• CAPÍTULO 84 •

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—No es nadie Ana.

—Si no fuera nadie no estaría aquí afuera amarrado —maldigo—¿Cuál es tu apellido?

—...Cooper—lo suelto—Mi apellido es Cooper.

—Cooper. ¿Por qué siento que conozco ese apellido?

Le suelto un puñetazo al hombre antes de ponerme a caminar con Ana de regreso a la casa. Me limpio los nudillos y hago como si nada hubiera pasado.

Algo que me había dicho Karol era muy cierto, la idea de ir a un parque acuático era absurda y ahora que Ignacio me hizo enojar estaba considerando seriamente la idea de no ir.
Pero entonces, mi hermana se enganchó de mi brazo y recargó su cabeza en mi hombro, me acarició.

—Gracias por hacer esto por nuestros hermanos. Solamente estamos esperando a que Agustin llegue, su departamento está algo lejos.

—¡Ruggero! —oh no, Karol... en seguida suelto a Ana y siento como me pongo colorado. Me fulmina—¡Qué bonito te ves tomado de la mano de otra! ¡Qué bonito!

—Karol, ¿pasa algo? —le pregunta Ana y también se gana que la fulmine—Ruggero, ¿qué le pasa?

—Déjanos solos hermana, por favor.

—Bien.

Le iba a pedir a la señora Carmen y a la señora Amelia que también se retirasen de la cocina pero no pude, ya que Karol me tiró un puñetazo a la cara.
Joder...

—¡Sabes muy bien lo que pienso de que estés cerca de otras mujeres! ¡Prometiste que sólo sería yo!

—Karol... —susurro, sobándome la mejilla del golpe que me dió—Es mi hermana.

—¡Te la cogías Ruggero! ¡Antes que yo viniera tú te la cogías!

—No grites, yo no te estoy gritando.

—¡Joder Ruggero! ¿¡Te gustaría que yo fuera y me fijase en otros hombres!? ¿¡Ah!?

—Yo no tengo problema y bien lo sabes.

—¡Eres un malnacido!

—Karol mi niña —la señora Carmen se acerca para tranquilizarla.

—Ahora no señora Medina.

—Los golpes no son buenos para una relación, creí que ya habíamos hablado de eso.

—¡Ahora no señora Medina! ¡Largo!

—¿Por qué mejor no me acompañas a tomarnos un té antes de que se vayan?

—Ruggero no va —me sigue fulminando—Estoy cansada de estarte vigilando de que nadie te vea y no veas a nadie, así que te prohíbo que vayas con los chicos a las malditas piscinas. Yo no sé cómo le vas a hacer, pero me lo cumples. ¡No vas!

Y ahí me quedé, callado y con miles de cosas que le pude haber hecho y contestado pero simplemente la dejé ir con su amiga la psiquiatra hasta que las perdí de vista.
Oh mierda mierda mierda, me acaba de golpear y gritar frente a dos personas. Ah, también frente a Ana.

Miro a la señora Amelia que me observa con tristeza. Me muerdo el labio y aprieto los puños queriendo irme pero no pude porque ella me detuvo.

—¿Dejará que le prohíba cosas?

»¿tengo de otra?«

—Esto no le incumbe señora Amelia, siga en lo suyo —y me marcho. Me marcho con la ira en todo mi cuerpo, ciento que me saldrá humo de la boca si no consigo controlarme.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora