Capitulo 44: La victoria entre las piernas

Start from the beginning
                                    

— ¿Recuerdas aquella casa que pedí que me diseñaras? Aquella que diseñaste cuando aún no podía aceptar que te amaba como un loco.

Sonriendo al recordarlo asentí con la cabeza

— Si, la recuerdo

— Recuerdo que en algún momento me dejaste saber que esa era la casa de tus sueños. Esa casa que siempre soñaste pero que creías imposible tener. ¿Sabes cual es mi prioridad desde que te conocí? Hacer cada uno de tus sueños realidad.

Me quitó la venda de los ojos y al ver lo que había frente a mi por poco caigo al suelo de la impresión. No podía, simplemente no podía con tanta dulzura y detalle de su parte. Mis ojos sollozaron y cubriéndome parte del rostro con mis manos aún no podía salir del asombro. Frente a mi estaba materializada aquella mansión que le diseñé y en la cual había dibujado cómo sería la casa de mis sueños. Era idéntica, no podía creer que estaba frente a esa casa. La había construido para mí y nadie había tenido un detalle tan lindo como aquel. Aún abrazándome masculló.

— Para ser sincero, llegué a pensar que nunca la podrías ver. La veía construida y te veía a ti. Cuando estuvo lista, me detuve frente a la entrada de esa casa y me juré a mi mismo que no solo te traería aquí, sino que al hacerlo, serías mi esposa. Ahora que lo eres, prometo vivir para cumplir cada uno de esos sueños que tienes apilados en tu mente.

Me había quedado sin habla. No dejaba de mirarlo y preguntarme si merecía tanto de su parte. Me sentía extraña, nadie había tenido tantos detalles conmigo. Nadie antes se había preocupado por mis deseos o mis sueños y él había hecho realidad varios de ellos en muy poco tiempo. Riendo aún sin poder creerme que todo aquello estuviera pasando me volteé hacia él y lo abracé fuertemente. En mi mente no solo me sentía agradecida con él, lo estaba con Dios por haberme mostrado la luz al final del túnel.

— No tienes idea, creo que jamás podré explicar lo que has provocado en mi vida. No solo rescataste y curaste mi corazón, salvaste mi alma, mi esencia y todo lo que soy. Vives en mi, en cada sonrisa, en cada suspiro. Quiero sentir esto que siento cada día de mi vida el resto de mis días.

Dibujo una sonrisa tierna y al mismo tiempo profunda. Acarició mi rostro mirándolo con sutileza y detención. Besó suavemente mis labios y con la voz llena de emoción y absoluta redención de nuestros sentimientos.

— Jamás pensé que llegaría a pensar y sentir que la muerte de Caterina era necesaria en mi vida. Gracias a ello te conocí y con ello, conocí lo que es vivir. Te amo, más que a nada en este mundo Alicia. Vivo por y para ti. — Me dio unas llaves — Es tuya cariño, anda ve y entra que sé que mueres por hacerlo.

Agarré las llaves y sintiendo mi interior lleno de mariposas y una niña feliz dando brincos por todos lados, entré a la casa solo para encontrarme con más sorpresas y panoramas que me robaron el aliento. Todo era idéntico a como lo había diseñado, conocía cada pared, cada habitación pero jamás pensé que podría hacerlo tal y como yo lo imaginaba. Siempre quise una enorme mansión a la orilla del mar en la cual al entrar lo primero que viera fuera el océano en una enorme e infinita pared en vidrio. Todo era minimalista tal como me fascinaba. Pero eso no era lo más hermoso, todo estaba lleno de pétalos de rosas y velas encendidas. Seguía sintiéndome extraña con tanto romance y detalle. Todo aquello era para mi y aún no podía caer en sí. Caminé por la casa mirando todo maravillada y conmovida. Miré el mar, aquel océano que estaba iluminado bajo la luz de la luna y sentí paz. Sentí serenidad y vibras positivas en aquel lugar. Alessandro me pidió que fuera a la habitación principal; seguramente había más sorpresas y sí que las había. Aquello..., él había mejorado mi diseño en aquella habitación. No eran necesarias ventanas cuando todas las paredes eran de vidrio dando una vista panorámica a mar abierto. Hacer el amor en aquella cama era como hacerlo al aire libre y eso era morboso pero sexy al mismo tiempo. Su respiración estaba tras mi nuca, erizando cada vello de mi piel. Sus manos acariciaban lascivamente mis costados y aquella voz ronca y viril sonó.

La teoría del amor Where stories live. Discover now