he pasado con las raciones de la cena y hay para tres en lugar de para dos —declaró Kaiyo para después volver a meter su cabeza en la cocina y empezar a cantar la canción que estaba sonando en la radio en ese momento.

Leiko y Kei se quitaron los zapatos y subieron a la habitación de la chica, no sin antes pasar fugazmente por la cocina para que Leiko dejara un corto beso sobre la mejilla de su madre y comprobara lo que había para cenar: tazones de cerdo.

Al entrar en la habitación de Leiko, Kei la observó detenidamente. Habían pasado solo tres semanas desde la última vez que había estado ahí, pero sentía como si hubieran pasado años. La cama de Leiko estaba desecha, sabía lo perezosa que era la chica como para hacerla, y más los fines de semana. Justo al lado había una pequeña mesa de noche que conectaba directamente con el escritorio, y en la pared que estaba al frente del lateral de la cama que no estaba empotrado contra la pared, estaba el enorme armario de la chica cuyas puertas eran las encargadas de sujetar los espejos.

—Voy al baño a cambiarme, Kei —dijo Leiko recogiendo la ropa que usaría para dormir.

—Está bien —habló por primera vez después de una hora sin decir ni una sola palabra.

Antes de salir de la habitación, Leiko le señaló a Kei la ropa que había dejado sobre su cama. Esa ropa era la que podría usar para dormir esa noche. Al cerrar la puerta del baño tras ella, Leiko dejó escapar un suspiro. Quería recordar a Kei con todas sus fuerzas, esa tarde había podido comprobar lo genial que era estar con él y quería recordarle para el resto de su vida, necesitaba recordarle para volver a sentirse plena.

Sin detenerse mucho más, se cambió rápidamente para después volver a su habitación, no sin antes picar a la puerta para evitar pillar a Kei en una situación comprometedora. En ese momento la pregunta de si lo habían llegado a hacer pasó por su mente a la velocidad del rayo, pero pensó que era mejor guardar esa pregunta.

—Puedes pasar —escuchó que Kei decía a través de la puerta.

Cuando Leiko abrió la puerta, pudo ver por unos segundos partes de la espalda del chico antes de que terminara de ponerse la camiseta. Sus mejillas se sonrojaron al ver eso, y empezó a pensar de nuevo en si algo de ese estilo había llegado a pasar entre ellos. Esos pensamientos provocaron un leve cosquilleo en su barriga.

𝗜𝗖𝗘 ━━ kei tsukishimaWhere stories live. Discover now